Por Varinia de la Cruz
Inmensa nostalgia, saber que los renglones de nuestra historia, no la escriben poetas, los sensibles amantes verdaderos del pueblo, sino la dictan muy pocos hombres, que son los dueños absolutos del planeta, del alimento, del agua, de las máquinas, de las leyes que nos rigen, de las bacterias que nos enferman, de salud y enfermedad, de la tecnología que nos congela el alma, de canción y credo, de condena, castigo y prórroga. Los poderosos dictan cada línea amarga de la realidad que vivimos las mayorías, y al final, la crónica se envuelve en oscura neblina de nostalgia por todos los que faltan, nada ahoga la inmensa tristeza de mi pueblo, no hay consuelo ni poesía que sustituya la ternura que se escapa de una madre loca de angustia, y así, el dolor de una es la tristeza y coraje que sentimos todos.
Es cierto, que la acción y objetivo del sistema ya en decadencia longeva, se constriñe, a la extinción del hombre por el hombre, sin un ápice de sabiduría humana, científica, ética y espiritual, “matar por matar”, “robar por nada”, “vivir por vivir”, sin pensamiento ni sentimiento, sin creación ni idea, sin flor ni canto. Desolador es nuestro destino, vivimos lo que hemos permitido las mayorías en un mundo insondable y macabramente desigual.
Mientras tanto, abajo, en el mundo de barro y fuego, donde habitamos todos los pobres del mundo, a veces llenos de luz y notas de color o en eterno purgatorio, poco a poco nos deshacemos sin piedad, la ignorancia nos traga, lastimamos al inocente, al más débil, el crimen crece y la desolación es mar de lágrimas entre los pueblos. Y la poesía, el “pensar alto, sentir hondo”, se desmaya con ganas de adorarnos a todo corazón, el verso muere sin pena ni gloria con nosotros también. Desgracia mortal.
Hambre e injusticia, debilitan las ánimas y entristece al guerrero, la pobreza doblega nuestros derechos. Escribe el diario a ocho columnas, que en la faz de la tierra, 2 mil millones de personas viven en el manto de la pobreza extrema, cuando el destierro y desigualdad imperan, día con día la miseria se viste de todos.
Pareciera que la inmensa mayoría no valemos ni el precio de la bala que nos aniquila; en México, mi patria querida, dice el noticiero que del 1 de diciembre de 2018 al 31 de marzo de 2023 se tienen registradas 41mil 291 personas desaparecidas, hay miles más, la realidad trasciende la experiencia, dijo Platón, y ante ello cada día la experiencia nacional es perder a nuestra gente, doloroso es, nuestras familias están incompletas, se vive una angustia incesante por quien ya no está.
Hoy, que millones de inocentes perecen en las garras del crimen, el pueblo vive una batalla diaria contra la desgracia, pues miramos las flores morir antes de que nazcan, niños mutilados, arrancados del hogar, para ser un órgano del americano, comprar la vida, aunque su vida sea inutil, vive hoy, quien puede pagar por vivir más. No agrego cifras, porque las cifras oficiales mienten, sabemos lo que sucede, aunque los noticieros, los titulares y la historia lo oculten, ¿cómo callar el dolor de millones de madres? Cada 20 segundos se abre una carpeta por desaparición, miles de madres mexicanas abandonan su vida por un hijo que no regresa y se entregan con dolor y conciencia a buscar entre los muertos a sus seres amados. Benditas ellas, maldito aquel que se atreve a robarles la calma.
En el mismo lado de la Luna, el hombre sensible y racional, el joven, hijo del pueblo, en edad de estudiar y vivir por sus derechos; también se rinde ante el humo de blancas amapolas y cristales malsanos que roban luz y esperanzas, que disecan su cerebro y deshidratan sus huesos, aniquilando el espíritu y alma, convirtiéndolos en seres inertes, sin empatía ni amor hacia la raza, (35.6 millones de mexicanos se suscriben hoy en cifras de adicciones.), esta es otra oscura realidad que vive el pueblo, siempre envenenados por el mismo demonio, siendo carne de cañón y bala.
Ante esta realidad, nos sabemos olvidados por dioses que cargan cruces y heredan infiernos en la tierra como en los cielos. El mundo arde en guerras sin sentido ni gloria, la tierra se cubre de cenizas y de contaminación mortífera que mata al ave, extingue al jaguar, aniquila lo que vive en el océano, en los ríos y en el aire. Y el Hombre, pobre, pobre, sucumbe ante sí, como dijo el Poeta.
Nada contrarresta, ni detiene, el paso a la ambición desmedida, la explotación y muerte del hombre por el hombre es algo diario y común, no hay ley escrita que sea respetada, no hay fuego amigo que incinere al malévolo, ni ley ni castigo eterno. No hay una contradefensa multitudinaria y hermana, como barricada de hierro a todo mal, sólo vemos caer a los nuestros, entre los nuestros y esto me hace pensar, me quita la calma, es incongruente que pierda la mayoría y ganen pocos, en la historia real la que vivimos palmo a palmo, todos.
