Por Alejandra Zúñiga Sánchez
Les dicen que no pero no quieren entender. Los “vagoneros”, famosos en la Ciudad de México por vender todo tipo de artículos en el Sistema de Transporte Colectivo Metro, no entienden órdenes.
En los primeros días de agosto, la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, así como el STC diseñaron el operativo “Cero Tolerancia”, con el que se pretende evitar eliminar la figura del “vagonero”.
Esta “mafia” lleva años infiltrada en el STC, y ha sido solapada por las mismas autoridades capitalinas.
“Su presencia es la queja más fuerte que hemos recibido de los usuarios”, dijo el director del Metro, José Gaviño, a lo que añadió que con el operativo están tratando de “limitar gradualmente su presencia”.
Si uno se sube al Metro en la estación Tasqueña y se baja en la de Hidalgo, sale siendo todo un conocedor de la música de Julión Álvarez, Juan Gabriel, de los éxitos de los 90, las rancheras o las canciones de moda. Además, puede adquirir el kit para arreglar esas uñas descuidadas, la engrapadora que cose, los marcadores que todo niño quiere tener, el lapicero de colores e inclusive, en la época navideña, puede conseguir la nariz de reno que prende y apaga.
El 17 de agosto arrancó el operativo con la presencia de casi mil 700 uniformados. El saldo de vagoneros detenidos fue de 200. A partir de ese día, los operativos han seguido. Al día se registran varios arrestos e incluso el 20 de agosto, oficiales fueron agredidos por estas personas al momento que se les dijo que dejaran de vender y fueran donde ellos estaban para después ser detenidos.
Para el 24 de septiembre, si uno utilizaba el Metro, seguía encontrando esa engrapadora que cose, las toallitas para despintar las uñas, los CD’s que les quedaron de las fechas patrias. Lo innovador eran las bolsitas de frutos secos para entretener el hambre y el libro que reúne las biografías de los presidentes que ha tenido México.
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¿Cómo es que siguen vendiendo? Entran a la estación del Metro con bolsas, por lo general negras, para que no vean que traen mercancía. Al momento de abordar el tren revisan que no haya ninguna autoridad y ya teniendo el control del terreno, comienzan con su discurso.
La introducción es que venden “X” producto que tan sólo “¡le vale 10 pesos, 10 pesos le cuesta!” Poco antes de llegar a la siguiente estación guardan la mercancía y se paran en la puerta para luego salir del tren y esperar a abordar el siguiente, pero con precaución de que no haya autoridades.
Hay otros que no venden nada pero que se paran en medio del vagón y dicen: “No vengo a robarle y espero no incomodarle”, posteriormente hay algunos que explican que no tienen trabajo y están enfermos, por lo que si dicen todos es que si la gente les da “una monedita que no afecte su economía” les estarían muy agradecidos.
Los “bocineros” son los más buscados y los más fáciles de detectar. En una mochila “esconden” una bocina de unos 50 centímetros, en otra bolsa cargan con el aparato reproductor de CD’s y con los demás discos.
Entran al tren, se paran en medio del vagón y a todo volumen deleitan a los usuarios con música de banda, rancheras, el top 10 de las más escuchadas, las 90 mejores canciones de los años 90 y posteriormente las repiten su repertorio por el resto de los vagones y uno los puede dejar de escuchar cuando ya están lo suficientemente lejos.
“Hace algunos años era más fácil estar en este negocio, con lo que mi familia sacaba podíamos comer e inclusive darnos algún lujito de vez en cuando. Ahora la cosa está más difícil, supongo que no somos los únicos que estamos así”, dijo uno de los “vagoneros” que prefirió mantenerse en el anonimato, puesto a que “nunca se sabe”.
Lo que un grupo de “vagoneros” reclaman es que no entienden las quejas de los usuarios puesto que les venden productos de buena calidad, pero más barato.
Estas personas entran dentro del grupo de trabajadores informales, como muchos que habitan en el país, sólo que ellos no tienen sindicatos oficiales y tienen que pagar sobornos a las autoridades para que los dejen trabajar.
Hoy, a 9 de octubre, el éxito del operativo se ve lejano. Siguen deteniendo a “vagoneros”, aunque ya casi no se ven policías. Las consecuencias no son graves, sólo tienen que pasar una noche encerrados para no pagar alguna multa o dar 600 pesos a la policía para que los dejen salir y regresen con su mercancía a los andenes.
Parece que los éxitos de los 80s y 90s seguirán siendo el soundtrack de los viajes de millones de usuarios del Sistema de Transporte Colectivo, los libros de Paulo Cohelo, los chicles, chocolates, pañuelos desechables, el juego de tijeras para las uñas, los rompecabezas y demás artefactos seguirán al alcance de “¡10 pesos le vale, 10 pesos le cuesta!”.