Por Melchor Arellano
En su documental “La guerra que usted no ve”, el australiano John Pilger nos presenta de modo realista y crudo, los avatares de la manipulación mediática, producto del juego macabro del poder. Nos introduce y hace recorrer el mundo oculto del periodismo y comunicación. Pilger desnuda el juego pernicioso entre poder y medios o el papel maniqueo de los medios de comunicación sobre la sociedad. Comienza por dar cifras sobre la Primera Guerra Mundial: 16 millones de muertos y 22 millones de heridos, sobre lo que poco o nada se dice.
Cita al británico Lloyd George (uno de los grandes oradores del Siglo XX y ejemplo de congruencia), quien diría, “si quisieran terminar con el horror de la guerra, esta terminaría mañana”. Hoy los medios informan falsamente sobre las guerras, siendo los periodistas el ECO mentiroso de éstas.
Estados Unidos se caracteriza por vender guerras al pueblo estadounidense, apelando a los impulsos escondidos de este (racismo y xenofobia), pero sobre todo, mediante la imposición del miedo, como garantía de seguridad. Lleva la guerra contra la población, haciendo que esta acepte y apruebe cualquier incursión bélica del país en el mundo, “convencida” de que se trata de su propia seguridad.
En esa maximización de la mentira, no se escatima en reconstruir a Edward Bernays (afirmador de la publicidad), cuando generó el vicio del cigarro en la mujer vendiéndolo como símbolo de liberación de esta. Así se publicitan también las guerras: acudiendo a los formatos de creación de ficciones para venderlas como garantía de paz y seguridad.
De esta forma, los hechos adquieren vida propia, como la venta de conflictos a través de información manipulada y frente a una alienación (actuación programada) total de la población. Así ocurrió en la I y II Guerra Mundial, Vietnam, Irak, Afganistán, donde el New York Times, Washington Post, Time, NBC, CNN y demás se constituyeron en ejemplos de complicidad y divulgación falsa.
Los periodistas presentes en la cobertura de conflictos bélicos en el mundo, se han transformado en voceros del poder, los cuales, si hicieran bien las cosas, no se habría invadido a Irak o Libia, por ejemplo. Los medios impresos y electrónicos, encubren la realidad con engaños; mentiras que venden como verdades. Los cuerpos militares estadounidenses y occidentales hablan de “campaña amistosa con los medios” antes de iniciar hostilidades, con el propósito de ponerlos de su lado y hacerlos cómplices de sus ulteriores atrocidades.
Sobre todo, los periodistas empotrados, que se impostan en los ejércitos, para aceptar los dictados estadounidenses y británicos, en el caso de Irak, Afganistán y Libia. Se incrustan en las unidades militares, convertidos en corresponsales conviviendo con las tropas. Todo está dirigido. No son críticos con los gringos y británicos o galos. Se convierten en simples cajas de resonancia.
Se busca insistir hasta afirmar las mentiras. Se pasa de una ficción a otra, afirmando el circo mediático. Por ejemplo, la estatua de Sadam Husseim en Bagdad, fue derribada por órdenes de un miembro del ejército estadounidense. Las cámaras de la prensa mundial, fueron puestas en una secuencia simulada para hacer creer que eran ciudadanos iraquíes los que realizaron el acto. Entre más exageren los medios sobre un hecho, más se justifica el abuso de la fuerza. Es la guerra que no vemos en materia civil. Tenemos dos mundos distintos: civiles muertos por doquier con toda la impunidad del mundo, asesinados por decenas de miles y, el mundo falso que los medios describen.
Pilger nos habla de la importancia de diferenciar un periodista empotrado a uno independiente. Gracias a estos últimos, hemos conocido parte de la verdad. Se habla poco o nada de los refugiados, a los cuales se les convierte en terroristas. Se aterroriza a la población para cometer las mayores atrocidades.
Callar y matar a periodistas rebeldes. En el caso de Irak, todos los periodistas occidentales eran empotrados. Estados Unidos dice siempre que las cosas no son tan terribles, cuando son todo lo contrario.Nos habla de guerras en el mundo que nunca conocimos, pero que nos “amenazaban” constantemente.
Collin Powell (ex Secretario de Estado durante la administración de George W. Bush) mintió en el seno de la ONU, para justificar la invasión a Irak. Buscan y logran convencer sobre la importancia de la mentira. El poder logra una participación masiva de los medios en la promoción de las guerras. Los periodistas se convierten en mentirosos profesionales. No buscan defender a los indefensos, sino al súper poder. Esto constituye una de las peores vergüenzas del ejercicio mediático.
Son pues, cómplices y justificadores de la mentira, al convertirse en campeones de la impunidad. Entrevistando al reportero Gallaham, este dice que los medios nunca hicieron bien su trabajo y aducen que fueron engañados; que el Estado engaño a los medios de comunicación. La mayoría de medios transmiten lo que les dicen los altos mandos del ejército y los políticos. Nadie rinde cuentas a nadie. La justicia es una banal ilusión.
