“Fue la misma gente la que comenzó a organizarse”

(Voces del sismo de 1985)

 

Por Víctor Lara Espinosa (Homo Neophy ´tus)

En un departamento en la colonia Rinconada del Sur, Margarita Lara, maestra normalista galardonada y ya retirada, sirve galletas de muchos tipos y un café delicioso y arenoso. Tiene una voz muy aguda y sus decibeles tienden a disminuir, como deseando no recordar algunas cosas.

El tic tac del reloj no parece ofrecer tregua a cada uno de los segundos, pero he de reconocer la tranquilidad que transmite y que acompaña a la maestra Mago en sus movimientos. Ella respira a veces con profundidad, pero responde a todas las preguntas que nunca le formulé en 30 años, aun siendo su sobrino.

Así transcurren los minutos conversando, pero también redescubriendo sentimientos sobre un episodio que a ella le sugirió olvidar algo que era inolvidable. A continuación lo compartido por esta formadora de muchas generaciones de niños.

–         ¿Cuál fue tu experiencia en el terremoto de 1985, tía?

–         Pues recuerdo que me encontraba con mis hermanas Carmen y Concepción en un departamento ubicado en la colonia Narvarte, muy cerca de Viaducto y de Eje Central. De pronto todo el inmueble comenzó a sacudirse, pero no recuerdo sentir miedo en ese momento. Lo que me afectó mucho fue ver a ellas completamente aterradas y sin poder siquiera mantenerse de pie, es un sentimiento que no se lo deseo a nadie… mirar a tus seres queridos inmovilizados, sin que puedan emitir un sonido, e incluso inclinándose hacia adelante, como si uno de sus órganos estuviese fallando. Debe haber sido muy traumático para mí, pues ni siquiera puedo recordar el trayecto por las escaleras y después salir del edificio, es como si hubiese tenido más bien una pesadilla… de pronto simplemente ya estábamos en el coche recorriendo las calles y también escuchando las sirenas.

“Era un hecho lo decididas que estábamos para llegar al trabajo, pues Carmen y yo dábamos clases en una escuela ubicada en la colonia Roma. Alguien sugirió escuchar la radio y otra alguien lo prohibió tajantemente… supongo que para no volver a entrar en pánico.

 

“Al llegar a la escuela donde laborábamos, la Benito Juárez, nos topamos con un tumulto justo en la entrada. Recuerdo que no podíamos entender lo que decían, pero eventualmente nos enteramos de que había niños y personal de la escuela que no podían salir. Además, justo detrás de la escuela había una unidad habitacional que se vino abajo y una de las maestras estaba sufriendo un ataque de histeria, pues no sabía si su esposo se encontraba bajo los escombros. Recuerdo que algunas autoridades de la escuela comenzaron a regresarnos al personal docente y eso hicimos, pero no puedo recuperar más detalles sobre ese día”.

–         ¿Qué alcanzas a recordar de lo vino después?

–         Pues en los días siguientes comenzaron a surgir olores muy fétidos y penetrantes de algunas zonas de la escuela… luego entendimos que se trataba de cadáveres. Ese mismo clima se respiraba al regresar al mismo departamento del que huí con mis hermanas, sobre todo al pasar por un estadio de béisbol ubicado justo donde ahora se encuentra el centro comercial Parque Delta.

“La respuesta de las autoridades fue bastante deplorable. Simplemente en la escuela demoraron casi dos semanas en acudir e imagino así sucedió en más lugares. Lo que más me molesta es que todos los días llamábamos incluso ofreciendo ayuda para agilizar la atención, pero nadie del personal parecía tener la preparación ni tampoco las ganas de enfrentar nada. Fue la misma gente la que comenzó a organizarse para empezar a realizar búsquedas y cuando digo gente, me refiero incluso a los que no tenían familiares en ambos inmuebles (la escuela y la unidad habitacional).

“Al observar casas y departamentos alrededor, comenzamos a notar que muchos ya estaban vacíos con justa razón. Pero también se empezaron a promover algunas asambleas en los inmuebles no sé si para discutir o para desahogarse. De eso nos enteramos después y por aquella maestra que se quedó sin casa, pero que gracias a Dios no perdió a ningún miembro de su familia”.

–         ¿Qué pensaron ustedes de estos “pequeños” brotes de organización? ¿Les motivó para hacer algo también?

–         Pues sí, aunque desde otra trinchera, creo. Uno de los padres de familia nos contactó a todas las maestras para tratar de no perder el ciclo escolar pese a la total carencia de la infraestructura. Perdón (la maestra Mago hace una pausa para secarse algunas lágrimas)… es que nos consiguieron un sitio para continuar con las clases y los niños se esforzaron mucho y los resultados académicos fueron de lo mejor que me ha tocado ver. Creo que todos estábamos muy sensibles por lo que pasó.

–         ¿Dirías que tal vez sublimaron un poco de ese dolor?

–         Yo creo que sí. En mi grupo sólo uno de mis niños no pudo continuar con el ciclo escolar porque perdió la vida, pero sé que hubo más pequeños que corrieron la misma suerte en otros grupos. Tiene mucho que no hablo de esto.

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Dicen autores como Ricardo Pineda de la revista Forbes que algo queda del terremoto de 1985 en la Ciudad de México y se refiere a historias, sueños, fotografías y registros, vestigios. No sé si a esta lista convenga también agregar algunos sentimientos de satisfacción y de agradecimiento. Así finaliza la evocación de la maestra Mago con una sonrisa y la mirada esmaltada.

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