Por Guillermo Torres
Mucho se habla del potencial que tiene el pueblo mexicano para reconfigurarse y despuntar prácticamente como potencia mundial. Y sí, no hay duda de que ese potencial es real y existe.
Principalmente emanado de una inmensa e incomparable herencia cultural e idiosincrática de ocho mil años de historia. Con elementos incluso sociales y políticos, preceptos, que son aplicables hoy en día, con una influencia en otros países que han tenido la capacidad de verlo, asimilarlo y asumirlo en alguna de sus fases; mejor que nosotros mismos.
El mayor problema que tiene México, cuasi infranqueable y que requiere de un gran esfuerzo, más que cualquier dificultad a resolver en el ámbito social o político, económico o de otra índole, es la mentalidad y el criterio con el que se conducen muchas personas.
Y para muestra basta tener lectura y análisis del ámbito político. Hay muchos criterios tanto en la misma política como en la ciudadanía que asumen el tema de una manera tan grotesca, que incluso lo analogan de manera explícita e implícita, de manera soez y cuasi vulgar lo comparan, como si se tratara de una rivalidad en medio de banderas y consignas, gritos e hinchadas como si fuese un partido de fútbol o cualquier otro tema de espectáculo y entretenimiento.
Algo digno de asumirse con toda la pasión e irracionalidad, versan los colores y el sentido de pertenencia que son importantes, pero solamente un símbolo.
Finalmente depende mucho de la buena comunicación que permee la opinión pública para apelar al sentido crítico y constructivo, que, independientemente de las circunstancias y planteamientos en el ámbito electoral, en medio de un debate constante que construya y aporte, sea artífice de un trabajo conjunto entre gobierno, ciudadanía y oposición.
Lo que es lamentable y visible es la falta de criterio de la derecha para comportarse a la altura de un país que empuja hacia adelante y hacia arriba. Muestran su actitud y esencia antidemocrática, su rabia y xenofobia, clasismo e ignorancia; al inconformarse con la labor de disminuir la brecha de justicia social.
Inconformidad que se mueve y motiva en el fondo por la imposibilidad de seguir ocupando a la política como una vía para enriquecerse y traficar influencias para beneficiar a grupos reaccionarios antipatrióticos, antinacionalistas, entreguistas y burdos. Nos encontramos ante una doble moral carroñera y carente de análisis acertado, y enfocado a aportar la retroalimentación necesaria donde el único beneficiado sea un proyecto de nación.
Una oposición basada y sustentada en mentiras, manipulación, ataques irracionales en una “permanente y laxa campaña”, que de por sí es lamentable en tiempos electorales, es aún más laxa en tiempos en los que la institucionalidad, y objetivos de bien común y colectivo debería ser la ruta crítica a seguir.
A buen tiempo se está cultivando y procurando la germinación de un nuevo esquema de correlación de fuerzas y forma de gobernar, que aunque aún no sea del todo garantía, precisamente por nuestras carencias interiores desde el plano personal hasta su respectiva colectivización, ese ninguneo y desconocimiento en los ojos del otro que nos recetó el destino en el holocausto vivido hace más de cinco siglos, es hueco existencial que dicho episodio nos genera y que somos incapaces de asimilar y asumir sin desairarnos a nosotros mismos como origen y destino, compuesto por dos partes, sino que aún nos afrenta alguna de ellas en el mejor de los casos; que peor aún está que sin saberlo ni darse cuenta, ambas puede ser el caso.
Y de ahí viene la transa, la mentira, la verdad a medias, la gandulería, desde no saberse sentar en el transporte público en la cotidianidad de una urbe de tales dimensiones; hasta la fundación de un partido artífice y estandarte de una clase política podrida y carente de razón, raciocinio y racionalidad.
Que valga la inadecuada expresión y término, injusto para otras especies a no dudarlo, de animalidad y comportamiento más propio de un autómata que de un ser pensante y con criterio propio.
Denostar, agredir y ofender al otro es hoy lo que versa, lo que podría ser incluso coletazo y estertor de un esquema social de rebaño, sistémico y social conformista; que en un momento dado puede dar lugar a una retoma de conciencia colectiva que de verdad asuma su responsabilidad social y ciudadana; dejando de hacer el juego a personajes enajenados de todos los ámbitos de influencia social sea del medio político, artístico, de la farándula, de los medios de comunicación.
La ciudadanía es pieza clave en ello, es de donde debe surgir la pauta que exija y de contrapeso a la estupidez de “líderes” sin sentido de menester y existencia; y a su vez no conformarse con lo que 80 años de dictadura de grupos porriles y delincuenciales que alternaron dos partidos políticos y sus aditamentos improvisados, que hoy buscan reciclar criterios igual de pequeños e insignificantes, argumentando una nueva generación y forma de asumir su responsabilidad.
Está claro que no es suficiente que la dirigencia política e institucional de México sea asumida por gente honesta y trabajadora, esa puede ser la pauta y punta de lanza. Pero nada de ello garantizará nunca la carencia que como sociedad tengamos a mano.
Mientras no superemos los complejos de jalar de los pies a quienes van trascendiendo su búsqueda y andar, seguiremos siendo los mismos cangrejos del eterno chiste.
Mientras hablemos de manera irracional y sin sentido, solamente por hablar, seguiremos desperdiciando por la boca una energía que se pudiera canalizar de manera un poco más productiva y constructiva.
Mientras no seamos capaces de trascender nuestros complejos sociales de ser el más chingón y que sigamos sin entender la importancia de trabajar y coordinar como engranaje de un todo, seguiremos siendo una caricatura mal hecha de ese pasado del que decimos enorgullecernos pero algo por dentro nos sigue haciendo corto circuito y nos lleva a sacar ese neófito que llevamos por dentro, que solamente obedece a un esquema de comportarnos como loros, hienas y verdugos del otro, sin la más mínima sororidad y otredad.