Por Melchor Arellano
Sin duda, lo declarado hace poco por la presidenta del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) Sylvia Schmelkes, puso el dedo en la llaga sobre la mal llamada o inexistente reforma educativa. Al margen de su no eximio discurso,hizo afirmaciones que descalifican la narrativa sobre la inocua medida.
Para empezar, acepta que la reforma no sería la que requiere país y magisterio, hecho que hemos sostenido en varios momentos. La doctora señala que hay cosas que se podrían mejorar, como el centrar el trabajo en definir lo que se puede hacer sin modificar la reforma misma. Aunque se trata de un proceso demasiado largo y con resultado impredecibles. La presidenta INEE, encargado de evaluar docentes y alumnos vía PLANEA (Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes, antes ENLACE) aludió la clásica prisa por hacer las cosas, aunque salgan mal.
Para evitar más problemas, aceptó que se debe centrar en lo que hay o lo que se hizo como “reforma educativa” sin serlo, para intentar mejorarlo. Empero, su periplo se da en medio de la prisa política o sueño presidencial del titular de la SEP, lo que complica aún más el panorama porque asume que le atemoriza estar en desacuerdo con dicho personaje y con la presidencia misma. Su miedo a lo incierto deriva de que navega entre emisión de leyes inocuas y contradictorias en el mejor de los casos donde, en la mal llamada reforma, no se consideraron los resultados previsibles con la aplicación de dicha medida entre educadores y educandos.
La doctora teme que una nueva reforma repita la hechura perniciosa de la actual, temor que desnuda la funesta y reiterada improvisación sexenal, la cual debiera estar ajena a un proceso de reforma constitucional tan importante. Su objetivo debió centrarse en el cambio profundo del sistema educativo nacional (SEN) o sistema educativo mexicano (SEM) y no en acatar lisa y llanamente los dictados de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), no aplicables al pie de la letra al contexto educativo nacional, por muy interesantes que pudieran ser. Tan es así, que la evaluación hecha por esta a través de PISA, siempre arrojó resultados negativos.
Entre las consecuencias no previstas, la directora del INEE refiere el rechazo de los profesores a la reforma, que se aplica sin ser la medida requerida por el magisterio nacional que dice, “así no” o de plano “esta reforma no”.El rechazo magisterial y ahora social (con graves consecuencias económicas que se extienden a casi todo el país) es producto del poco entendimiento y falta de sensibilidad de las autoridades educativas, para elaborar y aplicar una “reforma” donde solo se distingue el vocablo “evaluación”, sin dejar claro los argumentos pro acción y provisión por qué y para qué de su aplicación.
La formación y soporte al aula no vienen a partir del Servicio de Asistencia Técnica a la Escuela, sino del formato viciado de aspiraciones presidenciales del secretario Nuño (y que se arrastra desde la firma del Acuerdo Nacional por la Educación, en 2006 entre Josefina Vázquez Mota y la OCDE), quien ante los hechos queda como bisoño e inepto, algo que quizá ni entiende ni le preocupa. Schmelkes alude sin confesarlo a la incompetenciade Nuño, quien ha contribuido a complicar y pervertir el proceso de aplicación de la medida y el conflicto magisterial, hoy “auxiliado” (para desplazarlo) por el titular de Gobernación, Osorio Chong también con aspiraciones presidenciales, pero no interesado precisamente en la educación de calidad que demanda México.
Con todo, la directora del INEE, se queda (diríamos demasiado) corta al explicar el rechazo magisterial a la reforma. Reconoce que la única forma de saber cómo se desempeña un maestro es observándolo en el aula y que cuando se consideraron números y logística, no se estimó capacitar evaluadores para evaluar a maestros en el aula (y también a los alumnos), no una vez sino varias y no uno solo, sino cuando menos dos. Pero no dice nada de los elementos correlativos: instrumentos, infraestructura, servicios, procedencia, ubicación geográfica (no es lo mismo un maestro de la montaña, marisma o sierra, que de una ciudad con los aditamentos para un mejor desempeño), sistemas de seguridad y apoyo logístico, entre otros.
Ante la imposibilidad de lo anterior, se diseñaron instrumentos cualitativos de “evaluación”. O sea, no se podía hacer lo que se debía hacer y lo sustituyeron, por algo que estaba fuera del método cualitativo de observación adecuada, directa y prolongada del desempeño docente en las aulas.En suma una fórmula mágica caracterizada por el revoltijo de exámenes, sin objetivos claros y lo que ella llama instrumentos cualitativos o textos que deben diseñar los propios maestros en su examen. La confesión de la directora del INEE fue que como no podían acceder a la única forma de saber cómo se desempeña un profesor en el aula y evaluar lo que se debía evaluar, decidieron inventarse instrumentos que no evalúan lo que pretendían evaluar. Es decir: “si, pero no, porque de todos modos no sabemos por dónde ni cómo empezar ni acabar”.
Al margen de que sigamos tratando el tema, podemos adelantar que la inexacta reforma educativa está centrada en la evaluación, no en el enfoque que requiere el SEN y país mismo. Una medida que no tiene o no define la causa: para qué educar y que se debe enseñar. Carece totalmente de un análisis de contexto: miseria, desnutrición, abandono y violencia de la población. No define y ni siquiera las habría pensado, cuáles son las bases educativas en las que se apegó la medida, de acuerdo a las necesidades socioculturales e históricas de la población: cuál es o debiera ser la educación de calidad que requiere México en el nuevo siglo.