Dialéctica de la política cultural: hacia una cultura del conocimiento y la formación

Por Guillermo Torres

La investigación sobre los aspectos educativos siempre nos plantea de algún modo una cuestión política, por cuanto, como comenta Demo, la educación es principalmente de la ciudadanía, cultivo de la capacidad de autopromoción, impregnación de identidad cultural y comunitaria e instrumentación de participación política en la construcción de la sociedad.

Toda educación es política, cultural y antropológica. Si no se tiene en cuenta la dimensión sociológica, política, cultural y económica que, estructuralmente, determina el modo de socialización del conocimiento, quedaría incompleto el análisis de fenómeno educativo, aislando de manera manifiesta el saber de la praxis y de las necesidades sociales.

Urge, por tanto, una visión integral del fenómeno de transmisión y cultivo del saber y el conocimiento, para fundamentar consistentemente la teoría de la Comunicación Educativa.

La educación popular ofrece a este respecto un método y un modelo de investigación social con los sujetos de la formación basada en la historia y la experiencia  de significación y conocimiento  de los actores sociales.

La educación popular es, de hecho, una forma renovada de hacer política y una forma alternativa de enseñar a partir de las prácticas de acción social de los sujetos concretos y las necesidades genéricas de transformación cultural. Esto, en gran medida, es uno de varios factores en los que se sustenta el planteamiento de los Caracoles zapatistas.

La educación según Freire, es una actividad permanente que abarca toda la vida de la persona que requiere de todos los educandos y todos los hombres, una actitud favorable al cambio social. Las principales características de un modelo de educomunicación como éste pueden resumirse en puntos básicos:

  1. La educación popular es una educación transformadora. Busca incidir innovadoramente en la comunidad mediante el compromiso del conjunto de grupos y colectivos que articulan socialmente el contexto local.
  2. La educación popular se fundamenta en la praxis reflexiva. La acción guía y orienta el contenido educativo, puesto que su funcionalidad es de naturaleza político pedagógica. La concienciación, la organización y la participación constituyen los elementos principales de la metodología freirana. Sólo de este modo es posible recuperar, revalorizada, la cultura popular. Al conceptuar el sentido de la educación como una reflexión del pueblo sobre sí mismo, la invitación a la actividad reflexiva sobre la propia cultura se transforma en sabiduría popular como proceso de concienciación y autonomía social, política y cultural.
  3. La metodología de la educación popular debe ser radicalmente democrática. La democracia se interpreta como la socialización del poder a todos niveles, buscando la participación popular como base de legitimación. Es por ello que la metodología de la educación popular persigue romper con el verticalismo y el control autoritarios, en la práctica bancaria de la relación pedagógica educador – educando. La educación popular es participativa, en la producción y apropiación del conocimiento, y comunicativa, en el modo de cooperación que establecen los sujetos dentro del plan de acción, superando así la contraposición convencional entre educador y educando, en la medida que ambos se autoeducan en común en el juego dialógico de intercambio de roles comunicativos.
  4. La dinámica acción–reflexión–acción imprime un carácter procesual  al aprendizaje. La educación popular busca fortalecer la organización, la solidaridad colectiva y el conocimiento crítico a través del pensamiento problematizador que genera nuevas actitudes y relaciones.
  5. La educación popular participa de un enfoque educativo integral. Se intentan superar la fragmentación entre teoría y práctica, educación y trabajo, educación y política, o dicotomías habituales en el pensamiento político como la tradicional distinción entre lo local y lo global.

La metodología de la educación popular se desarrolla en tres etapas básicas: investigación, tematización y problematización de la praxis como parte de un proceso  continuo y sistemático que implica una reflexión sobre  la propia práctica del grupo.

Es la teoría a partir de la práctica y no la teoría sobre la práctica la que define el modelo de educación popular de Paulo Freire como compromiso histórico que aúna razón y liberación, en el conocimiento crítico de la sociedad mediante una praxis auténticamente emancipadora.[1]

A partir de prácticas sociales específicas de los actores implicados en la estrategia de movilización del conocimiento, Paulo Freire es un punto de referencia obligatoria en la acción de grupos, colectivos y movilizaciones sociales.

A lo largo de las últimas décadas, su metodología ha inspirado, de hecho, en América Latina, el desarrollo de la pedagogía del lenguaje total, a través de autores como Francisco Gutiérrez.

Mediante el método de educación popular que propone no sólo se ha contribuido a una mirada distinta de la educación en relación con la estructura social, sino que además ha prefigurado las condiciones para un uso reflexivo de los medios de comunicación de masas.

Gracias a la contribución freirana, hoy se empieza a reconocer la importancia de la comunicación educativa en las estrategias de desarrollo. Especialmente a partir de la década de los ochenta, los esfuerzos en materia de comunicación educativa van a depender, por la experiencia acumulada en educación popular de seis factores básicos:

  1. El grado de integración de las tecnologías y las estrategias de comunicación con los métodos y técnicas educativas, unificadas en una sola expresión.
  2. Las relaciones y complementariedad de la comunicación educativa con las acciones y proyectos desarrollados por los movimientos sociales.
  3. La amplitud de niveles en la aplicación de la comunicación educativa desde las relaciones interpersonales hasta lo masivo, es necesario aplicarla en los distintos niveles de comunicación.
  4. La variedad y riqueza de los instrumentos de comunicación utilizados.
  5. La capacidad de reconocimiento simbólico y revalorización de los elementos de la cultura popular.
  6. Y la conexión de los programas educomunicativos con las estrategias y proyectos de transformación y desarrollo comunitario.

La comunicación educativa basada en métodos de investigación – acción participativa, a partir del modelo de Freire, sienta así las bases de una comunicación educativa popular que hace factible la aspiración al futuro imaginado de la ciudad como espacio educativo, cuyo desarrollo basado en modelos de desenvolvimiento endógenos y auto-centrados comunitariamente puede favorecer la apropiación activa, consciente y crítica de las situaciones, significados y representaciones colectiva a nivel grupal y comunitario.[2]

Tanto especialistas en sociología como pedagogos y estudiosos de la comunicación han ignorado hasta la fecha, sin embargo, las propuestas de Freire descalificando científicamente su metodología, limitando su validez didáctica únicamente para la alfabetización de adultos o, en ocasiones excepcionales aplicado en países o zonas subdesarrolladas económicamente.

