La extradición de Emilio Lozoya, la reacción de la derecha y el tablero político

Por Guillermo Torres

En la misma semana de la llegada del exdirector de Pemex a México, Emilio Lozoya Austin, y su ingreso al Reclusorio Norte de la Ciudad de México, la derecha pone de manifiesto su vocación de servir a los enemigos de México.

El Deep State, que tiene como principal operador a Carlos Salinas de Gortari, un grupo de intelectuales dejan entrever su madera reaccionaria, al tiempo de que su brazo armado, el crimen organizado, por fin ha dejado entrever su verdadera función y vocación.

A partir de ahora, corre a contrarreloj su intento desesperado de desestabilizar el proceso democrático y de justicia, tanto social como electoral. El PRI se encuentra en la antesala de perder su registro, el PAN se ventila como su mejor cómplice, y ambos están frente a un descrédito sin precedentes.

Es el momento de desenmascarar su único interés, que es reivindicar su guerra contra el pueblo mexicano, en contra de la nación y, por supuesto, su gobierno legítimo.

Toda la cadena de complicidades entre los medios de comunicación, el crimen organizado y sus operadores políticos del PRI, del PAN y sus partidos satélite, se pondrán en marcha en una acción coordinada, además de su cultura de entretenimiento como apología del crimen y el terrorismo.

A lo que cerrar filas, en contra de estos grupos reaccionarios que pretenden traicionar a la patria, tanto dentro de la misma estructura gubernamental, como en un movimiento progresista a nivel nacional que reivindique de facto la voluntad y participación ciudadana.

Por supuesto que el papel que Morena está llamado a jugar es fundamental. Para ello requiere de una dirigencia visionaria, de liderazgo, pero sobre todo con la capacidad y voluntad de terminar de romper con los moldes de un partido convencional en que pudiera caerse.

México pasa por un momento en el que el respaldo que el partido debe dar tanto a sus correligionarios, ya insertos en la estructura gubernamental, como a sus bases de militancia y, claro, de manera muy particular a la ciudadanía en general.

Esto significa que su consolidación como movimiento progresista guarda una inminente urgencia. Es el momento de que, sin perder su esencia fundadora, se abra al diálogo e interacción popular que incluya y reivindique en su agenda a todos los movimientos de izquierda. Es el momento de perfilar y cerrar filas frente al oportunismo de los coloquialmente llamados “chapulines” y dar la alternativa a talentos emanados de la ciudadanía común con la capacidad, visión y enfoque a la altura de las exigencias de la Cuarta Transformación.

Más allá del triunfo y la voluntad popular manifestada en las urnas, que ya es decir mucho, hoy es necesario convocar a foros de diálogo en los que la izquierda tienda puentes de colaboración y convergencia, de coincidencias. Seguir haciendo las cosas, repitiendo los errores pasados, puede desencadenar en algo muy lamentable, más allá de los suspirantes, que desde sus bases busquen destacar a título personal, en la llamada grilla y el nepotismo.

El mismo desempeño y trabajo que triunfó en las urnas hace dos años, hoy precisa de repetirse para concertar y consensuar acciones concretas; es algo que requiere de una madurez que trascienda el enfoque personal o grupal, y que empuje el esquema a una horizontalidad y trabajo colectivo, de propuestas representadas y en marcha.

Existen movimientos que pueden dar aún más fuerza y contundencia en las bases del partido. Es preciso que vuelva a funcionar como movimiento, pero no solamente eso, sino converger en un “movimiento de movimientos” que reivindique, incluya y represente a todas las voces.

Hoy se vive un escenario político muy distinto al de 2018, y si bien es importante volver a tener una contundencia ejemplar en las urnas, ya no se pueden repetir errores como incluir en los cuadros figuras públicas que terminen desprestigiando y traicionando al partido. Es un momento especialmente delicado que necesita aún más contundencia y enfoque que hace dos años.

Los demás movimientos de izquierda deben incluirse de una u otra forma, en una alianza e intercambio de saberes y experiencias, que a no dudarlo llevan una gran ventaja en muchos aspectos y en su andar, en su espiral político y social, al que Morena no puede cerrarse y ver lo descrito como mera alternativa ante un escenario adverso.

En tal caso, es todo el pueblo el que está llamado a velar por la nación y todas sus instituciones frente al tirano, frente a los intereses ladinos y sectarios de la derecha.

Si bien es una realidad que los pronósticos electorales son alentadores para 2021 para la alternativa progresista, de la mano de ello también se cierne el fantasma de la repetición de errores que, en el mismo sentido, fueron dándose en efecto dominó en los anteriores 30 años.

Es el momento de levantar un auténtico y verdadero partido de izquierda que, sin caer en los excesos teóricos, tampoco caiga en el exceso de las apariencias y de ideas vendidas en un proceso cognitivo del electorado en esta ansiosa necesidad de terminar de consolidar un giro de ciento ochenta grados de manera definitiva y sistemática, orgánica.

En el fondo no es algo complicado, es solamente cuestión de la voluntad humana para que se establezca como constante un esquema de trabajo continuo, más allá de los menesteres electorales, en medio del cual se reivindique continuamente el menester estructural de interés nacional que integre al tejido social en la búsqueda y consecución de objetivos colectivos.

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