Por Anahí García Jáquez
Después de cierto tiempo, Larsen vuelve a la ciudad de Santa María para trabajar en un astillero propiedad de Jeremías Petrus, quien desea ponerlo en marcha de nuevo.
Pero no solamente es el astillero el que necesita una nueva oportunidad de vida, sino el mismo Larsen.
El astillero (libro que posee una secuela titulada Juntacadáveres que, curiosamente, fue escrita de forma simultánea a este texto) es un trabajo del renombrado escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, quien sitúa la acción en el puerto ficticio de Santa María.
Onetti comienza su relato dando muy poca información al lector sobre el protagonista y las razones de su exilio, por lo que el enigma se alimenta durante el texto.
El narrador, que es una tercera persona, nos va contando sus observaciones y nos presenta a los personajes, a los que parece conocer demasiado bien, ya que comparte con el lector los pensamientos y sentimientos de éstos y se nutre de la información que pulula en el ambiente.
En este caso, los chismes y habladurías y, a la vez, hace muchas suposiciones, nutriendo así la incertidumbre en la que Juan Carlos Onetti basa su texto.
En su labor de hacer resurgir el astillero, Larsen se rodea de otros dos personajes llamados Galvez y Kunz, los cuales tienen un rol importante en esta historia que, de forma no tan obvia, lleva cierta carga de crítica social hacia las estructuras socioeconómicas del país natal del autor.
El tema principal es la necesidad de hallar la salvación y, en la búsqueda de ésta, el personaje principal se embarca en la difícil tarea de rescatar un lugar ya dado por perdido y se nos muestra cómo la encomienda le devuelve el entusiasmo y las ganas de vivir puesto que recobra la esperanza de un futuro mejor aún y cuando ello implica regresar a un lugar del cual alguna vez hubo que huir.
Asimismo, se nos habla de las mentiras que le contamos a los demás y que nos contamos a nosotros mismos en aras de mejorar nuestra situación o por el simple gusto de elevar la opinión que tienen los demás acerca de nuestra persona.
Lo anterior se liga también al tema de una mentira llevada demasiado lejos y, por lo tanto, termina convirtiéndose en una farsa que tiene que ser actuada y llevada hasta el límite.
Se nos habla también del amor, de la decadencia, de la desolación, de la locura, de cómo es que los seres humanos tocamos paredes con la intención de convertirlas en puertas.
Esto es, el aferrarnos a ver lo que no es o querer regresarle el esplendor a algo que ya no lo tiene rayando así en la fe ciega que nos puede llevar a hacer lo impensable, lo cual no siempre puede ser un milagro, pero que siempre se hará en nombre de un anhelo.
Y también se habla de los engaños y los juegos que se montan entre una o varias personas para llevarlos a cabo, haciéndolo parecer como una especie de simulación colectiva, donde todos conocen la verdad pero prefieren mantenerla oculta.
El astillero posee un lenguaje sencillo, pero a la vez hace que el lector palpe la desesperación que flota en el ambiente de este lugar. A través de las numerosas metáforas que se hallan a lo largo de este trabajo, el lector leerá entre líneas la realidad, esa que Larsen no quiere ver o, si ya la vio, no piensa mostrar y mucho menos enfrentar, le cueste lo que le cueste.El astillero. Juan Carlos Onetti. 1961. Editorial De bolsillo