Bajo ningún concepto se acepta la pertinencia metodológica de este tipo de intervenciones en otras zonas geográficas o, en general, en los ámbitos de la actividad económica y el desarrollo cultural de los países más avanzados.

Si alguna virtud cabe destacar de la obra freirana para una conceptualización educomunicativa es justamente la visión vanguardista que ofrece del conocimiento como construcción social de la realidad.

A ello hay que añadir su visión del conocimiento y la educación como un proceso comunicativo y un problema metodológico de configuración del saber, en la dialéctica acción – reflexión, como un problema, en última instancia, de tipo epistémico y por lo mismo ideológico y político.

La cuestión del método no es, a este respecto, una cuestión baladí. Pues como indica Freire, el método no es ajeno al contenido, más bien al contrario, va implícito en él. El método presupone una filosofía educativa y contiene en sí misma una ideología pedagógica. El método en sí está, además, vinculado a la actividad histórico-práctica del hombre.

El método rescata a la conciencia en la historia, para seguir construyendo su propia historia; “en cuanto sistematización de la experiencia humana, se cruza con las situaciones existenciales estratégicas y se proyectan, con todo el dinamismo político que esto implica, hacia el inédito viable”.[3]

A partir de una crítica al modelo de educación informacionista, el método participativo de Freire constituye una crítica alternativa a la pedagogía dominante cuestionando de paso el carácter instrumental, en esencia, paternalista y básicamente autoritaria, que funda la acción pedagógica tradicional según un modus operandi no participativo.

La educación bancaria – escribe Freire – está basada en la premisa de que el conocimiento  es un producto acabado y que hay que transmitir informativamente, impidiendo una construcción democrática del saber y el conocimiento como encuentro dialógico de los sujetos, como saber descubierto comunitariamente a través del trabajo y la praxis social.

Esta pedagogía, que denominamos informacionista, es básicamente una didáctica reactiva de la respuesta y el pensamiento de la adaptación, que anula la creatividad en un contexto que, paradójicamente, demanda por el contrario una actitud abierta al riesgo y a la imaginación creadora, al servicio de la invención y producción de la realidad.

La participación es un concepto clave en el modelo pedagógico elaborado por Paulo Freire. Una participación auténtica requiere el involucramiento de los sujetos mediante el encuentro dialógico a la hora de definir colectivamente la realidad. Este es, por tanto, un concepto esencialmente pragmático, pues hunde sus raíces y posibilidades de legitimación en la propia praxis social.

El interés por conjugar acción y pensamiento parte de una idea del saber ligada a la capacidad de aprendizaje de los sujetos como actividad cultural cooperativa, entendida ésta en términos de proceso de comunicación dialógica. Esto viene a significar, en la perspectiva pedagógica de Freire, que el proceso de conocimiento es un proceso de comunicación, condicionado además socio culturalmente.

No puede haber interacción social significativa, sin comunicación ni mediación cultural. Freire, de hecho, ha subrayado repetidas veces en sus escritos la importancia pedagógica de la comunicación. La mayoría de los proyectos de comunicación participativa, desarrollados fundamentalmente en América Latina, se inspiran, de manera más o menos directa, en la perspectiva pedagógica freireana, y en su idea de que la educación, más que transferencia de información, es diálogo y comunicación entre sujetos interlocutores de la acción pedagógica:

“Paulo Freire parece sustentar su teoría pedagógica en la comunicación al afirmar que es exigencia radical el concebir a los hombres como seres que no pueden ser al margen de la comunicación, puesto que son comunicación en sí. Obstaculizar la comunicación equivale a transformar a los hombres en objetos. Este planteamiento nos tiene que hacer reflexionar sobre los medios de comunicación social como medios de expresión que implican de tal forma a la opinión pública de hoy, que llegan a desubicarla totalmente de la realidad y de los métodos de aprendizaje que el sistema se empeña en perpetuar”.[4]

La comunicación implica una reciprocidad que no se puede eludir. No es viable comprender el pensamiento fuera de la función, tanto cognoscitiva como comunicativa. Todo contexto de generación de conocimiento ha de tomar en consideración, por tanto, las relaciones constitutivas de tipo lógico, histórico, dialogal y gnoseológico.

El conocimiento debe ser reivindicado en su dialéctica histórica determinada. Al ser un acto inseparable de la perspectiva antropológica. Ser y pensar son una misma cosa. Existir, nos dirá Freire, es un concepto dinámico, que implica el diálogo eterno del hombre con el hombre y con el mundo. El conocimiento es un acto creativo de la conciencia en la historia.

Como habría de señalar Nicol, el conocimiento implica una serie de condiciones vitales de carácter contextual. Conocer la realidad presupone transformarla a través de la reflexión sobre su propio poder de deliberación, así como su instrumentación en el desarrollo de ese poder, en la explicitación de sus potencialidades como capacidad de opción (nivel ideológico), por cuanto una sociedad refleja (no reflexiva) es una sociedad cerrada y, las sociedades se caracterizan precisamente por ser sociedades de cambio, abiertas a la información y reflexivas, es decir, abiertas a la comunicación.

Desde la perspectiva freirana la educación pasa a ser así un acto de comunicar y de comunicarse; se constituye en situación gnoseológica de encuentro entre sujetos igualmente cognoscentes que, a través del diálogo, buscan construir el saber socialmente necesario.  

Este enfoque de la comunicación como vía para informar – formar se relaciona con la estrategia zapatista en la etapa de los Aguascalientes como centros culturales de diálogo e intercambio en la Selva Lacandona, aún presente en los Caracoles con algunas ligeras variantes que se abordarán más adelante.

DINÁMICA DE MERCADO, GLOBALIZACIÓN Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN MÉXICO.

Tendencias informativas y culturales derivadas de la aplicación del tratado de libre comercio

El proceso de transformación moderna que ha experimentado México desde 1993 a la fecha con la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLC), ha producido profundos cambios en las estructuras económicas, políticas, sociales, agrícolas, tecnológicas, mentales, legales, etc., de este país[5]

Estos cambios, a su vez han transformado los sistemas de vida, organización, trabajo, educación, producción, competencia, etc. de la mayoría de la población nacional.

Pero dichas modificaciones no sólo han impactado en la base económica y política de la sociedad mexicana; especialmente han repercutido en la estructura cultural e informativa de la República.