Creo, que ante la oscuridad y decadencia del sistema capital en que vivimos, avanza sin rumbo la mutilación y envilecimiento de las gentes buenas, se incrementa la maldad, y, como consecuencia; los inocentes y más débiles, se convierten en víctimas de todo abuso. Nada detiene el avance del caos. O Quizá sí, quizá sea, que sólo una gran cosa; ante la oscuridad, dicen los sabios, que la creación amorosa del hombre, nos reivindica, como una luz perdida en la tinieblas. El arte, que hoy pareciera que se esconde detrás de la red tecnológica que nos abruma, es una luz cálida en todas sus formas, sólo la poesía que vive en cada cosa nos hará libres, la melodía que viaja en el viento, aquel viejo violín, aquella jarana campesina, la décima sensible y apasionada, la poesía transforma y corta de tajo con lanza de obsidiana todo maléfico hechizo que abrume la bondad en el mundo.
Y sin embargo, se escabulle en un sordo rumor. De un hilo sensible de luna pende el verso mudo que no llega, la poesía es acallada por el horror del mundo, el canto sonoro y amoroso del poeta es ensordecido por el rugir de la metralla; esta realidad es una desgracia humana si la permitimos. La poesía nos hace admirar la grandeza del indio, del árbol, del viejo sabio, también nos hace amar nuestra raíz y odiar a quien nos explota y desaparece. La poesía es revolucionaria, es sensibilizante, es autorreflexión en bellas letras, es dar y recibir amor en cada verso; y hoy, sólo es un bello susurro.
El silencio que huele a pólvora me dice: ¡Hace falta un poema!, que sea repetido en cada esquina, que nos recuerde el sonido pacífico y armónico de la justicia e igualdad, como derecho humano.
Un poema que grite a cielo abierto que nos hemos olvidado del inocente, del tímido, del que hace de la tierra un buen puño de maíz, del campesino libertareo, del obrero, harto de ser explotado detrás de la muda máquina horas enteras de su corta vida, y ellos, que son todos, pierden a sus hijos, a hermanos y padres en esta guerra silente.
Una valiente estrofa, que nos haga cimbrar en nuestro interior, por todos los derechos y victorias merecidas que los malhechores nos arrancan de tajo. Un poema que nos haga sentir vergüenza, por ser tan viles al martirizar la inocencia de nuestro pueblo .
Hace falta el bestiario verso que enjuicie al ladrón, que digiere hierro y vomita fuego contra millones de inocentes, quienes al final emigran buscando paz y trabajo, en el falso sueño americano; al menos 110 millones de personas es el número total de refugiados o ciudadanos desplazados a la fuerza en el planeta, según registros de la ONU, en México se efectuaron 444 mil 439 arrestos a migrantes para llegar a Norteamérica; somos nómadas que huímos de la guerra, del desempleo, al ser errantes camineros en la búsqueda de paz social, anhelo inencontrable hoy en día. Ante la desolación del mundo, de mi pueblo, al estar aquí, sin ver el cielo, ni al ave que extiende las alas, hace falta un consuelo inolvidable, hecho poesía, canción o libre verso..
Hace falta un poema que nos describa el camino a la creación de la melodía perfecta que haga danzar nuestras sombras entrelazadas sin soltarnos la mano. Hace falta el verso que al escuchar su alma musical, nos haga valer a todos como hijos amados de nuestra madre tierra, del río ya casi seco, del árbol que se ausenta, del barro que aún se amasa con manos artesanas y eternas.
Hace falta que las bocinas altisonantes cambien su compás y resuenen un himno libertareo, palabras sagradas que comprendan en sus notas la melancolía de mis hermanos y la amine con ternura, así, como el viento del amanecer al pinar de la montaña.
Un verso a la Luna noble y fémina, una alabanza humilde a cada nuevo sol, un poema que al final, nos deje un beso, un abrazo hermanado y constante, una valiente defensa que predique en todos lados el amor al inocente, al delfín, a la flor desmayada, al ave perdida, a la muda golondrina y al cenzontle de mil voces con alas de esperanza.
Hace falta un poema que destierre toda falsedad, toda promesa vana de llegar a cielos y paraísos jamás conocidos, que sus vasallas líneas escritas sean brújula para identificar al falso prestidigitador de la alabanza eterna y nos recuerde que la verdad habita en el silencio de las acciones que reivindican el día.
Que no quede silente, esa letal estrofa que nos hereda la valentía de aquellos que dejaron su sangre y vida en los renglones perdidos de la historia por tierra y libertad por justicia e igualdad.
Un poema que nos dicte entre sencillas letras que si unimos nuestras conciencias por el bien de todos, veremos el sol por el oriente y oiremos el trinar de las aves en tierra amiga con virtud, trabajo y gratitud al día ganado.
Un poema perdido, que sin duda ya existe, que hermana las almas y denuncie a cielo abierto, que el verdadero infierno arde en la tierra, y la ambición de conquista y pertenencia es su esfinge letal, y es la creación su cura y virtud.
Un verso libre que le cante al amor profundo, sin ser las letras que mueren solas en el viejo librero, revivamos al poeta y encontremos las llaves eternas de la libertad. No permitamos vivir sin flores ni cantos dicen los ancestros nuestros.
Por estas alabanzas mías, escritas con ternura y humildad, siento y creo que hoy aquí, en esta vida que se escapa entre moribundas esperanzas, ¡Hace falta un poema!
Texto escrito en cautiverio. SLP. Mayo 2023