Por: J. Tonatiuh Pérez Cisneros
Es una estación que causa terror, y no precisamente por albergar la sede del Sindicato Nacional de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo Metro.
No lo es porque en el quinto piso del edificio que está en su exterior despache una de las figuras más terroríficas del sindicalismo mexicano, protegido por presidentes y hoy por el actual jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera.
Sí, ese ser que amasa fortunas a costa de los trabajadores del Metro. Para unos un dios, para otros el mismísimo diablo. El eterno líder sindical Fernando Espino Arévalo.
La leyenda cuenta que en el acceso poniente el líder depredador tiene un gimnasio personal que tuvo un costo de 26 millones de pesos, dinero del erario público. Pero esa historia de terror la dejaremos para otro momento.
Lo que nos interesa y nos causa menos terror que lo antes comentado es la experiencia que han vivido y siguen viviendo policías y personal de vigilancia que resguardan la estación por las noches.
Al ser una estación que no está en una zona de alta incidencia delictiva, sin contar los actos de Espino Arévalo, el inmueble no requiere de mucho personal.
Las guardias y los rondines se turnan a lo largo de toda la noche. Suben y bajan escaleras, recorren en andén con la vista y caminando. El silencio de la estación lo suele romper el voceo que se hace por el sistema de audio de la red del Metro dando indicaciones técnicas para el personal interesado.
La pasarela de cambio de andén es paso obligado para revisar las puertas de acceso. Por lo regular, los policías y vigilantes toman un descanso cerca de los torniquetes o sentados en las escaleras. Pasa la noche sin sobresaltos, mucho menos incidentes.
El cambio de guardia está a menos de 10 minutos. Por lo regular es a las 3:00 de la mañana. Pocos quieren dormir en esa estación y mucho menos entrar a “la covacha” donde pueden pernoctar un rato.
Todos los que se quedan en “la covacha” saben que no será una noche tranquila, que en cualquier momento el sueño les ganará y los minutos de terror empezarán. Muchos atrancan la puerta, otros la cierran con llave, pero nada detiene a los seres que buscan cualquier rendija para ingresar al lugar y poder hacer de las suyas.
Los testigos cuentan que hasta el momento es la estación en donde la presencia paranormal roza la incredulidad y el terror. Nadie lo cree hasta que le toca vivir la experiencia. A los que mejor les va amanecen, si amanecen, en la pasarela de cambio de andén.
¿Cómo? Ni ellos mismo saben en qué parte de la noche los trasladan sin darse cuenta. Al inicio pensaban que era broma muy pesada de los compañeros, pero al presentarse en diferentes ocasiones desistieron de pensar en la broma de mal gusto de los policías o vigilantes.
No saben si es uno o varios entes, si los cargan o los llevan a rastras, el por qué no logran despertar al momento de sentir el movimiento. Los compañeros no se dan cuenta hasta que los encuentran fuera de “la covacha”.
Como mencionamos, unos despiertan en la pasarela, y a los que peor les ha ido despiertan a pie de andén, muy cerca de caerse a las vías. Ver el pequeño abismo de la vida y la muerte. Un mal movimiento y la caída del andén de más de metro y medio de altura puede ser de serias consecuencias.
El susto de abrir los ojos y ver que el último lugar que recuerdan era un cuarto y no un andén los aterroriza más. ¿Qué los traslada? ¿Con qué fin? Aún es un misterio.
No es una estación de suicidios constantes, de hecho, tiene poca afluencia de usuarios. Los sucesos son muy extraños e increíbles. Acontecimientos que hasta el momento en ninguna estación del Metro se han vivido.