Por Víctor Manuel Del Real Muñoz
Hay ocasiones en que la ciudadanía del mundo, y no necesariamente la estadounidense, se pregunta qué es lo que pudiera causar que muchas de las decisiones, acotaciones, reglamentos, y aspectos que tienen que ver con ciertas cuestiones de gobierno, en términos supuestamente soberanos, o bien la reorientación de elementos bélicos, geopolíticos y comerciales de sus respectivos países, independientemente de la posición geográfica de la cual se hable y contemplando la lejanía de muchos de esos países en cuestión respecto de la geografía norteamericana, tenga que pasar por la autorización o legitimación del Gobierno de Estados Unidos.
Estados Unidos, a partir de la segunda guerra mundial, desarrolló una compleja estructura militar e industrial, ambas estrechas y consientes de la plenitud hegemónica del país al que pertenecían para ese momento con miras a dominar los mercados, y estrechamente reforzadas por el Estado (con legitimidad institucional incluida), para acrecentar las dimensiones de la plenitud tecnológica y los alcances en cuanto a sometimiento estructural a nivel global.
Estados Unidos, mediante el emprendimiento de su aparato institucional, por cierto, perpetrador de las mayores adversidades mundiales en cuanto a implementos, armas, misiles, balas e ingeniería bélica aplicada de la mayor calidad tecnológica posible, le ha demostrado al mundo en los últimos años sus convicciones por controlar, de acuerdo a sus intereses económicos, teniendo como mejores cartas diplomáticas el terror y el derramamiento de sangre más siniestro que el hombre pudiera imaginar.
Por otro lado, la dinámica industrial de este país, vinculado al desarrollo tecnológico, ha gestado una base funcional de las mayores capacidades de generación de valor agregado, esencia por cierto subestimada por las nuevas generaciones que han crecido bajo el cobijo de la financierización de la economía mundial, más con las expresiones de sus severas contradicciones como la crisis del 2008.
Hablar de los peligros de la sepa fundacional administrando el Gobierno estadounidense no es caer en un derrotero alarmista, ni tampoco adherirse a la campaña de desprestigio contra Donald Trump desde la mayoría de los medios oficiales estadounidenses y las estructuras financieras de ese país con presencia mundial.
En todo caso, hablar de esta sepa fundacional en estos momentos es reconocer ese espíritu sanguinario, delincuencial, violento y agresivo que ha caracterizado la disposición militar de Estados Unidos, legitimados con el desarrollo económico hegemónico que este país le ha aplicado al mundo en base a dinámicas empresariales bastante agresivas con la integridad humana.
Estados Unidos, y sus generaciones de empresarios, políticos, científicos y personalidades consientes del significado histórico de sus raíces fundacionales ostentan pocas facultades recíprocas, asumiendo una posición poco subjetiva, y más bien apegada a la historia contemporánea. La trayectoria histórica de la administración estadounidense lo ha dejado en claro, más cuando se trata de hacer el recuento de daños de las intervenciones estadounidenses (muchas de ellas fallidas).
Las variables macroeconómicas simples no son elementos suficientes para los programadores de la agenda económica estadounidense, porque no sólo se trata de mantener estable el tipo de cambio, las tasas de interés o el porcentaje de crecimiento; es en todo caso mantener en adecuadas condiciones la estructura económica para seguir sometiendo al mundo a cualquier precio.
Estados Unidos no descansará en su búsqueda por la continuidad de su dominio global, a pesar de la derrota comercial en términos hegemónicos que China le está administrando en la actualidad, porque cada derrota que geopolíticamente el mundo les impone a los blindajes estructurales estadounidenses, son golpes de adrenalina que en el mediano plazo los propietarios de capital de este país saben aprovechar para volver a aventajar en cuanto al sometimiento del mundo.
Y hacia las partes non gratas es donde sale a relucir la esencia de la tan estrecha relación de lo militar con lo industrial en Estados Unidos, ya que el desarrollo oculto, en forma de top secret, de adelantos, patentes y armas de destrucción masiva en cualquier dimensión tecnológica y comercial de este país, son desarrollados y puestos en aplicación militar para cualquier salvedad que mediante el consenso diplomático no pueda ostentar una salida favorable a los intereses dominantes estadounidenses.