Día 4: El encierro a medias, los preparativos finales

Por Rivelino Rueda

¿Qué pasaría si siguiera durmiendo un poco

y olvidara todas esas locuras?

Franz Kafka/La metamorfosis

Hay de todo en esta contingencia. Los que te ven de reojo, con profundo miedo, creyendo que eres portador de la plaga.

Pero también hay los que saludan de mano, abrazan, besan, tosen y estornudan como si no hubiera un mañana… Y sí, los hombres (porque son hombres) que regurgitan su estiércol viscoso cada tres metros y lo plasman en las banquetas.

Día cuatro de la contingencia epidemiológica por el Covid-19. La palabra instalada ya en la memoria de esta generación. Muchos ya se preparan para el cenit de la pandemia (prevista por los expertos para las dos primeras semanas de abril). Otros más determinan hacer su vida normal.

Rostros de angustia, de pánico, pero también de hastío por lo monotemático que se han convertido estos días. La metamorfosis a la primavera llega con nuevas palabras en el vocabulario chilango: “estornudo de etiqueta”, “reconversión hospitalaria”, “cuarentena de quince días”, “¡que te laves las manos con una chingada!”, “¡ya ni la chingas, no salgas a la calle si traes gripe!”, “¡salud!”, “¡gracias!”, “de nada”.

Hay también de los que siguen puntualmente la información sobre el desarrollo de la epidemia. Pero también hay de los que ya están hasta la coronilla de tantas versiones. Y sí. Los días de encierro son propicios para caer en la histeria con cientos de fake news, como ese del chat de la tía paranoica que afirma que estamos en una “guerra fría bacteriológica entre Rusia, Estados Unidos y China”.

“¡Nomás no se les vaya a ocurrir ponerle Covid Brayan a sus hijos!”, reza un meme en las redes sociales. “¡Lávate las manos al ritmo de La Internacional!”, plantea otro por allá. “Y así fue, como siendo un antisocial de mierda, logré sobrevivir a la plaga de 2020”, anota una publicación en redes con el abuelo de Los Simpson rodeado de niños.

Otros dicen que no nos puede ir peor. Que Ricardo Arjona lanzará su nuevo disco en abril. “¿Y ahora qué famoso o qué político está contagiado?”, preguntan los que han seguido el curso de la epidemia desde el plano necrológico y matemático. “¿Y neta con un ‘detente’ me vuelvo inmune, porque Ovidio Guzmán traía unos cuando lo soltaron?”, lanzan por allá los más sarcásticos.

Son días de ocurrencias, de meditar, de perder el tiempo, de convivencias forzosas o placenteras. Los encuestadores del INEGI visitando casa por casa sin cubrebocas. Los despachadores de gas doméstico sin más protección sanitaria que el grito estruendoso de todas las mañanas. La mamá que arropa a su hija con un fuerte abrazo, ambas con cubreboca, cuando cualquier persona se acerca a la fila de las tortillas.

Ya pasan de las ocho de la noche del jueves 20 de marzo y la Secretaría de Salud presenta el reporte de las últimas veinticuatro horas: 164 casos confirmados, dos muertos (en la Ciudad de México y en Durango), 448 casos sospechosos y 921 casos negativos.

En la noche, en Palacio Nacional, entre rostros compungidos y de preocupación de funcionarios, el Consejo de Salubridad General (CSG), que preside el presidente Andrés Manuel López Obrador, descubre el hilo negro: “Se reconoce la pandemia (Covid-19) como una enfermedad grave de atención prioritaria”.

¡Faltaba más!

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