Por ello, cinco años después de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en México y tras la firma de nuevos acuerdos con el Mercado Común Europeo, Asia y América Latina, hoy es sumamente importante analizar: ¿Cómo ha transformando el esqueleto y la dinámica de la cultura y comunicación nacional la aplicación de las leyes de mercado del Tratado de Libre Comercio?

Reflexionando sobre esta realidad, podemos decir que la aplicación de las reglas de mercado del Tratado de Libre Comercio (TLC) al terreno de la cultura y la información colectiva en México, especialmente de los medios electrónicos, han ocasionado, entre otras, las siguientes once transformaciones sobre la sociedad:

  1. La retirada del Estado como rector de la cultura y la comunicación nacionales. La mutación más grande que se ha producido ha sido la retirada creciente del Estado mexicano como instancia rectora de los procesos de cultura y comunicación nacionales, para delegar ahora su dirección a la dinámica del mercado bajo el mecanismo de acción de la oferta y la demanda informativa.
  2. Así, la rectoría del Estado en el campo de la conciencia de lo público ha quedado sustituida por la intervención de las leyes del mercado con su “Mano Invisible” de regulación natural, que no ha sido otra realidad que la acción de los intereses de los grandes monopolios de la difusión sobre el proceso de la cultura y la conciencia nacional. De ésta forma, ante el florecimiento en México en la década de los noventa, de las tesis modernizadoras que han sostenido el adelgazamiento, la privatización, el repliegue, la desregulación, la globalización y la transnacionalización de todos los campos de lo público.

    Hoy se ha formulado oficialmente, con mayor convencimiento, que la dirección cultural de la sociedad mexicana no debe conducirse por la acción interventora de políticas planificadoras del Estado; sino que debe ser guiada por el equilibrio «natural» y perfecto que produce el juego de los “libres” principios del mercado entre productores y consumidores culturales.

     

  3. El debilitamiento del modelo de medios de comunicación de servicio público. Presionado por el retiro del Estado como instancia rectora de la comunicación y por la imposición de las fuertes tendencias que han introducido las políticas econométricas neoliberales para convertir al Estado mexicano en una entidad “altamente eficiente”, se ha generado una severa crisis y al mismo tiempo una desaparición creciente del modelo de medios de comunicación de servicio público que durante tres décadas habían funcionado en México.
  4. Ahora dan paso, mayoritariamente, al proyecto de mercado con sistemas de información privados altamente mercantilizados.

Es decir, debido a que las leyes de la «libre competencia» han exigido que las empresas contiendan entre sí con sus propios recursos y sin apoyo estatal, el Gobierno mexicano ha retirado gradualmente los subsidios que fortalecían a los medios públicos y éstos, cada vez con más frecuencia, han tenido que luchar con sus propios recursos para sobrevivir ante la fuerte presión de las empresas privadas.

Ello significa que, los medios de comunicación, han tenido que buscar otras fuentes de ingreso para sobrevivir que, básicamente, han girado alrededor de la venta del tiempo de pantalla a las grandes empresas monopólicas y de la comercialización publicitaria.

Esta situación ha obligado a que el modelo de información pública se comercialice «reduciendo su pluralismo y originalidad, abriendo mayor campo aún a los grupos multinacionales tanto en lo que se refiere a la propiedad de las emisoras, como a su programación»[6].

De esta forma y derivado del orden social darwinista que ha impuesto el neoliberalismo con la práctica del TLC para que la sociedad funcione libremente beneficiando al más fuerte, se ha comprobado la inclinación progresiva del Estado mexicano para reducir o abandonar el financiación del modelo de medios de comunicación de servicio público a través de permitir la veloz privatización y la adopción del nuevo esquema comercial que dirigen los principios del mercado.

En este sentido, al final de la década de los noventa nos enfrentamos, a corto plazo, a una transformación del modelo de comunicación pública, y a largo plazo, quizás a su desaparición o existencia muy restringida.

Con ello, se ha observado el tránsito radical de un proyecto de comunicación y cultura colectivas dirigidas por el Estado, -por más deficiencias, limitaciones y errores que haya tenido- a una práctica informativa conducida por el mercado, orientada por el objetivo de producir ganancias rápidas, a costa de lo que sea.

3. La supremacía del modelo de comunicación comercial-privado. Con el retiro del modelo de medios de servicio público que ha exigido el esquema de desarrollo del Tratado de Libre Comercio, el sistema de medios comercial-privados se ha expandido notablemente en el país, llegando a ser éste el patrón dominante en nuestra atmósfera cultural, y con ello, se ha privatizado el campo de lo público.

Es decir, al final del siglo XX las políticas culturales públicas y colectivas que cada vez más se elaboran en nuestra sociedad, se construyen desde las necesidades privadas de la reproducción del capital y no desde las necesidades de avance y humanización de la población.

De esta manera, al concluir el milenio, el Estado y la sociedad mexicana cuentan con menor infraestructura mental y comunicacional para crear la cultura indispensable que demanda el proceso de sobrevivencia social de México y con mayor logística cultural para crear las condiciones subjetivas de reproducción del capital ampliado a escala global.

4.     La aplicación de la política del “Laissez Faire informativo”. Para que el modelo de desarrollo modernizador se consolide en México con el TLC, ha sido indispensable la creación de una nueva conciencia masiva modernizadora que respalde y afiance las acciones de operación del mercado.

Dicha conciencia ha producido, a nivel masivo, a través de los medios electrónicos de comunicación, las condiciones subjetivas necesarias para el funcionamiento de la sociedad dentro de las nuevas relaciones competitivas del mercado mundial.

La esencia de ésta conciencia modernizadora ha formulado que, ante la nueva globalidad internacional para ser eficientes especialmente, en el terreno comunicacional, hay que aceptar indiscriminadamente la propuesta de asimilar los principios del «laissez faire informativo» en el terreno comunicativo o cultural, o lo que es lo mismo, asumir la mentalidad de que «lo que no deja dinero a nivel cultural, no sirve».

Bases que, llevadas a sus últimas consecuencias, en la práctica real han planteado el peligro de que en vez de fortalecer nuestra cultura nacional en este período de globalización, ésta se flexibilice, y en ocasiones, hasta erosione más sus valores para incorporarnos eficientemente como sociedad y sin restricción alguna a la nueva estructura de competencia y de acumulación de los mercados mundiales.

