(Voces del sismo del 85)
Por María Fernanda Guzmán Ramírez
Entre 10 mil y 30 mil personas perdieron la vida en el terremoto que alcanzó una magnitud de 8.1 el jueves 19 de septiembre de 1985. Sólo 3 mil fueron rescatadas de entre los escombros. Guadalupe Ferreira fue una de ellas.
Yo tenía 25 años, iba a la universidad por las tardes y en las mañanas trabajaba. Entraba a las 7 de la mañana a mi trabajo en Conasupo, en archivos, justo al mismo tiempo que las personas de intendencia.
Ese día tuve un presentimiento. Siempre fui muy intuitiva. Percibí un aroma diferente. Un aroma que venía de la tierra, tipo gas, como minerales. Quise decirles a los demás que salieran, pero no tenía ningún argumento válido.
Para tratar de calmarme fui a tomar un café. Antes de bajar las escaleras sentí un silencio fuera de lo normal. Me puse alerta. No sabía qué iba a pasar, sólo sabía que iba a pasar algo.
En mi cabeza se escuchó “SALTE AHORA”, así que aventé mis zapatos y salí corriendo. Sentí que alguien quería detenerme, pero entonces el movimiento empezó. Nos caímos, estaba rodando sobre escaleras. Tuve que sujetarme del barandal de fierro, parecía casi como de película. Escuché estruendos parecidos a una bomba.
Yo pensaba que había sido una bomba. No fue sino hasta que me rescataron cuando me enteré que fue un sismo. Nunca pensé en la dimensión de un terremoto.
Logré salir a la calle y vi cómo el edificio de enfrente, el que veía todos los días, se desplomaba justo frente a mí. Me escondí en donde pude, detrás de unos escombros. Comencé a rezar, yo creí que estaba recitando una oración, cuando me di cuenta estaba rezando el Himno Nacional. Ahora me da un poco de risa recordarme así, pero también con el tiempo, se volvió mucho más significativo.
Cuando me di cuenta, me vi entre escombros, en total oscuridad. Había autos enterrados y pedazos de edifico.
Primero estaba yo sola, luego encontré a una chica y a una señora, la chica estaba ensangrentada. Al principio podía escuchar a los rescatistas. Grité, nos decían que nos calmáramos, pero grité lo más fuerte que pude. Creo que por eso se me estallaron vasitos de sangre en la garganta, las venas de la piel se me reventaron.
Todavía me tiembla el cuerpo. Estoy segura que mucha gente quedó mutilada.
Se me hizo muy poquito tiempo, pero realmente estuve un día y medio bajo escombros. La mente te la juega para poder sobrevivir.
De pronto nos encontró un perrito, era un pastor alemán precioso. Cuando salí vi muchos cadáveres, gente del ejército y civiles. El rescatista se desmayó. Nunca supe su nombre.
Me dirigí a que me tomaran los signos vitales, pero en el ajetreo no tomaron mis datos. Comencé a caminar, a caminar, a caminar. Quería ir a casa, quería buscar una salida y quería saber que todos estuvieran bien. Me quedé pensando en los niños atrapados.
No quiero ser víctima, pero finalmente fuimos víctimas de la naturaleza. Quedé en un pánico el resto de mi vida.
Ahora prefiero pensar que es una hermosa oportunidad. Me quedó la sensación de que tengo que hacer algo al respecto. Es como si le debiera algo a la tierra… Ayudar a todas las personas.