Rock vs Ska

Foto: https://davinchielwxp.jimdofree.com/

Por Carlos Alonso Chimal Ortíz

Estamos listos para ver con nuestros ojos

las oleadas noches de las metáforas?

¿Estás listo para ver descomponerse

la putrefacta carne de tu padre y madre,

para sentir como el cosmos es tan incierto

como el despertar cada mañana?

-Bulbo Raquídeo-

A principios del nuevo milenio estaba muy emocionado porque iríamos a tocar a un bar en Aragón. No sabía qué era Aragón o dónde estaba Aragón. Hasta la fecha aún me cuesta trabajo ubicar dicha zona, pero en ese entonces yo era un rockstar.

Ensayamos algunos días antes de la tocada y no sabía si tocar con gafas oscuras o sin nada para poder apreciar en su totalidad a aquel público que estaría brincando y coreando nuestras rolas.

El día llegó. El escenario estaba alto y rodeado con reja metálica, como si estuviéramos dentro de una jaula para tender la ropa. No me explicaba por qué estaba así. Después lo entendí perfecto.

En la entrada de aquel lugar había una lona gigante que anunciaba:

«Hoy, gran batalla de bandas Rock vs Ska, 20:00 hrs. Cervezas 2×1 (sólo caguamas)».

Me quedé viendo la gigantesca lona esa y pensé: «Ya valió madre».

Mi banda tocaba rock pop. Eran rolas tranquilas. No sé a quién chingados se le ocurrió meternos a un concurso de Rock vs Ska. 

Entonces ya estamos ahí, pues no podríamos hacer más. No íbamos a abandonar el barco, además que iba a ser el debut en la armónica de mi amigo Mauricio, su debut de verdad, porque cuando realmente iba a ser su debut fue en una tocada en el Auditorio “Che Guevara” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Ese día él ya había ensayado sus dos partes donde entraba y, creo yo, que hasta se durmió con la armónica en la boca de tanto que ensayaba. Era el momento donde él entraba. 

Ese día todo el público estaba eufórico a causa de los litros de pulque y toda la mariguana que se respiraba en el lugar. Era el momento. Todos brincaban y él se paró frente al micrófono. Se puso la armónica en sus labios y empezó.

Era como si Mauricio estuviera solo en el escenario y todas las miradas estuvieran puestas sobre él. Tenía los ojos cerrados y la concentración le impedía escuchar los sonidos externos, solo escuchaba el sonido de su armónica por dentro.

Por cierto, esa armónica se la había heredado su abuelo, que había fallecido como unos diez años atrás, entonces esa combinación de sentimientos lo elevaban lentamente o quizá fue su abuelo que bajó del cielo para cargarlo y levantarlo para que todo el público del auditorio, o más bien toda Ciudad Universitaria, lo viera desde lejos con ese solo de armónica.

Abrió los ojos y todos seguían brincando y nosotros tocando. Recuerdo que lo miré con cara de interrogación. Lamentablemente su micrófono estaba apagado. No se escuchó nada, ni bajó el abuelo a elevarlo, ni nada. Estaba un poco triste. Lo animé diciéndole que todo estaba bien, que en Televisa siempre hacen lo mismo.

En Aragón, la primera banda que pasó eran unos metaleros que olían mucho a sudor. Está bien que sean rudos y anden así como queriendo espantar, pero sí pueden bañarse. Eso no quiere decir que sean hermanitas de la caridad ni mucho menos, pero bueno, tocaron los «Heavy dirty» tres rolas espantosas para mi gusto.

Después de ellos subieron al escenario unos patinetos que no sé si traían pantalón a la cadera o pantalón a las rodillas. Sí, yo también anduve en esa moda, pero no andaba enseñando las nalgas ni mucho menos; pues todos brincando y empujándose. El lugar ya olía a todo menos a Maestro Limpio.

Entre cambio de banda pasaban unos quince minutos para que los que seguían se conectaran y probaran sus instrumentos. No era como tal un sound check o prueba de sonido, era solo para saber si sonaban los instrumentos, sobre todo cuerdas y metales, ya que las percusiones y la batería la compartían todos, sólo los platos extras y baquetas cada baterista tenía que llevar los suyos. Fue cuando pensé:

–Pues qué pinches higiénicos me salieron estos cabrones, que sobre todo piensan en nuestra salud.