 

5.     La desregulación y autorregulación creciente de las comunicaciones. Al convertirse los procesos de comunicación en elementos estratégicos para la realización y reproducción del sistema económico, con la aplicación del TLC el Gobierno y los concesionarios de los medios de información han planteado insistentemente que “en un mundo sistémico, sin fronteras, competitivo y globalizado, para que la dinámica del mercado se pueda realizar se requiere libertad de información.

Por ello, no deben ponerse más regulaciones que las necesarias a la libertad de expresión en México, so pena de caer en burocratismos extremos o lo que es peor, en la inoperancia de la ley. La sobre reglamentación se opone al avance económico”[7].

En consecuencia, lo que se debe fomentar en las sociedades modernas crecientemente competitivas es el libre flujo de la información y no su restricción.

Por lo tanto, el funcionamiento de los procesos de comunicación no deben reglamentarse con normatividades rígidas; sólo se deben crear mecanismos muy flexibles que permitan la autorregulación de los medios de difusión, como son los Códigos de Ética, los Tribunales de Honor y los Reglamentos de Buen Comportamiento Profesional, etc.

Con la propuesta de la desregulación del funcionamiento de los medios de información en México y su sustitución por los procesos de «autorregulación absoluta» por parte del Gobierno y de los propietarios, se ha caído en la concepción liberal extrema de crear el «Estado Cero» en el terreno comunicativo.

Esta concepción plantea que el Estado no es necesario como instancia rectora para dirigir a la sociedad, ya que ésta es tan perfecta que se puede conducir a sí misma por las leyes de la mano invisible de las lógicas del mercado. Así, se ha formulado que, en materia informativa, el Estado debe reducirse a su mínima expresión (fórmula cero), para dejar que la sociedad se conduzca por otros mecanismos de autorregulación del poder.

Dicha teoría y práctica económico-social ha demostrado, a lo largo del siglo XX su enorme fracaso y límites al reflejar que, finalmente, toda sociedad moderna siempre requiere la presencia de un sólido Estado rector que equilibre los desajustes y las crisis que produce el funcionamiento autónomo o desbocado de la dinámica del mercado.

Es decir, para crear las mínimas condiciones de gobernabilidad en el México contemporáneo, es necesario que todas las acciones públicas colectivas estén reglamentadas por la ley, pues de lo contrario se crean las bases oficiales para el surgimiento de los grandes espacios de anarquía social.

Es por ello, que la autorregulación de los medios de comunicación vía los Códigos de Ética y otros recursos morales, son mecanismos colegiados muy útiles que pueden ayudar a garantizar complementariamente el funcionamiento de los medios de comunicación, pero nunca deben operar como elementos únicos para conducir socialmente esta estratégica acción colectiva.

Una tarea tan central para construir una sociedad democrática, equilibrada y participativa no puede quedar expuesta a los altibajos subjetivos, caprichosos o discrecionales de los intereses políticos del poder o sujeta a la dinámica de la «Mano Invisible del Mercado»; sino que debe ser reglamentada con toda exactitud por el interés colectivo, como cualquier otro derecho social básico, para garantizar su existencia y sana aplicación comunitaria.

Debemos considerar que la ética no puede sustituir o suprimir al derecho, sino sólo enriquecerlo y complementarlo. No podemos cambiar el Estado de Derecho por la aplicación de un «eticómetro» de los concesionarios y empresarios de los medios de comunicación que es un instrumento subjetivo de buena voluntad, absolutamente vulnerable ante las fases de presión económica y política reales, como lo ha demostrado la historia de la comunicación nacional a lo largo del siglo XX.

6.     El diseño de la comunicación social desde la dinámica de la reproducción del capital. Con el lugar estratégico que el nuevo modelo de desarrollo modernizador le ha concedido al mercado para ser el eje fundamental que dirija y moldee a los procesos sociales, éste se ha convertido en el condicionante central del cual se deriva el origen, el sentido y el destino de la producción cultural y comunicativa en nuestro país.

Es decir, en la década de los noventa la verdadera reactivación del proyecto de comunicación y de la cultura nacional, no ha surgido de la antiquísima demanda de los grupos sociales básicos por resolver las necesidades de comunicación social más apremiantes de la población, sino que se ha derivado de la incorporación acelerada de nuestra sociedad al mercado mundial, que no es otra realidad que la reactivación y la ampliación intensiva del proyecto económico súper transnacional en la periferia.

La sociedad civil o los grupos emergentes sólo aparecen en la programación de los medios de difusión colectivos cuando, desde los criterios del negocio, son “noticia” o un “objeto informativo” atractivo que puede elevar el raiting de las empresas, pero no son considerados permanentemente como sujetos o entidades generadores de opinión, o mejor aún de interlocución, que tengan derecho a un espacio colectivo permanente de participación informativa.

7. El mercado como marco axiológico de valoración de la vida. Desde una perspectiva humana, el ejercicio de la práctica comercial sobre la base cultural ha significado que, cada vez más, el mercado ha sido la autoridad que determina el valor de las personas y la vida y no las fuerzas y procesos sociales en los que éstos están inscritos. Esto es, el reconocimiento social, la dignidad de la persona, su retribución económica, etc., es crecientemente definido y valorado por el mercado y no por las dinámicas de justicia y humanización.

Esta situación se comprueba, por ejemplo, en el campo laboral de la sociedad, cuando, paradójicamente, se constata que contrariamente a los precedentes que caracterizaban a nuestras culturas Madres donde el «Hombre Viejo» era más valorado como sabio para participar y dirigir al conjunto social.

Ahora, con la introducción creciente de la lógica del mercado en las relaciones contractuales presenciamos que en el momento en que el ser humano se acerca a los 40 o 45 años de edad y está en su fase más madura y experimentada de la vida, ya no es contratado por la mayoría de las empresas por no ser competitivo.

Esto comprueba que cada vez más el valor de lo humano está determinado por el mercado y no por los procesos sociales.

