Por Redacción Reversos
Más allá del oportunismo mostrado en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García (EPCSG) en las últimas semanas, por las movilizaciones feministas y el Paro Nacional de Mujeres del 9 de marzo, en esta casa de estudios se registró un nuevo caso de violencia machista que ha quedado impune.
Los hechos orillaron a una alumna de esa institución, Dian Rojas, a darse de baja, mientras las autoridades de ese centro educativo encubrieron a los alumnos que protagonizaron esas prácticas, en donde incluso agredieron a Dian con palabras como “feminazi”, “loca” y “puta”.
Dian Rojas, al principio, optó por llevar las cosas por las vías institucionales. Presentó su caso a la Comisión de Honor y Ética de la EPCSG para denunciar las agresiones, principalmente de un alumno de su salón, Juan Pablo de Lucio Vergara, quien abrió un grupo de WhatsApp específicamente para denigrar a Dian con fotos, audios, videos y textos violentos, ofensivos y discriminatorios.
Las autoridades –que preside una persona ajena al quehacer del periodismo, Víctor Hugo Villalba—determinaron cerrar el caso exculpando a los alumnos que perpetraron esas violencias machistas, y argumentaron a Dian que sus “compañeros” tenían miedo de que en la Escuela actuara como lo hacen los grupos de mujeres anarquistas o radicales.
En los últimos años, la Escuela de Periodismo Carlos Septién García ha protagonizado diversos hechos de violencia machista perpetrados por directivos, profesores y alumnos, los cuales siempre solapados por las autoridades y por la máxima instancia de esa institución, la Asociación Cultural Carlos Septién García, que preside Manuel Pérez Miranda, bajo el argumento de que “primero está el prestigio de la institución (sic)”.
A continuación el texto que difundió Dian Rojas en su cuenta de Facebook:
Se imaginan anhelar una carrera con todas las fuerzas del mundo, lograr irte a la universidad que tanto querías, que al inicio todo «marcha bien», pero con el paso del tiempo las cosas cambian al grado de tener que poner en pausa la carrera que tanto querías, simplemente porque tus compañeros de clases te acosan, te discriminan, buscaban cualquier situación para poder hacer comentarios despectivos sobre tu persona, sobre cómo piensas y atacarte por tus ideologías.
Pues bueno, yo no solo me lo imaginé, a mí realmente me pasó.
La Escuela de Periodismo Carlos Septién García, la que hasta este semestre fue mi escuela, no sólo encubrió a todas esas personas que me atacaron, sino que al final me hicieron sentir que yo tuve la culpa.
Inició todo el semestre pasado, todo por hablarle a una alumna que hizo una denuncia sobre un acontecimiento que ella pasó.
Uno de mis compañeros, para ser exactos Juan Pablo de Lucio Vergara, empezó a hacer comentarios sobre mi amistad con esa chica. Lo dejé pasar (error 1).
Con el paso del tiempo pasó lo de la Marcha Feminista, donde aconteció lo de las pintas en el Ángel, en la que participé y, en el grupo del salón de WhatsApp, decidieron hacer muchos comentarios sobre eso.
Con las típicas frases «no son formas» «FEMINAZIS locas», etc.
Lo dejé pasar (error 2).
Nunca le puse un alto, incluso cuando en el salón varias personas comentaban y decían que eso estaba mal. A pesar de que el coraje me comía por dentro, decidí no decir nada, ya que ingenuamente llegué a pensar que en algún momento iban a dejar pasar ese tema. (Error 3)
Claramente no fue así. El 11 de septiembre pasó algo con un chico del salón, dónde lo mandaron a hablar por una acción que hizo dentro del aula, a la cual la mayoría me acusó por eso.
A Juan Pablo ese día se le hizo muy fácil hacer un grupo de WhatsApp con todos los del salón (incluso metió a personas que ya no van en la escuela) para hablar mal de mí, dónde él decidió mandar información mía, fotos, vídeos. La mayoría que estaba en ese grupo se dio a la tarea de juzgarme, de etiquetarme como «la mierda de la mierda». Ese día no pude más.
Decidí hablar con mi tutora, ya que a ella era a la que más confianza le tengo de esa escuela.
Llorando le conté todo lo que estaban diciendo de mí.
Fuimos a hablar con el director de la escuela Víctor Hugo Villalba.
Él me dijo que siguiera el protocolo escolar, ya que él no podía hacer mucho.
Y así fue. Seguí el protocolo. Tenía que acudir a la Comisión de Honor y Ética para que ahí se llevarán a cabo los procedimientos que se necesitan hacer (error 4).
