Comunicación, información y poesía

TRAMAS

Rodrigo Bengochea

28.03.21

Vivimos en un contexto donde incluso hemos concedido a los datos el privilegio de articular nuestra comunicación. No estoy en contra de la data, al contrario, me deslumbra la cantidad de información y capacidad de enfoque que nos brindan los buenos datos, sin embargo, estoy convencido de que la data jamás sustituirá el privilegio humano del potencial creativo.

En la semana circuló con virulencia en redes sociales un meme que decía algo así como: “La poesía no es prosa con enter”, y por bueno que fuera ese meme como broma, lo que me vino a la mente es que he leído prosa con enter que me parece estupenda poesía y me llevó a recordar gran cantidad de lecturas.

Sin intentar hacerme pasar por crítico literario o experto en literatura, porque no lo soy, no pude evitar también reflexionar en la gran capacidad de comunicación que tiene la poesía. Hace algunos años el FCE publicó un libro que fue premio Aguascalientes de poesía: Me llamo Hokusai, de Christian Peña, que por muchas cosas me marcó, entre otras por su capacidad de comunicar:

“Los ahogados son azules y bellos.

Sólo una vez mi padre dijo eso.

Mi padre me heredó este color de ojos: azul para mirar el mar de cerca, para no temerle, para sobrevivir.

Un color que coincida con lo inmenso, que tenga en la mirada la fuerza de una ola. Hay olas que rozan el cielo con su cresta, olas como crestas de gallos que rozan el cielo con su canto. Hay olas que devienen en gritos y arrasan con todo lo que tocan. Hay olas que devienen en muerte.

Hay padres como olas que arrasan todo a su paso, padres como catástrofes naturales cuya lección es sobrevivirles.

Hay padres que dicen sólo una vez una cosa con voz de tromba y moridero.”

Si la poesía es, como afirmó Gorostiza, “algo que tuviese una existencia propia en el mundo exterior”, tendría más sentido aún aprehenderla y contagiarla. Contagiarnos y contagiar ese impulso de voluntad creadora de los artistas.

La poesía tiene la gran virtud de transmitir algo que vive en una dimensión más profunda que donde vive la literalidad de las palabras. La poesía vive en ese lugar donde viven las emociones, donde se construye la esperanza, la convicción, la confianza, la evocación.

La poesía siempre apela a algo más allá del significado memorizado de las palabras y sus asociaciones directas con la propia experiencia. La poesía original construye el mundo. La primera, segunda o tercera persona son miradas, pretextos para tener y emitir un punto de vista. La poesía que da una mirada al amor, que muestra la descomposición mental del alcohólico, que critica con exageraciones las dificultades para pensar por uno mismo…

Y es que la prosa con enter puede contener cantidades muy importantes de poesía aunque huela a ironía, pensaba mientras recordaba “Ode to the Midwest”, de Kaving Young:

“I want to be doused

in cheese

& fried. I want

to wander

the aisles, my heart’s

supermarket stocked high

as cholesterol. I want to die

wearing a sweatsuit—

I want to live

forever in a Christmas sweater,

a teddy bear nursing

off the front. I want to write

a check in the express lane.”

La poesía es una experiencia. La poesía tiene ritmo, ritmo permite acompasar la inasible realidad. La poesía bien lograda nos puede permitir comprender ideas complejas. Las figuras de las que se vale la poesía son recursos para mostrar el mundo.

En medio de este entorno destructivo y enconado que puebla el ecosistema mediático en la actualidad a nadie caería mal toparnos con comunicación más motivante, alentadora, que diluya un poco tanta comunicación adversativa y nos sitúe ante una comunicación propositiva que se valga, por supuesto, de la poesía. Pequeños pedacitos de poesía cada día, escondida como una práctica refrescante, educativa, que acompañe todo eso que queremos decir orientados por la data.

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