  1. La cultura determinada por el mercado. En términos educativos, la aplicación del modelo de mercado al terreno cultural ha representado que, en la actualidad, cada vez más, sean las bases del marketing las que gobiernan la orientación y la acción de las instituciones culturales y comunicativas de nuestra Nación; y no las directrices del desarrollo social y espiritual de la comunidad. Es decir, la modernización neoliberal básicamente ha reducido el proyecto comunicativo y cultural del Estado y de la sociedad a fortalecer y expandir las relaciones de mercado en nuestra República; y no a ampliar y reforzar los procesos culturales más abiertos, democráticos y participativos que durante tanto tiempo han demandado los grandes sectores básicos del territorio.

     

    9. La cancelación de la cultura Humanista. Desde el punto de vista de la formación de conocimientos la aplicación de Ley del Mercado al campo educativo está cancelando en México las carreras de Filosofía, Antropología, Sociología, Ciencia Política, Historia y otras disciplinas humanistas por considerarse no rentables o necesarias para los criterios de la modernidad por no ser productivas.

    Ante esta realidad debemos preguntarnos ¿Qué sucederá con una sociedad que progresivamente cancela la existencia de las disciplinas especializadas en su auto conocimiento como sociedad?

    Frente a esta realidad se puede decir que al aplicarse esta política tan pragmática se están formando las bases de una «ceguera social» de grandes dimensiones, pues los principios del mercado están abortando las áreas del conocimiento humano especializadas en el análisis propio de la comunidad.

    Ante ello, debemos interrogarnos ¿Hacia dónde va una sociedad que ve todo, excepto a sí misma?

     

    10. El acrecentamiento de los conflictos culturales. Con la introducción extensiva de las leyes del mercado al terreno cultural y comunicativo, oficialmente se planteó hace varios años que dichas actividades se volverían más productivas, que se romperían los monopolios tradicionales en éste rubro al promoverse la libre competencia cultural, que se aumentarían la calidad de los productos elaborados, que se abrirían nuevos espacios de participación social dentro de ellos, que se elevaría la eficacia de las dinámicas culturales, que se agilizaría la producción comunicativa, que se aceleraría la modernización informativa, que se ampliaría y versatilizaría las fuentes de financiación de las empresas culturales, que se aceleraría la apertura de nuestra estructura mental al flujo mundial de información, etc; en resumen, que se enriquecerían fundamentalmente estas actividades al vincularse con los procesos de la modernidad.

    Sin embargo, a pesar de estas posibles ventajas que ha prometido alcanzar la aplicación acelerada de los principios de las leyes del mercado sobre otras lógicas sociales en el terreno comunicativo-cultural con el establecimiento trilateral del Tratado de Libre Comercio, observamos que dichas acciones no han sido fuerzas o dinámicas suficientes para resolver las tremendas contradicciones culturales e informativas que existen en la sociedad.

    Es más, se ha constatado que debido a la naturaleza eminentemente mercantil de esta racionalidad económica aplicada al campo cultural, en lugar de resolver nuestros problemas de comunicación, en el fondo han acrecentado nuestros conflictos de cultura nacional.

    Esto es debido a que, en diversos momentos, este fenómeno ha llegado a ser la aplicación de una falsa ley entre libre oferta y demanda entre fabricantes y compradores, por las siguientes dos razones:

  • En primer lugar, porque hoy día esta realidad se encuentra profundamente alterada por la deformación del consumo que, actualmente, realiza la actividad publicitaria de los grandes monopolios económicos. Es decir, en la sociedad mexicana de finales de milenio, en muchos casos, ya no existía una demanda natural del consumidor sino que, crecientemente, asistimos a una decisión o gusto inducido por la enorme saturación publicitaria que, cotidianamente, producen los medios de comunicación de masas, especialmente electrónicos, sobre los diversos campos de conciencia de la población. Esta situación ha avanzado a tal extremo que, en la actualidad, ha ocasionado que muchas veces la demanda dependa de la oferta y no la oferta de la demanda: Las mercancías que se ofrecen y se venden, no tanto por las rigurosas características físico-materiales que poseen, sino por el estratégico papel que ejercen las técnicas de persuasión publicitaria sobre nuestros sentidos e inconsciente.[8]Por consiguiente, en la actualidad, y en muchos casos, el mercado ha pasado de ser una relación de “equilibrio natural” entre los elementos económicos de la producción y el consumo para convertirse en la imposición de una relación artificial de los grandes monopolios sobre la población, para satisfacer sus necesidades de concentración material.
  • En segundo lugar, porque aunque en la exposición teórica de las tesis clásicas de la libre competencia se formula que ésta se produce con total libertad, en la práctica real del liberalismo más avanzado que hoy experimentamos se confirma que no existe con tal apertura; pues, cada vez más, se da un proteccionismo acentuado de las naciones más desarrolladas en favor de sus áreas económicas más frágiles. Esto significa, que a través de la aplicación de los principios del mercado a los que nos enfrentamos, en el fondo no es hacia una dinámica de libre competencia, sino al autoritarismo económico de los grandes trusts que actúan en México. Esta práctica ha contribuido a aumentar los problemas culturales y a debilitar la estructura y contenidos de la cultura nacional.  

    11. El refuerzo del modelo de comunicación-mercado. Al ser progresivamente regida la cultura y la información por las leyes del mercado el proyecto de conciencia  y comunicación colectiva que se ha producido en México, a través de los medios de difusión masivos y de otras infraestructuras culturales, ha sido una propuesta lucrativa de acumulación, que se ha regido, entre otros, por los siguientes 16 principios[9]:

