Por Rivelino Rueda
Todo lo que nosotros éramos,
todo lo que teníamos,
caía bajo un mismo desprecio.
Franz Kafka/El Castillo
Puede que hoy sea la última entrega de una pizza de Toño, el muchachito que se juega la vida todos los días para llevar, en menos de treinta minutos, un disco incipiente y viscoso de queso artificial y embutidos de dudosa procedencia.
Son horas donde se desprenden las caretas de las empresas que se llaman “socialmente responsables”. Son días de “sacar cuchillos” y cortar cabezas. Son tiempos de canallas, de sacar los colmillos para cuidar el lucro, de desnudarse tal y como siempre ha sido el sistema capitalista: criminal.
Puede que hoy Lucy sirva el último café terroso y amargo en ese restaurante de comida chiclosa y maloliente. Sin derechos laborales, con horarios de esclava, con el coraje y la rabia en la garganta, en los ojos, por los estados de ánimo de clientes clasemedieros que se sienten con el derecho a insultar, a sobajar, a quienes consideran “menos en la escala social”.
Grupo Alsea se muestra como lo que es, una compañía depredadora, ruin, cínica e hipócrita. Aprovecha la emergencia para dar el sablazo, no a sus millonarios ingresos, sino a lo más débil de la cadena de sus negocios, a los de siempre, a los más desprotegidos: a los empleados.
Las autoridades de Salud hacen el corte diario de la evolución del Covid-19 en México: 203 casos confirmados, 606 casos sospechosos, 1,111 casos negativos y 2 decesos.
Grupo Alsea aprovecha esas horas para hacer la chicanada de siempre en los momentos críticos: “Reduciremos gastos generales, recortando puestos de trabajo en el centro corporativo y estableciendo un programa para colaboradores dispuestos a tomarse una ausencia de 30 días sin goce de sueldo”.
“La empresa está ajustando personal en todas sus marcas, reduciendo las horas de trabajo y plantilla en línea, y negociando con los sindicatos relevantes para buscar su apoyo”, informó la firma operadora de marcas como Domino´s Pizza, Starbucks, Burger King, Chilis, P.F. Chang´s, The Cheesecake Factory, Italiani´s, Vips, El Portón, Ginos, Corazón de Barro y La Casa del Comal.
Es algo que no nos debería sorprender, pero todavía nos quedamos pasmados frente a esas provocaciones, frente a esa nula empatía del poder empresarial en México. De sus actitudes carroñeras, siempre en la búsqueda de sacar los mayores beneficios; quedarse con todo el pastel a toda costa, sin importar siquiera vidas humanas.
Toño y Lucy no habían nacido en 1985.
El terremoto del 19 de septiembre de aquel año sacó a relucir ese odio que nos tienen. Sí. Nos odian.
En los edificios de la zona de Izazaga, los dueños de las fábricas textileras que se encontraban en esas calles, exigieron al entonces presidente Miguel de la Madrid, y al regente capitalino, Ramón Aguirre Velázquez, sacar primero las maquinarias y después a las mujeres costureras sepultadas, vivas o muertas, de entre los escombros.
Tampoco Toño y Lucy habían nacido en diciembre de 1994, en esa etapa oscura de la historia de México, donde las grandes empresas nacionales y extranjeras le apostaron al “capital golondrino” y sacaron todos sus recursos del país para derivar, así, en el llamado “error de diciembre”, una de las crisis económicas más lucrativas y lacerantes en la historia del México contemporáneo.
Don Abel Blanco sí recuerda una chicanada similar de los grandes empresarios.
En 1968 tenía 21 años. Hoy tiene setenta y dos. Entume los labios y aprieta la mandíbula. En la tienda Superama ya les dijeron que se tienen que ir a guardar a sus casas porque son “el grupo más vulnerable”. Todo es angustia. En el rostro, en las manos temblorosas del anciano que empaca productos inútiles y lejanos.
Durante el Movimiento Estudiantil (dice que no participó por el miedo que generó el sistema) los empresarios fungieron como agoreros de la violencia, como heraldos del odio hacia la juventud mexicana, como soldados fascistas del régimen asesino.
El 20 de septiembre de 1968, un día después de la toma de Ciudad Universitaria por parte del Ejército, el periódico El Díapublica las reacciones de los distintos sectores del país. La iniciativa privada aplaude la acción:
“Los estudiantes fueron siempre engañados por quienes los usaron como piezas desechables en un acto de chantaje”, señalaba la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio (Concanaco). “Los motines y las alargadas estudiantiles han creado un ambiente de inquietud que, si se prolonga, puede obstaculizar el desarrollo económico del país, que se nutre fundamentalmente de estabilidad política, paz social y unión entre los mexicanos”, celebrara la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin).
Puede que Caro esté preparando uno de los últimos cafés vomitivos en un vaso previamente rayoneado con el nombre de un cliente prepotente, que a veces le truena los dedos para que apure el servicio.
Puede que Inés esté entregando las últimas coronas de cartón a ridículos comensales que gustan de saciarse de grasa y carne plástica.
Puede que Caro e Inés no estén enteradas que esos mismos señores, que hoy las subemplean con reglas infrahumanas, han sido partícipes, una y otra vez, del saqueo nacional, incluso pidiendo la aniquilación de seres humanos inconformes, que se levantaron en armas por intentar instaurar un sistema más igualitario, como ocurrió en la década de los setenta y ochenta con las guerrillas de Lucio Cabañas, en la Sierra de Guerrero, y con la Liga Comunista 23 de Septiembre, en el norte del país.
Los mismos del Fobaproa, del rescate carretero, de los fraudes electorales de 1988, 2006 y 2012, de la devastación de ecosistemas en el país, del saqueo a comunidades, del envenenamiento colectivo. Los mismos se desnudan de nuevo, ahora ante una emergencia epidemiológica de pronóstico reservado.
En el libro Los hermanos Karamasov, de Fidor Dostoyevski, Mitla Karamazov grita al polaco Kalgánov:
–Y tú, superlaidak. Eres un tunantuelo; eso.
¿Tunantuelo? Una palabra en desuso, según la Real Academia de la Lengua Española (RAE). No hay mejor descripción del momento. De los hombres del dinero:
“Adjetivo. Este término es de uso obsoleto. La definición de tunantuelo, a la parte diminutivo de tunante. La persona o individuo taimado, fullero, sagaz, bribón, artificioso, artero, zorrero, canalla, malicioso, refinado, ruin, despreciable, granuja, sinvergüenza, canalla, astuto, pillo, conchudo, descarado, infame, truhan, pícaro y ladino.
Es la noche de los cuchillos largos. Es la noche de los 203 contagios positivos de Covid-19.
Son días de canallas. De chacales.
Ahora resulta que el capitalismo es de lo peor…. Aquí cada quien busca su futuro ….en lo de igualitario me suena a conformismo…y pobreza