Por Rivelino Rueda
«Saben que estoy lleno de odio»,
pensó, con una angustia oscura y dolorosa,
como un juez,
consciente de su propio pecado secreto,
y que, sin embargo,
está obligado a seguir allí sentado,
condenado.
«Me temen,
tratan de enloquecerme».
Graham Greene/Campo de batalla
“Ahí va… un rollo de papel de baño. Tres cervezas. Una lata de frijoles. Dos latas de atún. Medio de limones yyyyyyy… Péreme tantito. Ah, tres bolsas de papas. También le echo aquí la cuenta”.
Jaime todavía le echa aguas a la señora del piso tres para que la bolsa con el mandado, que pende de un lazo de tendedero, no choque con los ventanales de los vecinos de los pisos uno y dos.
Luego baja otra vez el bulto de cáñamo con asas. Jaime recoge el dinero y la propina. Levanta la vista y lanza la aterradora noticia:
–¡Gracias Seño! Nomás le aviso que ya no vamos a poder estar viniendo por lo de la Fase Tres…
–¡No me digas Jaime! ¿Y ahora?
–Eso nos dijeron en la tienda. Parece que se va a poner más duro esto.
Llegó la Fase Tres. La que muchos pronosticaban desde hace algunos días. La que les urgía a algunos “líderes de opinión” que nomás hicieron el ridículo la semana pasada. Las dos palabras malditas. Las apocalípticas. Las que presagian el cataclismo y el Armagedón de la peste.
Que si sí. Que si no. Que escuché esto. Que me llegó este mensaje en el grupo de la familia. Lo cierto es que el ejército de expertos en epidemiología comienza con sus opiniones soporíferas y supinas desde que se hace el anuncio, en Palacio Nacional.
Por acá alguien dice que “el gobierno reconoce que estamos en Fase Tres porque ya lo habían adelantado algunos periodistas incómodos”. En la calle, un muchacho comenta a su acompañante que “lo más cabrón será cuando declaren la Fase Cinco. Fue lo que oí”.
Fase Tres. El nuevo día más letal de la pandemia en México. Ciento cuarentaicinco nuevos decesos. Ochocientos cincuenta y siete en total desde el 18 de marzo, cuando se reportó el primer fallecimiento por Covid-19 en la Ciudad de México. Nueve mil quinientos un casos confirmados.
Pero no. Los expertos epidemiólogos hablan de otras cosas más importantes. Por ejemplo, de si llegó tarde la Fase Tres. Aunque los expertos en pandemias ahora ya están inmersos en nuevas especialidades: cotización de la mezcla mexicana, geopolítica petrolera y demás cuestiones energéticas.
Jinetes del apocalipsis. Agoreros del desastre. Rumorólogos y pregoneros de información sin verificar. Fase Tres. Terreno fértil para pestes más letales, para plagas insufribles.
Fase Tres de noche lluviosa. De canchas y espacios para niños en parques públicos cerrados con cintas amarillas de protección civil, cual escenas de crimen. Y sí. Fase Tres de futurismo político al interior del partido en el poder.
Marcelo Ebrard con una nueva responsabilidad, aparte de la conducir la política interna, externa y migratoria. Ahora, el canciller a cargo de la coordinación de reconversión hospitalaria en todo el país. Claudia Sheinmaub, tomándose las cosas en serio ante la dimensión de la pandemia. Hugo López-Gatell, consolidado como el vocero único del gobierno federal ante la epidemia por el Covid-19.
Día 35 de la peste. Etapa Tres del alucinante encierro. Tormenta eléctrica. Relámpagos de abril. Enormes charcos buscando su cauce hacia coladeras taponeadas de hojas amarillentas que se niegan a ser succionadas.
Fase Tres y la pregunta devastadora de la novia al muchachito de los ojos de enamorado.
–¿No crees que debemos dejar de vernos hasta que pase esto?