Napoleón Estrada/Sarvan Mangalam
Borges publicó Fervor de Buenos Aires en 1923. Significaría, a la postre, el año de la vuelta a su patria después de vivir en Europa y sus primeros pasos como poeta.
¿Qué perdura de aquel joven Borges que buscaba las tardes, los arrabales y la desdicha, y tiempo después, cambiaría sus hábitos por las mañanas, el centro y la serenidad? ¿Qué imágenes y versos bonaerenses dejaban entrever al poeta ciego y glorioso que un día fue joven?
Desde aquellos años, él mismo lo dice, Borges ya era Borges, es decir, era esencialmente el mismo Borges, el genial escritor de siempre. Su voz, su tono, sus desdichas, el espejo, la sombra, el laberinto, la unánime noche; eran ya pues, los artilugios del tiempo y del espacio: instrumentos de la vida y de su literatura anunciados desde temprana hora.
Fervor de Buenos Aires fue el primer libro de los muchos libros que escribiría.
En aquel 1923 el escritor argentino tenía 24 años. Y Buenos Aires era una ciudad en transformación, una ciudad distinta, moderna, fantasmal.
Ciudad de luces y balaustradas, de patios y plazas, ciudad de antepasados, de balcones y sombras. Borges, poeta, transeúnte, recorrió las calles en busca de los matices de la tarde. “…clara como una frente, / grave como un ademán enlutado”.
Belleza iluminada al ritmo de sus pasos, ecos de una memoria recobrada. Desfile de imágenes que perduran como huellas de una calle perdida y recordada como y distinta, ver esa luz hermosura, acopio de memorias. En, nombres de la vida. La serenidad. Algún verso olvidado.
… y sentí Buenos Aires.
Esta ciudad que yo creí mi pasado
es mi porvenir, mi presente…
[…]
… y he repetido antiguos caminos
como si recobrara un verso olvidado
y vi al desparramarse la tarde
la frágil luna nueva…
Aquel brillo desesperado y final de una tarde ha iluminado desde entonces su literatura de antes, hoy y siempre.
La sesión se realizó el miércoles 27 de noviembre en el Aula Magna de la Universidad Autónoma Metropolitana (UACM) Colonia del Valle. Estuvo a cargo de David Huerta, poeta, escritor, profesor en la UACM y atento lector de todo papel poético que llega a sus manos.
Para él, como para nosotros, Borges es uno de los poetas consentidos y entrañables. Sin embargo, la lectura de David Huerta no será la de cualquiera, sino la de un poeta.
Es decir, la de un hombre que mira y habita con un amor infinito por la palabra edificante de la poesía. Así, datos, gustos, demoras, pausas, cambios de voces, sugerencias, la historia del libro y sus distintas ediciones y sus poemas, nos aguardan.
Una oportunidad inmejorable para escuchar una voz, la de Huerta, que dice estas cosas:
Hablo de ti, de ellos, tenues
fantasmas de las hablas, figuras
contra el espacio más abundante del silencio
y contra las pantallas desgarradas del hambre…
Hablo para cerrar los armarios y para abrir
el libro exhausto, para desunir los relojes
y para unir los dados de la mala suerte,
para extinguir una hoguera y para encender
la pared blanca, para darle la vuelta
a la página y para excavar hasta el ahogo
el cuerpo de este lápiz oscuro.