La información entregada por los gobiernos (sobre todo invasores) se publica como cierta. Siempre se es aliado de las fuerzas más represivas. En la Guerra de Vietnam, se habló de daño colateral: más de 3 millones de muertos en su mayoría civiles. Todos los civiles son convertidos en enemigos, cuando debieran ser respetados en todos su derechos. También tenemos el cine de mentiras, tejido al amparo de lo sucedido en Vietnam. Se alaba el falso heroísmo y del invasor se convierte en víctima y fuente de expiación de culpas. Se elige a los lunáticos como presidentes y se es cómplices de sus esquizofrenias.
Las torturas y asesinatos quedan siempre impunes. No hay castigo en tribunales civiles, no militares. Los periodistas empotrados, todo lo ven desde el punto de vista del ejército invasor. En Vietnam 70 por ciento de muertos eran civiles, mientras que en Irak el promedio de civiles muerto fue de 90 por ciento.
En Afganistán se bombardea a poblaciones civiles sumidas en la pobreza total; igual en Kenia, Somalia, El Líbano, Siria, la franja de Gaza y Cisjordania. Familias enteras son enterradas en la misma tumba, casi siempre sin cruz que las identifique. Los ataques y muertes occidentales, son justificados aduciendo que “solo son números” o responden a “daños colaterales”. Por eso, los musulmanes británicos y franceses, no confían en sus medios.
Miles de asesinados en su propios países, son testigos de un periodismo mentiroso, vendido y aliado al poder. Nadie cuestiona a los políticos. Tras la Guerra en Irak, siguió el bombardeo, causando grandes bajas civiles sin que ningún comunicador dijera nada. Hubo un millón de niños muertos, por el bloqueo económico mercantil contra Irak. Se castiga a la población civil de modo impune, brutal y sin ninguna culpa. Mientras, periodistas y comunicólogos en general, asumen una postura blandengue. Todo ello fue aceptado por los empotrados, en Irak, Libia y otros.
Periodistas y comunicólogos fueron mercenarios de las recompensas: entrevistas de alto nivel, información privilegiada que favorezca al poder, viajes y atenciones especiales. De esta forma, invasores y periodistas se mueven en una relación de complicidad.
Han sido voceros de la propaganda israelí, mientras estos masacran con impunidad a palestinos. Obama se convirtió un farsante, que triunfó con un slogan irreal de paz: tenemos hoy más guerras, cuando prometió menos belicismo. Su marca o insignia de poder, persiguió a informadores como WikiLeaks, mientras siguen los asesinatos en Irak y Afganistán.
Todo es un complejo de inteligencia e industria militar, donde se publica información favorable a los intereses del poder. Guantánamo permite el blanqueo de dinero estadounidense (convertido en fabricación de armamentos). Son factores y sectores de conciencia que se busca reproducir. De acuerdo a Pilger, para los invasores, los periodistas de investigación, son “la principal amenaza para el mantenimiento de la defensa y por tanto, son grupos de terroristas”.
Se vive un estado de guerra permanente, donde la ganancia es mercantil. Hoy nos hablan de nuevas y graves amenazas de destrucción, como las cibernéticas y el fundamentalismo musulmán impostado en el Estado Islámico (EI). De esta suerte, los mediosque cubren las guerras, se han convertido en crédulos y serviles.
Asumen que el público no tiene derecho a la información y fuentes fidedignas, haciendo prevalecer los intereses despiadados de las clases dominantes. Se vive al amparo de la construcción propagandística de guerras falsas, como el gran y mejor negocio del milenio y el control del poder omnímodo concentrado en el .98 por ciento (menos de un punto porcentual) de la población global.
En estos momentos, apremia estar al servicio de la sociedad y no del poder. Debemos poner al alcance de los demás, la información necesaria para ser libres. Los gobiernos saben muy bien cómo manejar la información en el mundo para manipular, enfrentar y mal informar a la sociedad. Los medios aprenden a no decir nada sobre el poder y corrosión del dinero. Mentir es la tendencia, dándonos la versión que quieren de los hechos, para generar una opinión que convenga al interés de los poderosos.
Como lo sentenciara Bernays(“el hombre que hizo fumar a las mujeres”) mismo, la manipulación inteligente de las masas es un gobierno invisible, que es el verdadero poder gobernante en el mundo. Así las cosas, las guerras y frases de impacto nunca se han detenido, no se detienen ni se detendrán. Diarios y teleaudiencias, no son garantía de ninguna información real, sino de la verdad oculta, de la simulación e impunidad de los sucesos en el mundo. Es en suma, el ocultamiento mediático y pernicioso del mundo real.