Por Mónica Loya Ramírez
Creo en la diversidad. Estoy convencida de que nos enriquece. Respeto que una mujer talentosa, del origen que sea, exprese su punto de vista y nos brinde una visión del mundo, de su mundo, del entorno en que creció. Leer visiones distintas nos fortalece. Lo que no ayuda es la descalificación de las otras historias, de las otras miradas. Lo que no alimenta es la falta de contexto, la mirada al ombligo. Contexto. Con texto.
Sin el contexto esa visión de un feminismo trasnochado, que regresa a los setenta, nos hace pensar, como muchos han querido, en una bola de mujeres histéricas exigiendo ¿Barbaridades?
El contexto importa. Para la sorpresa de muchas mujeres en Estados Unidos, llegó a la presidencia un hombre marcadamente misógino que no sólo habla pestes de las mujeres y cómo las “conquista” sino que es capaz de determinar las políticas públicas hacia ellas.
Algunas personas no creen en el humor social, pero a partir de una “normalización del racismo” que llegó de la mano de Trump a la vida pública se han documentado ataques a mexicanos y musulmanes en ese país. No es imaginación de los grupos de migrantes.
La señal de alarma sobre la manera en que la “cabeza” de ese gobierno estaba tratando a las mujeres y sus posibles repercusiones, hizo que miles de mujeres estadounidenses salieran a poner un alto con la Women´s March.
En México según el estudio: Asesinatos de mujeres en México (noviembre de 2016), de la investigadora Irma del Rosario Kánter Coronel, en el periodo que va de 2007 al 2012, los Feminicidios se han incrementado en un 155 por ciento. Los asesinatos pasaron de 1,083 en 2007 a 2, 764 en 2012. Las mujeres en muchos lugares están literalmente luchando por su vida.
Por eso decidimos salir a las calles a decir: «Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente» para evidenciar esa problemática. Porque a pesar de los Tratados Internacionales, las Alertas de Género, las leyes, las promesas de campaña, miles de mujeres no son visibles, no existen. Salimos a las calles a gritar #NiUnaMenos para dejar de ser un número más, una estadística, sino mujeres de carne y hueso. Las están matando. Nos están matando. Para muchas mujeres esta realidad, este contexto, es una emergencia nacional.
Sí quiero leer a la joven Valeria Luiselli , quiero que nos cuente cómo se imagina el feminismo del futuro y cómo le gustaría que fuera, pero no la descalificación, el «bostezo» que le provoca lo que hacen ahora miles de mujeres, en un intento por cambiar las cosas que están sucediendo en su entorno ¿Pero qué necesidad? A mí me da mucho gusto que una escritora pueda triunfar en esta época sin tener que meterse en un convento, como hizo Sor Juana. Contexto.
¿Cómo vivir en democracia si descalificamos a quienes no piensan como nosotros? Eso pasa una y otra vez. Las diferencias nos enriquecen. Respetémoslas. Aprendamos de ellas. Aprendemos de Alberta, Jacinta y Teresa, mujeres indígenas que pagaron por un crimen que no cometieron. Y de Valeria Luiselli, una cosmopolita escritora mexicana. Construyamos puentes.