Por Rivelino Rueda
María del Refugio Rodríguez Zayas, enfermera de una Clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en la Alcaldía Miguel Hidalgo, en la Ciudad de México, sabía que sus hábitos alimenticios eran los causantes de su diabetes y obesidad, de su muerte silenciosa. Lo sabía desde hace ya siete años.
A sus 57 años, Refugio gustaba de los Roles de Canela Bimbo en la mañana, de las sopas instantáneas Maruchan en la comida y de los Chocorroles antes de irse a dormir o en los días de guardia. Siempre los acompañaba de “una coquita de vidrio” o de un Seven Up.
En abril pasado, cuando las autoridades sanitarias alertaron que las principales comorbilidades por la pandemia de Covid-19 eran las enfermedades crónico-degenerativas no transmisibles, como la diabetes, la hipertensión y la obesidad, María del Refugio optó por resistir el embate epidemiológico envuelta en todo tipo de indumentaria de protección contra el virus.
“Le decíamos que parecía buzo o astronauta”, recuerda su hermana Natalia Rodríguez Zayas.
Nada de eso fue suficiente. En junio se contagió de coronavirus. Entre los primeros síntomas, la prueba de positividad, la hospitalización y su fallecimiento pasaron sólo cinco días. El principal motor para acelerar su muerte fueron los padecimientos crónico-degenerativos, según el diagnóstico de los y las médicos que la atendieron.
Natalia, hermana mayor de María del Refugio, recuerda que por esos días Grupo Bimbo lanzó una campaña publicitaria en redes sociales con “una muchachita regordeta” promocionando sus productos y “jactándose de la felicidad de la que gozan las personas con obesidad”.
Coca Cola, recuerda Natalia, también “sacó al mercado unas latas conmemorativas sobre la pandemia, en donde ‘hacían un homenaje’ a médicos, enfermeras, personal de limpieza, periodistas…”.
“Fue algo obsceno, de muy mal gusto ante lo que estaba y está pasando. Fue algo así como decir: ‘Miren, nos vale madres lo que está ocurriendo con las muertes que estamos provocando. A ver, háganos algo”, comenta Natalia con un nudo en la garganta.
No había de otra. Las maratónicas jornadas de trabajo y el letal argumento de que “aunque sea para tener algo en el estómago”, socavaron la salud de la mujer de 57 años y aceleraron su muerte el pasado 22 de junio. Su caso se inscribió dentro de las 1,320 defunciones de personal médico de instituciones públicas de salud registradas hasta el 25 de agosto.
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“Es cierto que existen niveles de obesidad muy altos y que la alimentación es muy mala en términos generales; sin embargo, por esto no debe culparse sólo a las bebidas embotelladas y la comida chatarra”, asegura Francisco Cuevas Dobarganes, director la Unión Industrial del Estado de México (UNIDEM).
El empresario mexiquense opina que las medidas prohibicionistas hacia esta industria pueden desembocar en “un desempleo brutal si se ataca esas ramas de la economía, y aparte de eso, es que se hace en el peor momento, porque estamos en plena pandemia y no es momento de castigar a la empresa, sino de ayudarla, y con estas medidas se está haciendo justo lo contrario”.
Con estas medidas –añade Cuevas Dobarganes—“habrá pérdidas para las empresas que elaboran latas, acero, etiquetado, tintas, aluminio, vidrio, cartón, productores de azúcar y endulzantes, además impactaría a muchas ramas de la economía entre los que destacan el sector químico, transporte, fundición y hasta el campo”.
“También se registraría un severo impacto en las ‘tienditas de la esquina’, que están conformadas por empresarios que, con mucho tiempo y esfuerzo, han puesto ese negocio, y al tener menos ventas de botanas o de bebidas embotelladas podrían llegar hasta la quiebra”.
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De acuerdo con el informe “Morbilidad y mortalidad por diabetes, obesidad, hipertensión arterial y enfermedad cardiovascular, México 2010-2018”, la Secretaría de Salud estima que el costo total de la obesidad aumentará un 13% en los próximos seis años, ya que en 2017 el costo por obesidad fue de 240 mil millones de pesos y se estima que llegará a los 272 mil millones en 2023.
En el informe, que se publicó dentro del Boletín Epidemiológico de la Dirección General de Epidemiología, Semana 33, se señala que durante el período que va de 2011 a 2018, se tiene un registro total de 2,896,648 casos de obesidad en México.
Además, existe un incremento del 98% de los casos de obesidad de 2011 a 2018. Durante los años 2011 y 2012 se registraron las tasas de incidencia más bajas con 0.12 y 0.13 por mil habitantes respectivamente.
El incremento de casos de obesidad en el país más evidente se presentó para el año 2014, con una tasa de 2.97 por mil habitantes, siendo dicho incremento del 73%. Para el año 2017 se presentó la tasa de incidencia más elevada, con 5.57 por mil habitantes, dicho año representó el 26% del total de casos registrados durante el período de estudio.