La rola debut de mi amigo Mauricio y la armónica que le heredó su abuelo era la última rola de nuestro repertorio, que solo cada banda tenía derecho a tocar tres canciones y, en una larga votación, pedí –o de hecho exigí– que la última rola, la tercera fuera Estás Listo, que es donde Mauricio se luciría con ese solo de armónica y tal vez ahora sí hasta su abuelo baje del cielo y lo eleve por todo Aragón, que no sé si su abuelo sepa dónde queda Aragón, pero los ángeles saben todo, así es que en eso no habría ningún problema.

En esos quince minutos nos cercioramos de que el micrófono de la armónica estuviera bien conectado. Le pusimos cinta alrededor del plug para que ni un pisotón o algo fuera a desconectar aquel micro que era como el Papa y todos nosotros como sus guaruras.

Lo protegíamos de todo y no lo queríamos ni ver para que no se fuera a descomponer. Fue un momento de mucha emoción y nervios que ya había calmado con dos promociones de 2×1 (sólo caguamas).

Como todo el público ya estaba bastante excitado, decidimos empezar con nuestra canción movida, esa rola que en C.U. la pidieron una segunda vez y así fue. Arrancamos con esa y todos brincaban y gritaban, al menos empezamos bien y todo parecía indicar que gustábamos al respetable.

Al empezar la segunda canción, que era una también algo movida pero no tanto como la primera, la banda se empezó a desesperar y a chiflar. Ahí fue donde descubrí para qué las bandas tocábamos dentro de una jaula para tender la ropa…

Empezó una lluvia de caguamas, de líquido y de envases de caguama. La jaula detenía las botellas que eran lanzadas con odio hacía nosotros, pero lo que no podía detener era el líquido ámbar que pasaba por entre los rombos de la jaula y nos mojaban.

Casi terminando la segunda rola, la vocalista espantada dijo que no quería continuar y que ya se iba a salir de esa apestosa jaula, que en realidad no olía tan mal, pero cada quien tiene sus gustos. De oler a *pasuco, yo prefería el olor de la cerveza.

Le pedí… No, no le pedí. Le supliqué que sólo tocáramos la última rola y ya. Es obvio que no lo hacía por mí, ni por la banda, ni mucho menos por los salvajes que estaban abajo abucheándonos y lanzándonos de todo; esto lo hacía por mi amigo Mauricio, por su armónica y por su abuelo.

Mis súplicas le valieron madre y tuvimos que abandonar el escenario.

Ya abajo todos discutíamos. Estábamos enojados, molestos. Mauricio sólo veía su armónica, como disculpándose con el abuelo. La vocalista nos mandó a la chingada y se fue del lugar. Yo ya llevaba dos promociones más de 2×1 (sólo caguamas) y como media caguama más de toda la que nos aventaron estando en el escenario.

Me arme de valor y me metí entre el público a brincar y a bailar, cosa que no hubiera hecho antes si es que no hubiera tenido esa decepción y aquellas promociones de 2×1 (sólo caguamas), ya que yo tenía fobia a las multitudes (enoclofobia). Dicen que cuando le tienes miedo al agua, sirve que te avientes a una alberca; miedo a las alturas, que te subas a un avión; miedo a lo desconocido, que vayas a Aragón.

Y así, en medio de la multitud, gritaba y brincaba en cámara lenta.

A partir de ahí la vocalista abandonó el grupo y Mauricio nunca pudo hacer su debut con la armónica del abuelo. Yo lo animaba diciéndole que cuando estuviera en la cárcel podría tocar todo el día su armónica, pero creo que era algo que no le causaba mucha gracia.

Dicen que las cosas pasan por algo y yo estoy seguro de eso. Aún estamos vivos y en una de esas hay un reencuentro y por fin podrá bajar el abuelo del cielo y todo eso.

Para Edmundo Martínez el primer dueño de la armónica.

* Pasuco: patas, sudor y cola

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