Por Rivelino Rueda
Para evitar los daños de las epidemias
que cada vez más a menudo
sufrían los viveros europeos,
Hervé Joncour se lanzaba a comprar
los huevos de gusano de seda
más allá del Mediterráneo,
en Siria y en Egipto.
Alessandro Baricco/Seda
Cuando les cerraron el puente peatonal a Antonia y a Fermín, hace dos años y medio, la vida de ambos dio un vuelco fulminante. Las uñas encarnadas de Toñita son más dolorosas. Las callosidades de argamasa son más agrestes para Ferrucho. Las caminatas más insoportables. El confinamiento más humillante.
Cuando hace dos semanas también cerraron el consultorio del Podólogo Flores, por la pandemia del coronavirus, Toñita y Ferrucho observaron un precipicio muy, pero muy profundo. La caída libre en un abismo sin fin. La monstruosa e implacable tortura a dolencias bíblicas. El futuro negado.
Los viejecillos siempre caminan agarrados de la mano. No se separan ni un instante. En cincuenta años de estar juntos las pláticas no se han agotado. Rara vez mencionan lo de los achaques que los asolan desde hace veinte años. Está por demás preocupar al otro por nimiedades.
Más vale tragar saliva ácida, detener el paso y voltear al cielo con los ojos desorbitados de dolor, trenzar la mandíbula como roca volcánica y emitir pujidos lastimeros de animal desahuciado.
Primero la segregación disfrazada de protección civil. Ahora el confinamiento con máscara epidemiológica, de plaga letal contra “los más grandes”, contra “los más desprotegidos”, contra “los más pobres”, con los que tienen “más dolencias”.
Y es que desde julio y agosto de 2017 se puso en marcha ese acto de discriminación. En medio de los discursos patrioteros sobre el muro fronterizo que Donald Trump prometía a los estadounidenses levantar en la frontera con México, vecinos de la colonia Narvarte juntaban firmas para levantar su muro con los vecinos de enfrente, los de la colonia Buenos Aires.
Todos aseguraban que esa era la solución para erradicar “la peste” de asaltos, robo de autopartes, robo a casas habitación y narcomenudeo.
En la madrugada del 13 de septiembre de ese año autoridades del gobierno capitalino tapiaron con gruesas láminas el puente peatonal que cruza Viaducto Río de la Piedad y que conectaba desde hace casi cincuenta años las colonias Buenos Aires y Narvarte, pero además las alcaldías Cuauhtémoc y Benito Juárez.
Luego vino el argumento falaz. La explicación absurda sacada de la peor pieza de ciencia ficción. La insistencia macabra de tratar a las personas como meros animales.
El 7 de septiembre se dio el terremoto de 8.2 grados con epicentro en Pijijiapan, Chiapas, que remeció por minutos eternos a la Ciudad de México. El 13 de septiembre se da la clausura del puente peatonal con el argumento de que “sufrió daños” (para esos minutos ya se habían juntado las firmas necesarias del desprecio al “otro” por parte de los colonos de la Narvarte).
Luego se vino el terremoto del 19 de septiembre y los segregacionistas reafirmaron su teoría discriminatoria.
“Ellos allá, porque son delincuentes, nosotros acá, porque somos gente trabajadora”. Los comentarios versaban sobre ese punto. No importaba que muchos de “allá” tengan que venir a trabajar “acá”, o que tengan que transitar por cualquier motivo por “acá”, o que tengan que venir a atender sus dolencias “acá”, como Toña y Fermín.
Ferrucho y Toñita tienen ahora que rodear la colonia para poder ingresar a una colonia en la que se piensa que son “delincuentes”, “mal vivientes” o “narquillos”. Los huesos de los viejecillos crujen.
Eso no les quita el deseo remoto de platicar. Del coronavirus. De los días soleados. De las jacarandas. De lo gastado de sus cubrebocas. De cualquier cosa que no sean sus dolencias. Esas prefieren atragantárselas.
La peste hoy es más dolorosa en esas uñas encarnadas de Toñita y en esas callosidades inhumanas de Fermín. Todos los días se darán una vuelta para ver si ya abrió el Podólogo Flores. No importa que haya que caminar más, exponerse más a un contagio o a los señalamientos que son de la Buenos Aires.
Toña y Ferruco se tragarán sus dolores y no lo hablarán entre ellos para no angustiarse el uno al otro.
P.D. 1.- En agosto de 2019, durante una visita de trabajo por la colonia Buenos Aires, Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, se comprometió a abrir ese “puente de la ignominia”. Estamos en abril de 2020 y nada.
P.D. 2.- Los robos, los asaltos, la inseguridad y el narcomenudeo no paran en la Colonia Narvarte. Nadie de “ese lado” se ha puesto a pensar si de lo que se trata realmente es de un problema interno, propio, endémico.