Por Rivelino Rueda
Foto: Edgar López
Sin resolver los abominables hechos de Iguala del 26 y 27 de septiembre de 2014, en donde permanecen desaparecidos 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, la clase política mexicana –ligada estrechamente a esos crímenes—optó por ahondar en la polarización de la ciudadanía.
La determinación de entregar la Medalla Belisario Domínguez 2016, máxima distinción que otorga el Estado, al ingeniero Gonzalo Rivas Cámara, bautizado como el “héroe de Chilpancingo” por los defensores de la “verdad histórica” del gobierno de Enrique Peña Nieto sobre el caso Ayotzinapa, no sólo representa una provocación abierta, sino una señal clara de que existe más interés en dividir en este hecho que en hacer justicia.
Y es que para las cúpulas del poder en México resulta urgente edificar un “héroe anti-Ayotzinapa” que contrarreste el hecho por el que quedará marcado y pasará a la historia este sexenio, una figura que para estos círculos compense el atroz crimen de hace poco más de dos años y que, de paso, deje la impresión de que supuestamente quedaron atrás las cuotas partidistas en la entrega de ese galardón.
No había otros héroes en la bitácora. Tenía que ser ahora o nunca. La coyuntura lo ameritaba y, además, la entrega de la presea post mortem a un ciudadano que “ofrendó su vida por salvar a otros” dejará la sensación (dicen los senadores) de que la clase política “realmente está del lado de la ciudadanía”.
No había otros héroes, simplemente no los había. En esta decisión pudo más el claro sesgo político para desacreditar a un movimiento (para revictimizar a las víctimas, eso de lo que tanto se ha gastado saliva y tinta de buenas intenciones en los pasillos y salones del Senado) que un impensable mensaje de reconciliación nacional.
Para los encargados de definir al ganador de este año de la Medalla Belisario Domínguez no hubo heroísmo en la sociedad civil organizada durante los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985, esa que tomó en sus manos las riendas de la tragedia ante el pasmo gubernamental.
Tampoco hubo heroísmo en las distintas corporaciones de Bomberos que enfrentaron (y varios perdieron la vida) la explosión de San Juan Ixhuatepec, el 19 de noviembre de 1984, ni mucho menos en el gran “Cayetano”, que rescató a dos niños en el incendio de la Guardería ABC, en Hermosillo, Sonora, el 5 de junio de 2009, en donde 49 niños murieron y 106 resultaron heridos, y en donde también hubo responsabilidades de distintos ámbitos de gobierno sin que hasta el momento se haya hecho justicia.
Eso no quiere decir que Gonzalo Rivas no merezca este galardón, sino que es notorio el fin de lucro con el que se quiere utilizar su figura y los motivos meramente políticos para otorgar esta presea.
También sorprende que sea la primera ocasión en que la Belisario se entregue a una persona que realizó su acto de heroísmo, su mérito, sólo cinco años atrás.
El único antecedente –aunque está muy lejos de este caso– fue el de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien recibió el galardón en 2011, es decir, 23 años después del fraude electoral que le arrebató la Presidencia de la República, en donde el michoacano optó por la vía democrática y por la formación de un partido político.
Los senadores que hace unos días arremetían en contra del candidato republicano, Donald Trump, hoy presidente electo de Estados Unidos, por su “discurso de polarización” y de “odio”, hoy optan por la polarización y el odio, precisamente en un país donde esas palabras les han dado grandes dividendos.