¡Hemos mutilado a la Luna!

Por Priscila Alvarado

Aliide Truu miraba fijamente a la mosca

y ésta le devolvía la mirada.

aquellos ojos globulosos le provocaban náuseas.

-Puhdistus/Sofi Oksanen

Las paredes tienen orejas, y de las orejas

cuelgan unos bonitos aretes.

–           Paul- Eerik Rummo

 

 

El declive del alma, la decadencia, camina con la finura imperceptible de un felino. Chilla el cuerpo. Agoniza la cordura. Y se desprenden hilos sedosos del rostro demacrado. Gestos ininteligibles para la bonanza.

Como gran ironía el amor se encobra para abalanzarnos en el zigzagueo de llanuras empedradas y mortales picoteos de aves hambrientas. Somos presas enjutas en la moral de falsos acuerdos sociales. Destinadas al Tártaro.

Entre las fauces del embuche de sangre fría quedan aferrados trozos de otras presencias. Restos de carne y conciencia. Los tullidos destinados a las paralíticas. Como Ubaldo con Sofía Zarzamala. Diego con Frida. Julieta con Romeo. O la extensión lapidante de la violencia cotidiana en Roman Polanski, con Mimí y Óscar, en Bitter Moon.

La Luna sólo puede ser amarga cuando la desprendemos del telón negro, apacible, y le rompemos la carne. En el despojo pierde la palidez culinaria y desmembra el paladar hasta hacer de la nariz un hoyo negro que devora el resto de la cara; como el bocado seco de un gajo de mandarina muerta.

En el film (Bitter Moon), Polanski destroza por completo la Luna. La arranca con brutalidad.

Todo empieza con una vuelta de tuerca en la apabullante y rígida vida de Óscar, un escritor mutilado por la rigidez editorial, que cambia la frustración del fracaso literario por el acoso obsesivo hacia una joven francesa.

“En ese momento vi el paraíso contenido en un cuerpo femenino”, con voz cariñosa y quemada Óscar deposita su agónica historia de amor en Nigel, que viaja en el navío rumbo a la India para celebrar su aniversario marital.

Para la hondura del amor romántico, clavado hasta la médula, la condición inicial de la relación entre Óscar y Mimí se presenta ideal. Un hombre trajeado con el paso del tiempo. Acorazado con la blandes dérmica y la herencia privilegiada de un familiar enriquecido en Estados Unidos, que selecciona durante un paseo en París a su futura concubina. Y, sin más, se propone olfatear en cada rincón de la ciudad del amor, hasta reencontrarla.

La encuentra casi empobrecida. Mimí se hostiga entre los pasillos percudidos de un restaurante viejo y apolillado. Óscar, como a la Luna, la arranca de las mesas acochambradas, los rostros grasientos de trabajadores encartonados en la rutina marginal y la luz hepática del encierro.

Ahora Óscar es dueño de Mimí. Como el caritativo es dueño de la bondad contenida en una moneda. O el sacerdote de los secretos susurrados en el desfogue de una confesión desesperada.

Mimí se entrega. Se abandona para que Óscar sacie su perversidad libidinosa. Fiel al sometimiento del primer golpe, a la escurridiza violencia verbal que edifica torres aterradoras, solitarias, torturantes. Fiel a las caricias improvisadas y el amor austero.

La decadencia, como el viento, se va colando por los ventanales sin perturbar la armonía de la habitación. Oxidando el fierro que las enmarca. Oxidando el corazón que ha decidido amar hasta la muerte.

Mimí es abandonada. Óscar la desdeña con el paso del tiempo. Ella se aferra al cuerpo raquítico, al filo masoquista del silencio. Enfermos por la costumbre anquilosada de los amantes repetitivos e indeseables, que son impulsados a hacerse una y otra vez compulsivamente.

No importa cuánto tiempo y cuántas veces se separen. Mimí y Óscar se amarán hasta la muerte.

Este dolor heroico de hacerse para cada noche

un nuevo par de alas …

¿Dónde estarán las que ayer puso sobre mi hombro

el insomnio de la primera hora del alba?

Día, afilador de tijeras de oro

y puñales de acero y espadas de hierro:

anoche yo tenía dos alas

y estuve cerca del cielo.

 

Pero esta mañana llegaste tú con tu flauta,

tu piedra,

tus doce cuchillos de plata.

¡Y lentamente me fuiste cortando las alas!

El Afilador, Juana de Ibarbourou.

Referencias bibliográficas

Oksanen, Sofi (2005). Puhdistus. Editorial Almadia S.C. Oaxaca de Juárez.

Ibarbourou, de Juana (1979). Poesía de Juana de Ibarbourou. Editores Mexicanos Unidos, S.S. México.

Arrendondo, Inés (2019). La Sunamita. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México, México.

Montero, Rosa (2001). El corazón del Tártaro. Planeta DeAgostini. España.

 

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