    1. La comunicación como aceleradora del capital. A partir de la aplicación de las reglas del Tratado de Libre Comercio, los procesos de comunicación se han concebido, crecientemente, como instrumentos aceleradores del proceso de realización de capital y no como herramientas para la elevación de la conciencia y el cambio colectivo para resolver los problemas de crecimiento nacional. Esto ha contribuido a producir una nueva valoración estratégica del campo de las telecomunicaciones y de la industria audiovisual que ha desatado una lucha nacional y continental por la concentración privatizada de las cadenas de difusión sin ningún precedente histórico en el país y la región.
    2. La comunicación como mercancía. Para adecuar el espacio cultural de la sociedad mexicana a las nuevas necesidades del mercado que plantea el TLC, se ha alterado la concepción tradicional de la naturaleza de la actividad comunicativa que la comprendía como un producto social y se ha pasado, con mayor velocidad, a entenderla ahora como una simple mercancía más que debe estar regida por los principios de la oferta y la demanda.
    3. La obtención de la ganancia a corto plazo. Cada vez más, se ha buscado obtener la ganancia a corto plazo a costa de lo que sea. Mientras menor sea el tiempo de recuperación de la inversión realizada, mayor atractivo tiene el proyecto. Esto representa, que las inversiones mayoritarias que se destinan al terreno cultural y comunicativo están definidas muy directamente por la rapidez de la recuperación de la ganancia económica y no por otros criterios más humanos y equilibrados que anteriormente introdujo el Estado benefactor.
    4. Recuperación de la ganancia en términos monetarios. La ganancia ha sido solicitada en términos monetarios y no de otro tipo de retribución, como puede ser el «enriquecimiento social» o la «humanización de la población» o el “cambio de conciencia colectiva”. Para la realidad cultural e informativa de mercado, esto significa que aquellas actividades que no producen «ganancias pecuniarias» y no de otro tipo, no son apoyados por las principales instituciones comunicativas del país. Por consiguiente, los proyectos culturales de apoyo al desarrollo social han quedado crecientemente marginados o han desaparecido.
    5. El uso de ideologías para abrir las fronteras culturales. Con el fin de ampliar más los márgenes de la acción transnacional sobre el campo de la cultura y la comunicación en el proceso de modernización que vive México con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el mercado mundial ha recurrido crecientemente al uso de dos ideologías neoliberales para legitimar su avance y penetración en la periferia: la tesis del «Libre Flujo Internacional de la Información» y la ideología del “Acceso a la Modernidad Cultural». Así, por una parte, argumentando que en la «Era de la Información» el mundo se ha convertido en una «aldea universal» a través de la expansión de las telecomunicaciones y el crecimiento de las redes de información, que ha ocasionado que todas las culturas estén interrelacionadas entre sí, derrumbando las «Fronteras Culturales»; se ha revitalizado la tesis del «Libre Flujo Internacional de la Información» para ampliar las posiciones del capital. Justificación, que en el fondo, no es otra cuestión que la premisa para permitir la fácil difusión y penetración de las imágenes transnacionales a todas las zonas del planeta, pues son sólo estas empresas las que pueden competir intensamente a escala global.

Por otra parte, paralelamente se ha promovido la adopción de la ideología del “acceso a la modernidad cultural» que, en términos de concepciones de masas, ha sido la visión que intenta homogeneizar la mayor parte de los campos de imaginarios sociales sobre la base de los nuevos valores del consumo y el disfrute neoliberal para facilitar la expansión del mercado capitalista que exige el nuevo proceso de concentración de capital a escala mundial.

Así, ha surgido en el México moderno de la década de los años noventa un nuevo autoritarismo simbólico que se basa en la cancelación de las riquezas y diferencias de las diversas manifestaciones culturales de los grupos sociales, para dar paso a la formación de una nueva hegemonía ideológica de los monopolios locales y transnacionales en el campo de la cultura nacional.

Con ello, se ha impuesto un concepto de calidad, de estética y de modernidad cultural que parte de lo exótico, lo folklórico, lo menudo, lo anecdótico, lo atomizado, lo frívolo, y lo tecnológico, marginando las peculiaridades de lo propio, lo trascendente y lo profundo en México.

Con esto, las instituciones representantes del comercio internacional han exigido mediante sus acciones diplomáticas, políticas, económicas, y especialmente de mercado, que los valores e identidades nacionales se flexibilicen y abran a la modernidad para «formar un mercado universal sin barreras o límites»[10], a través de sus campañas de marketing hasta lograr que éstas se adapten de manera más favorable a su nueva dinámica de concentración material.

f) La presencia del Malthusianismo cultural. Con el reinado de los principios del mercado en el campo cultural, cada vez más, hemos presenciado la práctica de un «malthusianismo cultural» que ha permitido que sólo sobrevivan aquellas estructuras de conciencia que sean las más aptas para existir, desde los criterios del mercado. Así, con la aplicación de la “Mano Invisible del Mercado” sobre los procesos de comunicación la conciencia de lo social, ha sido desplazada para dar paso a la mentalidad de los negocios, el pensamiento de la ganancia ilimitada, el deseo del lucro, la inclinación dominante por el pragmatismo económico, la ideología de la posesión material como sentido de la vida, y la visión del progreso técnico como nueva religión, por encima de otros valores urgentes para la sobrevivencia colectiva.

En éste sentido, mientras en la sociedad ha existido la necesidad estratégica de contribuir a producir, desde los medios de comunicación, especialmente electrónicos, una mentalidad para la sobrevivencia social como es la construcción de una cultura ecológica, una cultura del agua, una cultura de la civilidad urbana, una cultura de la racionalización de los recursos no renovables, una cultura de la tolerancia humana, una cultura de la defensa de las especies animales, una cultura de la protección de la biodiversidad, una cultura de promoción de la vida, etc.

En ese mismo contexto de prioridades sociales, los canales de difusión electrónicos gobernados por los principios del mercado han tendido a construir una atmósfera de desperdicio cultural al producir una cultura de la frivolidad, una cultura del hiper-consumo, una cultura de la «novedad», una cultura de la transnacionalización, una cultura light, una cultura del espectáculo, una cultura del “star system”, una cultura del show, etc., que son altamente rentables, a corto plazo, pero nos han llevado a despilfarrar la enorme energía humana que existe en el país para enfrentar los grandes problemas de crecimiento y de supervivencia humana.

Hay que recordar que el mercado por sí mismo no tiene ética, ni corazón, ni se preocupa por lo humano y lo social. Su objetivo es la rápida y creciente acumulación de riqueza a expensas de lo que sea. Por consiguiente, es una ley que, en la medida en que funciona autónomamente, sin sólidos contrapesos planificadores, puede introducir en las comunidades una relación social de comunicación salvaje.

 

g) La transformación de los valores. Así como el capitalismo mexicano, para afianzarse en su fase de industrialización, creó a mediados del siglo XX un tejido cultural consumista que con el tiempo se convirtió en la religión de las ciudades, desde la cual los individuos construyen gran parte de su sentido más profundo para vivir y apoyar el modelo de acumulación material, ahora, a principios del siglo XXI el «capitalismo modernizador» para consolidarse en su etapa neoliberal de apertura de fronteras ha requerido producir otros rasgo de la identidad nacional a través de una nueva estructura de valores algunos de cuyos puntales han sido la eficiencia maquinizada, la tecnificación, el pragmatismo, la supercompetencia, la privatización, la obsolescencia, la desregulación, la desestatización, la internacionalización, la globalización, la aceleración, etc.

