La noche más ruin

 

Por Sandra Moreno

 

El mundo reporteril me abrió las puertas en de la nota roja. La muerte era la principal protagonista de mis notas y tengo que aceptar que aprendí a serle indiferente. La vi como lo que es, parte del ciclo de la vida.

 

Sin embargo, desde que llegó el Covid-19 a nuestras vidas, siento que camina al lado de cada uno de nosotros y está más cerca que nunca.

 

El jueves 23 de abril, la muerte me confirmó mi teoría…

 

Esa mañana me desperté con mucho dolor de cabeza, más cansada que de costumbre y tenía que trabajar.

 

Mi día laboral comenzó con una visita al Hospital Juárez. Al llegar todo estaba cerrado. Ni un paciente más entraba al centro médico y los tres pisos del lugar estaban llenos de casos de Covid-19. Familias salían llorando. Su ser querido no podía ser atenido o la muerte había llegado.

 

Tenía un nudo en la garganta y, para rematar, encontré a una mujer que buscaba desesperada atención para su hermano y nadie se la había podido dar. Ella, junto con su familia, corrieron al Hospital General de la Villa. Ahí podían recibirlos.

 

La seguí y, al llegar, nos recibió un cuadro de 30  policías resguardando el lugar. Una familia de 10 personas lloraba a gritos por su “hermanito” y reclamaba a dios el habérselo llevado.

 

Los familiares lloraban junto a un taxi tipo sedán que bloqueaba la entrada a urgencias. Media hora antes, el “hermanito”  había llegado en ese taxi mal herido. Bajó por su propio pie y justo en la entrada se desvaneció. Por la falta de camillas, los policías tuvieron que arrastrarlo a medio pasillo. La sangre dejó evidencia de lo que había ocurrido.

 

El fuerte dispositivo policiaco era porque se temía que llegaran a querer rematarlo, pues entre los curiosos se había corrido la voz de que el joven “hermanito” pertenecía a un grupo criminal.

 

La muerte apenas estaba calentando…

 

Las hermanas de “hermanito” seguían sollozando “¿por qué dios, por qué te lo llevaste?”,  o “¡por favor despierta!”, pero todos estos llantos cesaron cuando otro taxi llegó a toda velocidad.

 

El vehículo no pudo estacionarse, porque el taxi del que hace unos momentos se había bajado “hermanito” bloqueaba la entrada. Los familiares del recién fallecido se movieron lo más rápido que pudieron y desaparecieron para darle paso a “madre”.

 

“¡Ayuda! “¡Le dio un paro cardiaco! ¡Ayuda!”, gritaba un joven de aproximadamente 18 años. Los treinta policías, más los que estábamos, mirábamos atónitos lo que sucedía. Nadie entendía nada.

 

El chofer de la unidad, quien era el esposo, se bajó y gritaba “¡ayúdennos que le dio un paro!”, pero ninguno de los dos explicaba a quién le había dado el ataque al corazón.

 

El esposo de “madre” seguía gritando “¡aquí todos se hacen pendejos!” Los policías se acercaron al auto y pidieron apoyo de más compañeros.

 

La sorpresa fue que “madre” era una mujer de entre 45 y 50 años, que pesaba aproximadamente 180 kilos y entre dos personas no la podían bajar del automóvil.

 

Entre diez personas la cargaron en una sábana y, justo en la rampa de acceso, el peso de “madre” los venció. El cuerpo inconsciente cayó. Entre todos la volvieron a colocar y como pudieron entraron a urgencias.

 

Detrás del señor y el joven llegaron 20 personas más, entre hijas, tías, primas y vecinos (en las familias mexicanas jamás nos vamos a quedar solos). Todos estaban preocupados. Hablaban entre ellos. Explicaban lo que había ocurrido.

 

Madre estaba en su casa viendo el programa de las ocho. Se había levantado del sillón para ir al baño. Cuando iba a abrir la puerta gritó que no se sentía bien y se desmayó. De inmediato toda la familia se movilizó para salvar su vida.

 

A los diez minutos el esposo de “madre” salió limpiándose las lágrimas y, con la voz entrecortada, les dijo a todos que su esposa había fallecido. Los doctores habían intentado reanimarla, pero llegaron demasiado tarde.

 

Una vez más, los gritos y sollozos se escucharon por toda la calle. Las hijas de “madre” se tiraban al suelo. Los tíos las intentaban consolar, pero el dolor ya estaba.

En esta pandemia la muerte camina muy cerca de nosotros, no va a bajar la guardia y estas escenas las veremos con frecuencia. Muchas noches ruines están por llegar.

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