Nopal, nutrimento para el cuerpo y el alma; medicina e identidad

Por Guillermo Torres

Planta ancestral que, al igual del maíz, forma parte esencial de nuestra identidad, del imaginario colectivo y por supuesto, del ADN. Incluso, está dentro de nuestro escudo nacional.

Ancestralmente se da a raudales, principalmente en las zonas áridas, pero es una planta que resiste y se adapta a cualquier clima, igual en una zona boscosa que en el monte. Junto con el maíz posee características consonantes con nuestra cultura e idiosincrasia. Son plantas que se adaptan y resisten de pie. Como iconografía de nuestra historia y espiral social.

Actualmente, en los pueblos originarios de las alcaldías de Tláhuac y Milpa Alta, principalmente en esta última, en la Ciudad de México, se cultiva a gran escala. En todos los poblados de Milpa Alta es parte de su cultura y sustento.

Fernando Alejandre, nativo del pueblo de San Jerónimo Miacatlán, cultiva su nopalera a las faldas del Teuhtli. El menester del campo no solamente representa el digno y próspero sustento, sino es un alimento para la mente, factor identitario que reivindica origen y destino.

Orgulloso de su raíz y de ser de un pueblo originario de la Ciudad de México, expresa que el nopal, además de ser medicina y alimento para el cuerpo, es parte importante de la cultura comunitaria del a región sureste de esta ciudad.

Quizá hoy más que nunca esta planta será un referente en la alimentación, incluso la tierra por supuesto, ya que el nuevo esquema en el que se reinsertará la actividad social en todos sus ámbitos, muy seguramente requerirá que la mayor parte de las familias retomen en mayor o menor medida el menester del cultivo de alimentos.

Será necesario para complementar la actividad económica que gradualmente irá migrando a otros esquemas con respecto a cómo le conocíamos.

Históricamente Milpa Alta ha jugado un papel fundamental en el imaginario colectivo e identidad cultural de la capital mexicana. Zona franca en su momento, en la época de la fusión de dos mundos. Por lo que ahora estamos entrando en una etapa prevista por los más primeros de esta tierra como un periodo de retoma de conciencia, en la que el tejido social en conjunto, como  parte de su reconstrucción, deberá caminar nuevos esquemas y propuestas de interacción y participación.

Si bien, nada está escrito y consolidado, hoy más que nunca existe la apremiante necesidad de explorar nuevos esquemas y retomar parte de la herencia cultural ancestral de México.

Así pues, nos encontramos frente a una iconografía histórico-cultural de la identidad de México, una planta que data desde la fundación misma de esta ciudad, otrora Mexichco Tenochtítlan, que en la narrativa de la misma, en el camino de este pueblo al lugar donde se habría de fundar, el referente y lugar preciso era donde se hallara a un águila devorando una serpiente sobre un nopal.

Y aunque este simbolismo tiene una carga filosófica considerable, incluso cósmica, sí se ha representado de esa manera gráfica históricamente.

De entre todos los significados y sentidos que tiene esta planta como eje fundamental de nuestra identidad cultural, en la parte productiva de este alimento, es importante retomar en colectivo todas las vertientes que la misma pueda implicar, tales como los alimentos derivados del nopal verdura, productos orgánicos naturales que este menester puede implicar no solamente para la Ciudad de México y todo el país, sino con alcances internacionales que, sin duda, serán factor significativo de fortalecimiento no solamente de la economía sino de la identidad e imaginario colectivo.

México tiene el mayor número de especies de nopal de todo el continente americano, de las cuales quince se aprovechan para el tema alimenticio.

En Milpa Alta, el noventa porciento de su población se dedica a la producción de nopal. Lo definen como “amor a la tierra”. Lo que se cultiva y cosecha, tiene una producción anual de ciento treinta mil toneladas al año.

Actualmente, con la producción que se tiene, están incursionando ya en shampoos, cremas, cosméticos, así como una gran variedad de guisados derivados del mismo. Galletas, panqués y harina son otros productos como pan, tamales, tortilla, agua, atole y buñuelos, por mencionar algunos, todo a base de nopal.

Un factor al que se enfrenta hoy en día esta región de la ciudad es que gradualmente se está abandonando el campo, ya que sus jóvenes tienen la idea errónea de que no es redituable el campo. Al ser una alcaldía rural, sus jóvenes prefieren dedicarse a otros menesteres que al campo, derivado también de una falta de amor a su raíz, a la tierra, como lo había en generaciones anteriores.

Esto requiere un binomio que se conjugue entre los jóvenes formados universitariamente y los productores, que entre ambos formulen esquemas de colaboración que catapulten y posicionen este importante producto que va más allá de un cultivo comestible.

Como algo casi predestinado desde la memoria más antigua genética y culturalmente, hoy recobra un sentido muy peculiar en varias vertientes que, seguramente, representarán un factor esencial en la reconstrucción del tejido social, pero también e la identidad cultural a nivel comunitario y a nivel local, así como nacional.

Otro factor, que cultural e históricamente ha sido parte de nuestra identidad, es el amaranto, también muy producido en la región, así como en Tláhuac. Ambos, sin duda, jugarán un papel fundamental en la nueva normalidad, ya de por sí así se perfilaban, pero ahora con mayor fuerza serán referente como parte esencial de nuestra cultura.

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