¿En qué piensa usted, señor mesero?

Por Miguel Jiménez Álvarez

Un señor mesero que lleva gorra negra toma la charola de una de las mesas de centro. Es de piel blanca –con infinidad de vellos en las manos, observados gracias a su camisa blanca de manga corta- y parece tener rapado los costados de la cabeza. Igual y está calvo y por eso usa gorra.

Aunque taparse la cabeza es –casi siempre- un requisito al trabajar en un restaurante. Este es de comida rápida y venden “COFFEE, CAPPUCCINO, ESPRESSO”, según los carteles electrónicos. Los carteles impresos y colgados desde la pared dicen “SODA & FRIES” y “ORDER SANDWICHES HERE”. El menú lo completan carteles electrónicos -que no alcanzo a ver-, pegados a la pared.

Con una pequeña sonrisa en su rostro, el señor mesero que lleva gorra, fija su mirada en la charola, como pensando: “¡Vamos, este es mi trabajo y hay que aprovecharlo, que no fue fácil conseguirlo!”. O bien: “Ahorita dejo la charola y les digo a estos cabrones que ¡hoy sí está bien floja la chamba, ja ja!”.

Lo que sea que piense, el señor debe rondar los 50 años y, con ello, ser el empleado más viejo de los otros cuatros que hay detrás de él, en la pequeña cocina industrial.

En la escena, por el costado derecho está uno de los empleados –con sombrero que parece de taquero, piel morena y barba cerrada-, quien espera como si alguien se acercara a él, con la mirada fija a un punto vacío y la mano derecha reposada en el cristal de la barra. Otro, de piel más morena y gorra blanca, voltea hacia donde estoy, como diciendo: “¿Por qué la fotografía?”.

Del costado izquierdo de la escena están los otros dos empleados. Uno de ellos un poco moreno y regordete: con lentes, pelón y gorra negra. Un tatuaje recorre gran parte de su mano izquierda, descansando arriba de una serie de platos. Le habla a otro de los empleados, quien lleva una gorra verde y de piel aún menos morena, cubierta con barba cerrada. Parece –con la mirada puesta abajo- dirigirse hacia su compañero regordete de gorra negra.

Por el momento, el señor mesero calvo con gorra debe llevar la charola a la cocina y ahí decidir lo que dirá en el momento, ya que las demás se encuentran perfectamente ordenadas –con las sillas dentro de la mesa, los botes de la salsa cátsup y mostaza juntitos, a lado del servilletero y el bote de azúcar-, como si nadie hubiera comido ahí.

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