Hice todo lo que la EPCSG te pide que hagas cuando se trata de algo así.
(Aquí quiero hacer un paréntesis. Cuando Juan Pablo empezó a decir cosas de mí, yo decidí hablar con una amiga feminista de la escuela. Ella me aconsejó que metiera un antecedente. Incluso un profesor de la escuela estuvo muy al pendiente de mí todo el tiempo, pero me enteré que Juan podría perder la beca y, a pesar de todo lo que me hizo, no tenía el valor de quitarle la oportunidad a alguien, algo así, hecho que yo le comenté al director y él me dijo. Cito tal cual: “¿Por qué te preocupas por él?
Bueno, continúo.
Yo confíe y creí en mi institución (error 5)
La maestra Yolanda y el maestro Mauricio, quienes son los que están al frente de la Comisión, me citaron. Me quitaron mi teléfono, ya que «no puedes grabar» porque –argumentaron—“es un espacio seguro”. Yo les expliqué todo lo que había pasado. Ese mismo día me pidieron «pruebas». Las tenía absolutamente todas. Se las mandé por correo e, incluso, hasta las tenía impresas.
Pasaron días, semanas, y no me daban ningún seguimiento. Decidí ir nuevamente con ellos para ver qué es lo que había pasado. Sólo me dijeron: «estamos trabajando en ello».
Decidieron hablar con varios hombres de mi salón, para ver qué es lo que estaba pasando. Claramente eso no funcionó y sólo había comentarios peores hacia a mí.
Después de casi un mes de haber ido a la Comisión, me volvieron a llamar para decirme que hablaron con varias personas de mi salón (obviamente no me dieron nombres).
Lo que yo había pedido únicamente era una disculpa por parte de Juan Pablo. Era lo único
Ellos mismos metieron a más personas. Todo se hizo mucho más grande. Yo sólo quería que le pusieran un alto a lo que él había comenzado.
Estaba furiosa, con lágrimas de coraje en mi cara, y cuando empezaron a mencionar los argumentos de mis compañeros, dijeron cosas que ni al caso.
Para terminar, la maestra Yolanda me dijo: «tus compañeros tienen miedo de que actúes como actuaste en la marcha». Yo sólo voltee a verla y, frente al profesor Mauricio, le contesté claramente muy enojada: «Lo que yo haga o deje de hacer fuera de la institución no me define en la parte académica. Usted jamás me ha dado clases. Sin embargo, el profesor Mauricio sí, y sabe la calidad de alumna que soy”.
Y sí. Honestamente llevo muy buen promedio, siempre cumplo con todo. Hasta cierto punto soy muy «ñoña».
La profesora Yolanda me hizo insinuaciones, dándole la razón a ellos, que «tal vez tienen un poco de razón que los ataques «
¡Yo hice TODO, TODO LO QUE TE PIDE UNA «INSTITUCIÓN» para hacer válida tu denuncia!
Seguí paso a paso. Ni siquiera enfrenté a todos los hombres que me molestaban. Incluso uno de ellos llegó a llamarme puta por haber estado con alguien de ahí. Y sí. El mismo CRISTIAN comentaba en el salón lo que había pasado entre él y yo. Incluso una chava con la que no me llevaba me dijo que él estaba diciendo que habíamos cogido y varias cosas más.
¿Yo tuve la culpa?
Tuve que parar mis estudios porque la Escuela lo único que me decía era: «Podemos hacer un cambio de salón» o, incluso (tengo audios), argumentaban «No. No es tu culpa, pero por las redes sociales no podemos hacer nada».
Antes sólo eta yo, pero desde que decidí ya no ir a la escuela, mis compañeras de clase me han hablado desesperadas porque los hombres todo el tiempo las atacan. Tienen miedo de participar en clase (vaya que conozco perfectamente ese sentimiento).
Incluso Rodrigo Moreno, este semestre el «representante de grupo», sólo por no pensar igual que ellos, me sacaba del grupo de WhatsApp para atacar el cómo pensaba.
Fui con pruebas dónde los hombres hablan sobre «a que maestras se cogían». Hablaban sobre cuál estaba más buena, etc.
Todos los «directivos» estaban enterados de esas situaciones, de todo lo que decían de ellas.
Incluso, una vez mis compañeros hablaban sobre una chica, y uno de ellos dijo: «Ya wey, sólo viólala».
¿La Escuela hizo algo?
¿QUÉ ARGUMENTO USARÁN PARA ATACARME SI YO HICE TODO LO QUE EL REGLAMENTO Y EL PROTOCOLO DICEN?