En relación a las tasas por grupo de edad, el informe detalla que la tasa de incidencia más baja fue para el grupo de 1 a 4 años, con una tasa de 5.7 por 10 mil habitantes. La tasa de incidencia más elevada fue para el grupo de 45 a 49 años, con una tasa de 61.6 por 10 mil habitantes, seguido de los grupos de 60 a 64 años y de 50 a 59 años, con tasas de incidencia de 52 y 51.5 por 10 mil habitantes respectivamente.
En cuanto a la distribución por sexo, el estudio de la Secretaría de Salud resalta que, de 2,896,648 casos, “la mayor proporción se registró en el sexo femenino, con el 64.5% (1,868,338), mientras que para el sexo masculino fue del 35.5% (1,028,310), siendo la relación mujer-hombre de dos a uno.
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Para Gloria Isabel G., viuda del doctor Marcelo T., quien se desempeñaba como médico en un hospital del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) en la Alcaldía Gustavo A. Madero, en la Ciudad de México, la industria de “comida chatarra” tiene que ser muy clara y “establecer en sus etiquetados frontales que sus productos no sólo contienen sustancias altamente tóxicas, sino que esas porquerías alimenticias matan a la gente, como ocurrió con mi esposo”.
“En los últimos tres años subió de peso unos 40 kilos. Su talla normal era de 73 kilogramos. Cuando murió, a mediados de julio, pesaba 102 kilogramos. Desde la confirmación de su contagio por coronavirus al día de su muerte sólo transcurrieron dos días. Lo que en realidad fulminó a Marcelo fue la obesidad. Estoy segura, porque él me lo dijo, que si hubiera tenido su peso normal habría librado al virus”, relata.
Gloria Isabel comenta que esos alimentos y bebidas tóxicos “lamentablemente es lo que tienen más a la mano el personal de salud”, pero subraya que “más allá de que engordan y enferman, crean una dependencia adictiva a las sustancias que contienen, que en el mediano y largo plazo matan a los consumidores, con o sin pandemia”.
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En el informe de la Secretaría de Salud sobre casos acumulados de contagios por Covid-19 de personal médico en servicios públicos de salud, que presentó el 25 de agosto el director de Epidemiología, José Luis Alomía, se destaca que 97,632 han resultado infectados en lo que va de la pandemia, y que 10,933 son “casos sospechosos”, en espera de confirmar si su resultado en las pruebas es positivo o negativo.
La Ciudad de México es la región que presenta el mayor número de casos confirmados de coronavirus entre personal de salud, con 15,000 registros; le sigue el Estado de México, con 9,000 casos, así como Tabasco, Nuevo León, Veracruz, Sonora, Puebla y Jalisco, con 5,000 registros cada uno.
Del total de casos confirmados, al menos el 36% de profesionales de la salud contagiados (unos 35,147 casos) reportaron una o más comorbilidades, de las cuales el 47% fue por obesidad, es decir, unos 16,519 profesionales de la salud que padecen o padecían esa enfermedad crónico-degenerativa no transmisible.
Cabe destacar que en lo que va de 2020, la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud ha registrado 240,985 nuevos casos de obesidad, de los cuales 149,245 corresponden a mujeres y 91,740 a hombres, mientras que en 2019 se reportó un acumulado total de 437,139 casos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su reporte “Obesidad y sobrepeso” del 1 de abril de 2020, señala que la obesidad “es un importante factor de riesgo de enfermedades no transmisibles como las enfermedades cardiovasculares (principalmente las cardiopatías y los accidentes cerebrovasculares), que fueron la principal causa de muertes en 2012; la diabetes; los trastornos del aparato locomotor (en especial la osteoartritis, una enfermedad degenerativa de las articulaciones muy discapacitante), y algunos cánceres (endometrio, mama, ovarios, próstata, hígado, vesícula biliar, riñones y colon).
En tanto, la Organización Panamericana de la salud (OPS) expuso que, en México, 8 de cada 10 muertes son ocasionadas por enfermedades crónico-degenerativas no transmisibles relacionadas con obesidad y sobrepeso.
“El aumento en el consumo de las bebidas azucaradas, incluidos los refrescos en todas las edades y grupos étnicos está relacionado con el aumento de la incidencia de síndrome metabólico (ligado al sobrepeso y la obesidad), así como resistencia a la insulina, causando diabetes, entre otras enfermedades”, puntualizó el organismo.
Expertos de la OPS también señalaron que la probabilidad de que un niño sea obeso aumenta hasta en 60% por cada porción de refresco de 227 ml. que consume al día, al mismo tiempo que aumenta las probabilidades de padecer diabetes y otras enfermedades relacionadas con el sobrepeso.
También estimaron que los adultos que consumen refrescos de manera ocasional en México son 15% más propensos a padecer sobrepeso y obesidad, cifra que aumenta a 27% si el consumo es de una o más porciones de refresco al día.
“México es el primer consumidor de refrescos a nivel mundial con 163 litros por persona al año, consumo 40% mayor que el de un estadounidense promedio con 118 litros al año. De conformidad con un estudio reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de julio 2013, México ocupa la tasa más alta de obesidad en adultos de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)”, destacó Alejandro Calvillo, director general del organismo civil, El Poder del Consumidor.
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