Por Jessica Álvarez
Rubén, de complexión robusta y voz grave, con 45 años de edad, nos contó la experiencia que vivió aquel 19 de septiembre de 1985 en el Distrito Federal.
“Tuve mucha suerte porque los tres edificios a los que entré minutos antes se cayeron ese mismo día. Yo me encontraba en la Colonia Doctores, trabajaba repartiendo periódicos a distintas oficinas de ese rumbo. Fui afortunado porque diez minutos aproximadamente fueron la diferencia entre que yo siguiera aquí o no”.
Rubén tenía 14 años en ese entonces. Lo recuerda bien porque su cumpleaños era al día siguiente. Trabajaba para el Sol de México y su labor era la de llevar periódicos a diferentes instancias, algunas de ellas como Televisa, Cablevisión y la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, edificios a los que entró y que se derrumbaron minutos después.
Moviendo los ojos como si eso lo ayudara a recordar mejor los hechos, comenta que el lugar donde sintió el movimiento de la tierra fue a unos cuantos metros de la Procuraduría, llegando casi a las oficinas del Heraldo de México.
Mientras iba en su bicicleta tuvo una sensación de mareo intenso, tanto que perdió el equilibrio por el peso de los periódicos. A los pocos segundos todo comenzó a sacudirse pero él no pensaba que eso fuera un temblor, pues aun con sus vagos recuerdos, a sus 14 años jamás había experimentado un movimiento telúrico de tal magnitud.
“Pensé que se trataba de una guerra, porque en algún momento se escuchó un estruendo, como cuando explota algo, además de que todo se sacudió. Cuando volteé hacía atrás, lo único que pude ver fue una espesa capa gris de polvo”.
Lo que en realidad vio fueron los vestigios de los diferentes edificios que cayeron justo detrás de él. Aún sin dimensionar lo ocurrido y sin poder bajar por completo de su bicicleta por el peso de lo que llevaba consigo, comenzó a ver personas corriendo, algunos en ropa interior, otros envueltos en toallas o sábanas debido a la hora a la que se dio este suceso.
“Se veían tan confundidos, otros tantos cubiertos de sangre por los golpes… Cuando terminó, intenté ir a mi casa pero, al avanzar dos cuadras, me di cuenta del tamaño del problema. Vi edificios derrumbados. Mucho dolor en la gente. Personas cargando a sus hijos, no sé si desmayados o muertos. Gente ayudándose unos a otros; habían gritos, lagrimas”.
Al volver a su hogar, Rubén tuvo que pasar nuevamente por la Procuraduría, la escena fue desgarradora, pues asegura que vio cómo el edificio terminaba de caerse, enterrando así a decenas de personas que no lograron salir.
Días después, al dirigirse a su trabajo, una nueva imagen se quedó grabada para siempre en su memoria. Según sus recuerdos, las morgues llegaron a su límite, por lo que tuvieron que improvisar una sobre la calle Niños Héroes.
Alrededor de un kilómetro de distancia estaba repleto de cuerpos apilados, algunos envueltos en sábanas y otros tantos en bolsas de plástico negras, un hecho que jamás podrá borrar de su mente, pues asegura que ese es el recuerdo más doloroso que tiene de aquel día.