El 85 en el Metro. Las cajas con olor a muerte

Por: J. Tonatiuh Pérez Cisneros

Hace 31 años el Metro sufrió daños considerables por el terremoto del 19 de septiembre de 1985. Las torres de la estación Pino Suárez se colapsaron, muchos compañeros fallecieron, el edificio administrativo se facturó y tuvieron que demoler la mitad del mismo. Tal vez fueron los daños más recordados.

Los trabajadores de varias áreas tuvieron que ser reubicados. Al edificio del Metro Revolución, en sus cuatro pisos, le tocó albergar a trabajadores.

Desde que arribaron vieron cosas muy extrañas, pero sin manifestarse en las historias que ya conocen y faltan por contar. Dicen que el piso estaba completamente negro, que tuvieron que limpiarlo y pulirlo en varias ocasiones para recuperar su color original, gris. No había vidrios en las ventanas, nada más estaban los marcos.

No todo el edificio estaba ocupado por oficinas. Más de la mitad eran bodegas de diferentes áreas del desaparecido Departamento del Distrito Federal (DDF).

El segundo piso lo encontraron habilitado como bodegas de parquímetros. Lo más raro era que la única lámpara que servía estaba iluminando una silla que quedaba en medio de un círculo formado por los parquímetros. Se les hizo muy raro, ¿quién la colocó ahí? y ¿por qué?, preguntas que nunca ha tenido una respuesta, pero que muchos recuerdan como si fuera ayer. Una silla rodeada por los parquímetros, haciendo un círculo.

Meses después de aquel 19 de septiembre 1985 empezaron a llegar cajas de cartón rescatadas de las torres de Pino Suárez, información que necesitaban ya que contenían los contratos que el STC-Metro había firmado con empresas externas.

Todos pensaron que el olor de las cajas sería de humedad, de viejo o de algún olor similar. ¡No! el olor a descomposición de cuerpos estaba en las mismas, el olor a tristeza, el olor a muerte estaba impregnado en cada una de las cajas de cartón que fueron llegando al edificio del Metro Revolución.

Si de por sí ya era extraño el edificio, ahora con los nuevos hechos se volvía más insólito. Dicen los estudiosos del fenómeno paranormal que las energías se llegan a quedar en algún objeto inanimado, esperando una luz para acceder o encontrar el camino al descanso eterno.

A lo mejor la mujer que llora, las huellas de las botas dieléctricas, los golpes en el escritorio y las historias que faltan, son energías que llegaron en las cajas de cartón. No sé, ustedes tienen la última palabra de estas historias contadas por trabajadores del edificio del Metro Revolución.

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