Ópera Monumental Motecuhzoma II en el Zócalo

Por Guillermo Torres

 

La Secretaría de Cultura de la Ciudad de México ha puesto en escena una obra en la que se exalta la creatividad humana, sensibilidad retroalimentada por el enfoque de una obra pluricultural de manera explícita en su contenido, y la combinación de elementos que ubican al público tanto en uno u otro contexto cultural, de las dos raíces principales en México.

Además de que en la misma obra dentro del tema indígena a su vez por igual se abordan varios idiomas originarios de México.

Los pasados 7 y 8 de noviembre se ha presentado en el Zócalo de la Ciudad de México, la Ópera Monumental Motecuhzoma II, de la obra original de Antonio Vivaldi, con una visión no tan eurocentrista, se retoma dicha obra por Samuel Máynez retoma la música, no el libreto.

Su montaje se basó en las investigaciones de Miguel León Portilla (en especial el clásico La visión de los vencidos) y de Alfredo López Austin, profundo conocedor de las culturas ancestrales de México.

Con un elenco de alrededor de 150 personas en escena, entre ellos 14 actores, seis solistas, 30 cantantes del coro Stacatto de la UNAM, 40 danzantes del grupo Tlaltikpak de Tláhuac, 10 jinetes, 40 músicos de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y 15 bailarines, la obra rescata con danza momentos del esplendor mexica, mismos que también harán recordar en su momento la artera masacre cometida por Pedro de Alvarado.

Rubén Luque, Rogelio Marín, Rafael Negrete, Cristina Nakad, Amed Liévanos, Jacob Bravo, Paola Gutiérrez, Jorge Caso y Corina Mora, son algunos de los actores que integran el reparto, que es dirigido por el mexicano José Luis Cruz y el español Ignacio García.

Esta es una obra cuidadosamente documentada y desarrollada mediante la combinación  de la obra de investigación histórica más completa y elocuente sobre el mundo indígena y una obra musical clásica.

Y un ingrediente muy especial es la semiótica discursiva del desarrollo de la obra, se siente y percibe una armonía de elementos, signos, símbolos y significados de diversa índole interactuando en el escenario como iconografía de dos culturas fusionadas, evoca la idea de encuentro y no otra connotación negativa.

Lo que invita al expectador a abordar con objetiva curiosidad el cúmulo de mensajes cognitivos que por diversos medios tiene la obra.

Y eso es un punto de encuentro socialmente hablando, una sociedad tan polarizada por un episodio tan doloroso en su historia, revivido de manera recurrente en medio de toda la serie de injusticias cometidas a lo largo de la historia de México; necesita precisamente reivindicarse a sí misma asumiendo de manera abierta y objetiva su identidad cultural para potenciar las capacidades individuales que a la postre se manifiestan en colectivo.

Esta obra evoca una multiplicidad de expresiones culturales en combinación que muy aparte de los rasgos que caracterizan a cada una, en conjunto expresan un todo único.

Esa integración que necesita México y por la que su gobierno trabaja de manera elocuente y congruente. En varias vertientes el Gobierno de México y la Cuarta Transformación usa como prácticamente único lenguaje el arte y la cultura, no dicho solamente como una línea propiamente en las instituciones relacionadas con su difusión.

Sino como claro ejemplo podemos mencionar la presencia de miembros de la banda musical de la SEDENA, en lugares públicos, como respuesta a ataques literales de la delincuencia organizada en contra de sus elementos; y también como respuesta a los ataques mediáticos de la prensa que hoy que no cobra prebendas ni intercambio de favores mediáticos.

Hoy más que nunca se encuentra tan herida como la misma derecha corrompida que echa en falta los dividendos que esa corrupción les reportaba, que hoy en día se ven mutuamente como buenos aliados para desestabilizar al País y su Gobierno democrática y libremente electo.  La respuesta de esos ataques es el lenguaje artístico, la música, etc.

Finalmente la cultura es el reflejo del enfoque y planteamiento de un gobierno, y estamos ante una sana congruencia que a no dudarlo abonará en el proceso de pacificación de un país aún convulso por lo ocasionado en gobiernos anteriores, y su correlación con grupos radicales insertos en el crimen.

Quizá en algún momento fungiendo como un mismo brazo. Y ante tal barbarie, siempre, los libros y la cultura suelen ser un bálsamo y alimento importante para el fortalecimiento del tejido social.

A no dudarlo esta puesta en escena, por seguro es solamente el comienzo de cosas que vendrán en la misma línea de devolver rostro e identidad a un pueblo extraviado en su mismo proceso histórico – antropológico.

Es algo por lo que los capitalinos pueden estar orgullosos y convencidos de su buen gobierno, ya que quizá por primera vez cuenta con una gestión de la función pública en la misma dirección de lo que el pueblo necesita y requiere.

 

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