Nueva estructura axiológica que se ha distinguido por cancelar los valores del antiguo «Estado del Bienestar» nacional generado a partir de la Revolución de 1910, e introducir los valores del moderno «Estado Neoliberal» que mantiene como centro de gravedad el «laissez faire” del proyecto de acumulación ampliada en el campo de la comunicación, la cultura, la conciencia y el espíritu. De esta forma, podemos afirmar que, con el proceso de globalización, se ha intensificado la proliferación de diversos órdenes y expectativas pragmáticas del conocimiento y de la vida.

En particular, «se da un mayor énfasis científico y tecnológico en nuestra tradición intelectual que, hasta el momento, ha sido más propicia a la influencia de la cultura humanista y jurídica»[11].

Así, proyectando sobre el campo de la conciencia colectiva las nuevas determinantes estructurales que, gradualmente, ha impuesto el programa de crecimiento neoliberal, catalizado por el Tratado Trilateral de Libre Comercio, observamos que la moderna subjetividad que ha producido la estructura cultural y los medios electrónicos está caracterizada, en parte, por fomentar el individualismo sobre las relaciones solidarias.

Acentuar la competitividad sobre el trabajo compartido («Tequio») El canibalismo salvaje sobre la fraternidad. La marcada admiración por lo extranjero por encima lo nacional. El interés por la no planificación colectiva y sí por la altamente privatizada. La lucha por la libertad y felicidad aislada y no por la grupal.

El valor supremo de la «eficiencia» sobre otras metas humanas superiores. El abandono de los valores tradicionales para asimilar los “modernos lights”. El dinero como base del reconocimiento y la valoración social. El hedonismo y la «Cultura Narcisista del Yo», como nuevo cristal para mirar la vida. La tecnificación extrema como sentido del éxito y no el diálogo y el acercamiento humano. Exaltar el alto pragmatismo por encima de otras cualidades humanas superiores.

Promover el «futuro funny» antes que la participación creciente en nuestro proceso histórico. El impulsar el «culto a la juventud» por ser la etapa más productiva del individuo y el desprecio a los viejos por improductivos.

La predilección por la modernidad entendida como el estilo de vida que permanentemente se ajusta a la adquisición de la última novedad y el rechazo a lo tradicional y lo antiguo. La invasión compulsiva de la vida privada por las industrias culturales y no el incremento de la «vida interior». La invención de una nueva identidad basada en la mayor asimilación de las culturas externas y no en el enriquecimiento del «México Profundo».

El aprendizaje del idioma inglés para expandir el código lingüístico de la ampliación del capital sobre la asimilación del castellano y otras lenguas indígenas propias. La realización del principio de ganancia salvaje a costa de lo que sea y no la obtención racional de la riqueza respetando los órdenes naturales de la vida.

La acelerada norteamericanización de nuestra cosmovisión y no el regreso a las formas milenarias de sabiduría de nuestras «culturas negadas«. La construcción de la «alegría» a partir de la adquisición de lo ajeno y no del dominio creciente de lo propio, etc.  .

De esta manera, a partir de la aplicación del proyecto neoliberal en la sociedad mexicana nos enfrentamos a la redefinición y cambio profundo de nuestra identidad psíquica, cultural y humana como sociedad pluriétnica y multicultural, para ahora incorporar otros marcos de cosmovisión y de prácticas de la coexistencia desde las premisas de la «modernidad».

Bases de visión de la vida y del espíritu que, mayoritariamente, tienden a ser la mirada de la reproducción ampliada del capital a escala planetaria.

En este sentido podemos decir que, en las entrañas de nuestra vida cotidiana hoy estamos ante el silencioso embate de nuestras culturas y diferencias ideológicas tradicionales para reacomodarlas o destruirlas dentro del nuevo esquema de división del mundo por modernos bloques hegemónicos. Recomposición mental, que gradual y silenciosamente, está unificando los campos imaginarios, las aspiraciones profundas y las cosmovisiones de los seres a través de la construcción de un nuevo concepto de relaciones humanas, de placer, de triunfo, de trabajo, de felicidad, de moral, de religión, de etnia, etc., en una idea, de un nuevo sentido y estilo de vida determinado por las nuevas exigencias de maduración del comercio mundial.

Situación que se condensa en la creación del nuevo «México Imaginario de la Fase de la Globalización Mundial», que se opone al México profundo y real de finales del siglo XX.

Ante este panorama, es conveniente considerar que si la historia de la publicidad en México a lo largo de los últimos 40 años ha demostrado que, con tal de incrementar el capital, estuvo dispuesta a banalizar e incluso prostituir la imagen de la mujer para presentarla como un objeto de uso sexual, a añadirle cualidades falsas o «fetichizar» los productos para hacerlos más atractivos.

A crear necesidades artificiales en los consumidores para alentar la compra, a hacer creer que el valor de las personas se deriva de la marca que eligen, a impulsar que el éxito de los individuos se da en la medida en que se acumulan pertenencias y no en el grado en que se es humano, a modificar la identidad nacional a través de la adquisición progresiva de más productos transnacionales.

Ahora es posible pensar que al entrar intensivamente en la fase de desarrollo de «libres fronteras» se construirá masivamente a través de las industrias culturales una visión del hombre y de la vida cada vez más condicionada por los requerimientos de expansión y fortalecimiento del mercado universal y no de la humanización de los individuos.

