Por Rivelino Rueda
Uno piensa: «Deben ser indios
–ni una alma que los mire–,
van en esa dirección, nadie los observa,
a nadie le importa hacia qué lado vayan,
¿serán de alguna reserva?,
¿qué llevarán en esos sacos de papel marrón? »
Jack Kerouac/Los subterráneos
Khalil A. llegó el sábado a casa con fiebre alta. Desde ese momento la respiración escaseaba. Había realizado el ritual de todos los días: tomar varias tazas de café con Adil y Yusuf. En cuatro días Khalil pasó de ser “amigo” a “infectado”, A “indeseado”.
El “viejo roble libanés”, que llegó a México a finales de la década de los cuarenta del siglo pasado, se veía extrañamente delgado, extrañamente pálido y extrañamente quieto arriba de esa camilla anaranjada. Ya no alcanzó a despedirse de nadie.
Y es que en estas horas de la peste (la humana y la viral), en la colonia Narvarte Oriente no sólo hay pánico e histeria por la emergencia epidemiológica del Covid-19. En los últimos días también se registró un brote de rumores, sospechas y discriminación.
“¡Ya no vayan para Doctor Barragán y Morena! ¡Ya hay un infectado!”, gritó fuera de sí un adulto a la salida de la tienda de abarrotes El Palmar, a cuatro calles de ahí.
El sujeto, con bermudas de mezclilla y cubrebocas quirúrgico azul, remató su mensaje apocalíptico con una delicada sentencia: “¡Son esos pinches árabes que viven ahí! ¡Dicen que alguien que estuvo allá lo trajo (el virus!”
Desde el miércoles al mediodía, todo ese perímetro –donde históricamente se han asentado familias de origen libanés y palestino–, que va de Eje Central a Doctor Vértiz, de oriente a poniente, y de Avenida Universidad a Obrero Mundial, de sur a norte, es un hervidero de rumores y comentarios discriminatorios.
Khalil A., de 77 años de edad, fue reportado como portador del virus el miércoles en la mañana por una cuadrilla de médicos del gobierno capitalino. Una ambulancia privada arribó a su domicilio y paramédicos lo subieron al vehículo de emergencia en una camilla anaranjada, en la cual fue montada una aparatosa cápsula de oxígeno.
Transeúntes, vecinos, propietarios de comercios observaron con rostros de angustia el protocolo sanitario. Y ahí comenzó el cosquilleo del rumor y los comentarios discriminatorios.
Morbo. Histeria. Rostros con asco y miedo. Teléfonos móviles apuntando, letales, hacia el punto de la conmoción colectiva. Silencio absoluto. Rumor aquí. Rumor allá. Manos con trapos cubriendo nariz y boca.
“¿Dicen que también entra por los ojos? ¿No será peligroso estar aquí mirando?”, pregunta una muchacha a su madre.
“Ese señor siempre se la pasaba tomando café afuera de esa tienda con otros ancianos también árabes” “¡Todos han de estar infectados!” “¡Debemos hacer algo!”, comentaba una señora a un grupo de vecinos que observaban la escena en estado de shock, a la entrada de un comercio de autolavado de autos.
Por allá, en la esquina de Morena con Zempoala, en los tacos de canasta de “La Güera”, otro vecino proponía “pintar las fachadas” de “los árabes” con “una cruz” para “tomar precauciones”.
“No vaya a ser que contagien a nuestras familias”, comentaba el señor de unos 53 años a otros clientes, quienes asentían con la cabeza mientras se llevaban sus tacos sudados a la boca.
También los argentinos, venezolanos, colombianos, ecuatorianos y uruguayos que han repoblado esa colonia clasemediera de la capital del país pedían, en Santa Inquisición, “desinfectar, sea como sea, a los árabes que andan por aquí como si nada”.
Los señalamientos de segregación escalaron en las siguientes horas. De entrada, un grupo de vecinos de la calle de Doctor Barragán exigía que las autoridades de la Alcaldía Benito Juárez enviaran cuadrillas a “desinfectar” la zona.
Alguien gritó que lo ideal sería limpiar con cloro, alcohol y detergente el camino que siguió la camilla, la ruta de la peste.
“¡No está de más rociar gasolina y prenderle fuego!”, lanzó una vecina del edificio de enfrente.
Pero otros, los más radicales, llamaron a boicotear la tienda de abarrotes El Mixteco, una zapatería, una planchaduría y una cafetería, sobre la calle de Morena, porque “ahí es el punto de reunión de los árabes”.
Jijos y jijas racistas e ignorantes!