Madre esclava

 

Algunas mamás no encuentran en sí mismas la plenitud y amor necesario para no buscarlo afuera. No es necesario demandar de los hijos amor y respeto, basta amarnos y respetarnos a nosotras mismas para que imiten nuestra actitud.

 

Por Astrid Perellón

 

 

Se acerca el Día de la Madre y algunas <<reinas del hogar>> recibirán planchas, licuadoras, salas y lavadoras. Me hacen pensar en un cuento de hadas. No la Cenicienta por su abnegación esperanzada, sino otro. Uno clásico recopilado por Italo Calvino llamado “Madre Esclava”.

 

En éste una estereotípica madre italiana de antaño es raptada por piratas. La trama hace ponderar si su esclavitud empezó al ser raptada o precisamente fue liberada de la esclavitud que su rol de madre implicaba.

 

Al respecto de la condición supuestamente de ataduras de una madre, muchos memes y artículos nos harán tocarnos el corazón, clamando justicia a favor de la mujer moderna quien, por cierto, ya tiene lavadora, productos de limpieza, aspiradora, secadora, lavaplatos y hasta Uber por si su auto no es más que una calabaza desencantada. Yo no me sumaré al torrente de artículos sino que les haré un obsequio a modo de reflexión.

 

A las madres de todo tipo y clase, les propongo imaginemos a un individuo recién llegado, que no habla el idioma y desconoce hasta las mínimas costumbres para conseguir comida, techo, abrigo. Este individuo en tierras extrañas solo tiene lo que cree un aliado. Este sujeto le procura comida pero debe terminársela toda, probar de todo y engullir vegetales sin chistar. El sujeto con el que el recién llegado cuenta recibe techo aunque lo que pida es sol, aire fresco y paseos. ¡Es más! Tiene un techo portátil que lo sigue a todos lados y no le permite turistear a gusto. El sujeto también provee abrigo con la condición de que se lo deje puesto cuando el sujeto así lo diga y sienta que es necesario sin importar que el recién llegado tenga su propio termostato.

 

No sé ustedes pero me suena a que el sujeto esclavizó al recién llegado. Hablo de cómo la mamá toma al bebé, le procura lo básico y, a cambio, exige sentirse amada. <<¿Me amas? ¿Me das un beso? Si no me abrazas me voy a poner triste. ¿Ya no me quieres?>> Frases que se volverán cada vez más complejas <<Antes me visitabas. Yo sacrifiqué todo por ti>>. Entre otras que tienen al recién llegado doblegado ante un yugo de compromiso que le salió caro. Necesitaba comida, techo y abrigo cuando niño y deberá pagar por ello el resto de su vida. ¿Por qué ocurre esto? Porque algunas mamás no encuentran en sí mismas la plenitud y amor necesario para no buscarlo afuera. No es necesario demandar de los hijos amor y respeto, basta amarnos y respetarnos a nosotras mismas para que imiten nuestra actitud. Exigir de ellos <<pruebas>> los distrae de su plenitud y amor propio, resultando en adultos buscando relaciones que sustituyan lo que no hallan en sí mismos.

 

Se me ocurre un título crudo para esta fábula del aquí y el ahora que ejemplifica una realidad cíclica: “Madre esclava, hijo esclavo”.

 

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