De aquí, la importancia estratégica en plena globalización de rescatar y reforzar nuestra base de identidad cultural para incorporarnos de manera firme a los nuevos cambios inevitables que plantea el  drástico reordenamiento económico, político y cultural del mundo.

h) La anarquía cultural. La aplicación de la dinámica de la “Mano Invisible” del mercado sobre los procesos de comunicación y cultura ha generado en la sociedad mexicana un fuerte desorden informativo que ha producido una anarquía cultural al permitir que estemos altamente informados sobre lo secundario y no sobre lo fundamental.

i) Surgimiento del neo consumo nacional. Motivado por la necesidad de movilizar el enorme flujo de mercancías que acceden al país por la apertura de fronteras comerciales a través del Tratado de Libre Comercio, se ha producido en la República Mexicana una nueva mentalidad neo consumista que actúa como cemento ideológico que articula a todas las clases sociales. Dicha ideología se ha caracterizado por difundir intensamente la propuesta que plantea que para ser modernos, estar al día y mantenerse adaptados a la permanente dinámica de cambio que se vive en el mundo, hay que consumir constantemente los nuevos productos, especialmente extranjeros. De esta manera la nueva ecuación social formula la concepción: consumo, igual a progreso social.

j) La acentuación de la cultura del desperdicio. Así como en el terreno productivo para conservar el precio de las mercancías la ley de la oferta y la demanda del mercado ha obligado permanentemente a desperdiciar miles de toneladas de productos en México plagado de carencias vitales[12]; de igual forma la aplicación de los principios del mercado al campo de la conciencia ha obligado a producir, a través de las industrias culturales, las ideologías del desperdicio más rentables, y a sacrificar los valores más importantes que nos constituyen como comunidad, memoria y Nación en la medida en que no sean altamente lucrativos en términos monetarios y de corto plazo, o que se opongan al crecimiento del mercado. Es decir, en la sociedad mexicana, regida exclusiva o mayoritariamente por los principios de la oferta y la demanda, el mercado está liquidando «naturalmente» todas aquellas formas culturales que son «ineficientes» para respaldar e impulsar el proceso de sobre acumulación y súper consumo social y fomentar las que permiten su expansión material.

k) La producción de la cultura chatarra. El proceso neoliberal de mercantilización extrema de la cultura y de la comunicación ha funcionado bajo la tendencia de producir, exclusivamente, aquella conciencia, educación, tradición e idiosincrasia que sean funcionales para incrementar el proyecto de acumulación de capital, especialmente, a escala mega transnacional y ha marginado la construcción de las políticas culturales orgánicas que urgentemente requiere un proyecto de desarrollo natural. De esta manera, podemos decir que al iniciar el siglo XXI, el proyecto “modernizador” introducido en el país ha formado intensivamente una nueva «Cultura Chatarra» de la expansión del capital y una reducción de la «Cultura de la Vida y de la Humanización» que tanto requiere la supervivencia nacional. Esto es debido a que, desde los criterios monetaristas de la modernidad, el impulso de la Cultura de la Vida y de la Humanización no es una actividad lucrativa que valga la pena fomentarla, a menos que el proyecto de desarrollo material llegue a fases críticas en las que el deterioro humano y social avance tanto que se establezca en contradicción con la tasa de producción y concentración de la riqueza.

l) La expansión de la cultura parasitaria. Con la aplicación del Tratado de Libre Comercio sobre nuestra estructura cultural se ha fortalecido, a través de los medios masivos de difusión, la producción de una “Comunicación Parasitaria” que nos lleva a saber cada vez más del gran mundo externo y cada día menos de como Nación, comunidad y como personas. Dicha cultura parasitaria refuerza, en grandes dimensiones, la difusión intensiva de los contenidos publicitarios, la información secundaria, la violencia temática, el consumo exacerbado, la invasión de la privacía, la banalización de la realidad, la imposición mental del principio de la ganancia a toda costa, la frivolidad informativa, la cosmovisiónhollywoodense de la vida, etc., que nada tienen que ver con la resolución de las fuertes necesidades estructurales de crecimiento material y espiritual que se tienen que cubrir como pueblo y civilización para sobrevivir.

m) El quiebre de cosmovisiones nacionales. Así como con la aplicación de las leyes del mercado al campo económico durante los preparativos para el ingreso al Sistema General de Aranceles y Comercio (GATT) y el acceso al Tratado de Libre Comercio, produjeron una gran quiebra de la industria electrónica, metal mecánica, agrícola, textil, plástico, alimentos, tejido, calzado, restauración, pequeño comercio y muchos otros más; ahora con el reinado creciente de los principios del mercado en el terreno cultural tenemos que preguntarnos, ¿Cuáles son las cosmovisiones, las ideologíasy los valores culturales propiosde la cohesión e identificaciónde nuestra civilización nacional que ya han quebrado o desaparecerán ante la producción de la enorme cultura parasitaria que produce el proyecto modernizador de acumulación material a escala súper transnacional a través de las industrias comunicativas?


[1] Carlos Núñez- “Educar para transformar. Transformar para educar. IMDEC, Guadalajara. 1985, p.55

[2] Carlos Núñez, op. Cit., p.77

[3] Carlos Alberto Torres Novoa. “La praxis educativa de Paulo Freire, Ediciones Gernika, México. 1992. p.7

[4] Gutiérrez. “El lenguaje total”. Op.cit. p.33

[5] El 22 de noviembre de 1993 el Senado de la República Mexicana aprobó el texto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con los gobiernos de Estados Unidos y Canadá,

[6] Giordano, Eduardo y Zeller, Carlos; Europa en el Juego de la Comunicación, Colección Impacto, Los Libros de Fundesco, Fundación Para el Desarrollo Social de las Comunicaciones (FUNDESCO), Madrid, España, 1988, p-250.

[7] Palabras de Sr. Emilio Nassar, Presidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT), en la Clausura del Simpósium sobre Libertad de Expresión y Responsabilidad Social, Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT), World Trade Center, México, D.F., 21 de julio de 1998.

[8] Promotor y no regulador el papel del Gobierno, Excelsior, 30 de septiembre de 1991; ¿ Ensayo de la Economía de mercado?, Excelsior 16 de diciembre de 1991; ¿ Resolver los problemas con la Ley de la Oferta y la Demanda?, Excelsior, 4 de enero de 1992.

[9] Para ampliar más este punto consultar Javier Esteinou Madrid, La Comunicación y la Cultura Nacionales en los Tiempos del Libre Comercio, Editorial Fundación Manuel Buendía, México, D.F., 1993, páginas 119 a 203.

[10] Concepción del ex presidente norteamericano Ronald Regan.

[11] Las culturas aisladas perecen; sólo las comunicadas sobreviven: Fuentes, La Jornada, 20 de julio de 1991.

[12]  Se desperdician 16,80l toneladas de tejocote por año, Excelsior, 11 de noviembre de 1991; Tiran al día 800 toneladas de frutas y legumbres, Uno Mas Uno, 5 de noviembre de 1991; Sin abasto nacional, Morelos importa jitomates: S Aguilar, Excelsior, 20 de marzo de 1992.

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