Kapuscinski: El cielo como un diamante

Por Rivelino Rueda

 

“Nos hemos escabullido de Juba de madrugada. Nuestro jeep pega saltos, los cristales tintinean, todo tiembla. El camino es como una era, de barro, de un color de moda: el rojizo (…) Debo deciros que esto es precioso. La sabana puede estar quemada pero los árboles aparecen verdes como en mayo. Montañas en el horizonte, el cielo como un diamante. Cada pocos minutos, una aldea. Redondas chozas de barro y, en medio, una plaza. En algunas se ve una tumbona con un cuerpo calentándose al sol. Me imagino que quien posee una tumbona tiene que ser un rey. Todos pensamos en el Congo”.

Si al escribir estas líneas, allá por 1960, para la revista Polityka de Varsovia, Ryszard Kapuscinski hubiera escuchado el discurso del argentino Marín Caparrós en el Congreso Internacional de la Lengua Española de Cartagena, en 2007, en el sentido de asumirse como “un cronista que literaturiza el periodismo”, seguramente el periodista polaco hubiera dibujado esa peculiar sonrisa que lo caracterizaba.

A nueve años de la muerte del gran maestro polaco de la narrativa periodística, Editorial Anagrama publica el libro Estrellas negras, un compendio de las primeras crónicas de Kapuscinski en África, entre 1960 y 1961, en donde ya aparece el magistral estilo del autor de las extraordinarias y vanguardistas obras como Ébano, El Imperio, El Sha, El Emperador, La guerra del futbol Un día más con vida, Cristo con un fusil al hombro, entre otras.

En ésta, su primera corresponsalía en el continente africano, el joven Ryszard (Pinsk, Polonia, actualmente Bielorrusia, 1932-Varsovia, 2007), de apenas 28 años, relata con toda su crudeza el proceso de descolonización de esa región de la tierra, específicamente desde Ghana y el Congo, con sus líderes nacionales Kwame Nkrumah y Patrice Lumumba, respectivamente; pero además es grato encontrarse en la lectura con diversas fotografías captadas por el propio Kapuscinski en ambas naciones.

Pero el cronista polaco no se detiene en el mero hecho anecdótico, sobre todo en medio de las situaciones extremas en las que se encuentra… Nunca se queda con el discurso o con la arenga propagandística de uno u otro lado… El periodista va más allá y narra, y esculpe historias aquí y allá, y crea con ello la misma historia…

“La huida (del Congo) se desarrolló en un ambiente de pánico, y el pánico lo desencadenó un rumor. Cuando a los colonos, de natural dados a la rumorología, la tierra empieza a temblar bajo los pies, toda su manera de pensar se vuelve rumorológica. Primero se difundió el bulo de que asesinaban belgas. Nadie se iba a poner a comprobarlo; bastaba con que sonara la palabra ‘asesinar’ para que arrancase una oleada de colonos verdes de miedo. ‘Señor Voldeaux’, digo, ‘nómbreme una localidad en que los negros hayan asesinado a un belga’. No sabe nombrar ninguna”.

Y Kapuscinski, el gran maestro, el magnífico literaturizador del periodismo, remata: “En el fondo, el hecho resulta paradójico. Ahí, donde los belgas habían cometido tantas atrocidades, donde más tarde caerían abatidos italianos y ghaneses, suecos e hindúes, y finalmente, los propios congoleños, no murió de muerte violenta ningún colono belga, o caso ninguno”.

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