El mensaje en el parabrisas del “vocho”

(Voces del sismo)

Por Tamara Cuevas

“Llegamos al consultorio en ruinas de mi hermano. Su vochito estaba estacionado enfrente, las ventanas llenas de polvo y tenían escrito ‘Auxilio, ayúdenme’ ”.

La mañana del 19 de septiembre de 1985, Maricela estaba preparando a sus dos hijos para llevarlos a la escuela cuando, de pronto, su rutina se vio interrumpida por una fuerte sacudida.

A los pocos minutos, de manera casi milagrosa, entró una llamada a su casa. Era su hermano Raúl, quien por el otro lado de la línea se escuchaba alterado y aterrado. Uno de sus siete hermanos se había quedado atrapado en los escombros del edificio donde trabajaba.

Manolo, de 24 años, presentó su tesis justamente ese día. Salió muy arreglado de su casa, se despidió de “Goyita” – como él le decía de cariño a su hermana Maricela – y partió en su vocho.

Estudió Odontología en la UNAM. “Soñaba con el billete verde, como él me decía”, recuerda Maricela entre risas.

–¿Entonces aspiraba a llevar una buena vida, económicamente hablando?

–Si, fue el único de la familia que terminó la carrera.

El joven de 24 años brillaba con luz propia. A pesar de tener un carácter fuerte siempre estaba rodeado de amigos. Era un perfeccionista, “le gustaban las cosas bien hechas y amaba a su perro”.

Fanático de John Travolta, Manolo se vestía como dicho actor en la película Fiebre de sábado por la noche y, según Maricela, bailaba justo igual.

“Para festejar el 15 de septiembre, se fue a Acapulco con sus amigos de la Universidad. Me contó que cuando fueron a una disco de por allá y cuando todos se habían ido, le pidió al encargado que lo dejara bailar unos momentos en la pista a él solo…y lo dejaron. Sus amigos no lo podían creer”, pronuncia estas palabras y pareciera que entre líneas está diciendo que, a pesar de la tragedia que se vendría después, su hermano fue feliz esa noche.

Maricela, ahora de 58 años, aún recuerda cuando las maquinas llegaron a levantar paredes completas para buscar el cuerpo de Manolo.

Los hicieron ir, a Maricela y sus otros hermanos, a alguna delegación – no recuerda cuál era – para reconocer el cuerpo.

“Lo que sale en la televisión no es nada. La Ciudad era un caos, yo no sabía qué hacer”. Hace memoria y se detiene un momento, como cuando alguien se transporta al momento que está recordando.

No vio ni un cuerpo completo, un brazo estaba por aquí y otro por allá, a veces sólo estaban las cabezas pero no las extremidades. Eso fue demasiado para ella y prefirió que Adrián y Raúl reconocieran a Manolo.

El cuerpo venía envuelto en algo que parecía una sábana. Lo velaron cerca de la Colonia Doctores, el 20 de septiembre, el día en que el futuro dentista de la familia cumpliría 25 años.

***

fa-elmensaje

–¿Qué es lo que sientes cada 19 de septiembre? ¿Tristeza?

–No, siento nostalgia. Pero estoy tranquila, siempre que pude, ayudé a mi hermano.

Ahora Maricela tiene cuatro hijos y seis nietos. Los defiende a capa y espada como lo hacía con sus siete hermanos desde que tenía seis años. Aún puede viajar entre las memorias que hay en su mente y encontrar momentos exactos en los que, sin pensarlo, daba la vida por sus hermanos, momentos en los que se quedaba sin tomar ni siquiera un vaso de leche por dárselo a las otras siete personas que vivieron con ella durante su niñez, entre los cuales siempre estuvo Manolo.

***

–¿Quién pudo haber escrito ese mensaje que ustedes encontraron en el vochito de su hermano el día del terremoto?

–No lo sé, nunca lo supimos.

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