Lupita en close up: la bebe que se fue a los 10 días

Texto y foto: Alejandra Rojas Sebastián

 

El archivo fotográfico de fiestas y eventos familiares está rebosado de capturas realizadas por alguna de las cámara que hemos tenido, desde las Kodak con rollos de 110, hasta las de rebobinado automático, hicieron que mi primera compra, de inversión a largo plazo fuera mi cámara Canon A520, sin saber que ese legado fotográfico dejaría, como fotografía periodística, las únicas fotos que existen de Lupita.

 

Después de una larga espera de nueve meses, con la esperanza de Oliver, el niño más chico con sólo 11 años, deseando que está vez, el no saber el sexo del nuevo integrante valiera porque fuera un nuevo niño, hombre, como él en casa, no fue así. Sin embargo, después de largo tiempo, Hellen había traído la oportunidad ver un nuevo ser.

 

La situación era diferente, todo salió diferente esta ocasión, incluso el día de la foto, salimos corriendo de casa al saber que la nueva mamá y la nueva niña. Sí, una niña más, donde las mujeres son el doble por cada hombre que hay en casa. Habían llegado del hospital.

 

Las ilusiones de Oliver se vieron truncadas, pero el asombro superó su ilusión, no se explicaba cómo una nueva niña llegaba en brazos de su prima.

 

Lupita había llegado envuelta en cobijas rosas, con piel roja aún y menos de 24 horas de nacida. Ya estaba en casa de su abuela materna. Hellen me dejó acercarme y descubrirla. No esperé más Prendí la cámara y apunté para capturarlas. Ese era un momento festivo, no había más, no era de pensarse. Tomar fotos, algunas desenfocadas, barridas, pero con la intención de querer preservar esa primera imagen de ellas juntas.

 

Él no sale, lo recuerdo bien,  Edgar, el padre de ella no sale. No me atreví a hablarle, sigo preguntándome por qué, era extraño todavía para mí y para la familia.

 

Hellen estaba terminando su carrera, entre el servicio y la tesis. Hellen también estaba embarazada. Ante la sorpresa de sus papás no dejó de ser estudiante y se preparaba para ser mamá. Las cosas cambiarían y nadie sabía eso.

 

La Tía Soco, que es la que se encarga de los primeros baños de los niños recién nacidos en casa, llegó a bañar a Lupita. Seguía con la piel rojiza. Aún recuerdo sus rasgos: nariz pequeña, puños cerrados, boca delgada, cabello castaño. Se parecía a él o a ella, o a ambos. “La hicieron con amor, está bien bonita”, había expresado la tía.

 

La tarde-noche se llenó de fotos que, para ser sinceros, no eran las mejores. Era el último fin de semana para regresar a clases de vacaciones de verano, era domingo, todos volvimos a nuestra casa recordando y viendo aquellas fotos, Lupita se llamaría unos días después.

 

La noticia llegó llena de incredulidad, negándonos a aceptar que la alegría durara tan poco, que las fotos decían otra cosa. Ella estaba llena de vida. La cicatriz de la cesárea decía que iba a ser más dolorosa su partida que su presencia. Se fue, después de diez días en casa. Lupita regresó al hospital y nunca más regresó a casa.

 

El mensaje llegó: “Pásame las fotos por favor”. Seguramente como muchos datos en la red, su imagen sigue navegando, pero Lupita, que así la nombraron con la esperanza de que se recuperara, quedó fotografiada a primer plano para no olvidar sus rasgos.

 

Después de enviar los archivos nunca más he vuelto a ver las fotos, aunque sé que en casa de su abuela la fotografía se volvió una oportunidad para ellos de verla.

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