Walter Benjamin… Los Benjamin: una familia alemana

Por: Armando Martínez Leal

@armandoleal71

Los hombres han perdido la capacidad

 de reconocer lo divino en sí mismos y en las cosas;

 naturaleza y arte, familia y Estado,

solo tienen interés para ellos en tanto sensaciones.

Hans Corneáis

La tradición de los oprimidos

 nos enseña que

 el “estado de excepción”

 en que vivimos es la regla.

Walter Benjamin

En 1994 llegaron a mis manos los cuatro volúmenes de las “Iluminaciones” de Walter Benjamin, editados por Taurus, se trata de la reimpresión de un mosaico representativo de su obra.

Las primeras ediciones de Benjamin en español se hicieron en 1980; en alemán datan de 1960. Al principio no entendí la importancia de aquel obsequio; si bien había escuchado de Benjamin, en un seminario permanente que tomaba por aquellos años en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, que impartía mi Maestra, la doctora Blanca Solares Altamirano, en torno al filósofo Jürgen Habermas −destacado miembro de lo que se ha denominado, la segunda generación de la Escuela de Frankfurt−.

Mi conocimiento sobre el Berlinés era nulo. En aquel seminario se definió la elaboración de las tesis de licenciatura de un breve fragmento de mi generación, algunos de aquel reducido grupo decidieron abordar a Horkheimer, Marcuse, ahí cupo hasta el francés Cornelius Castoriadis; en principio me había definido por trabajar el capítulo sobre la Industria Cultural de “Dialéctica del Iluminismo”, de Adorno y Horkheimer; sin embargo, Blanca con un gesto de desaprobación e indicando que era una empresa menor para mi, sugirió trabajar a Walter Benjamin.

Se trataba de un segundo acto de la fortuna; mi encuentro con Walter Benjamin fue mágico; el verano de 1994 dedique todo mi tiempo y esfuerzos intelectuales por asimilar la obra benjaminiana. Así regresé de aquellas vacaciones con cierta idea de lo que quería trabajar y cómo lo quería hacer.

El tiempo en la elaboración de aquel texto fue largo, sinuoso, siempre sentí que cuando llegaba a cierta certeza sobre su obra o una posible categoría; casi como si estuviera a punto de tocarle el hombro a Benjamin, él se birlaba, escapándose, tardé en entender que su obra no puede ser leída bajo esa perspectiva.

La lectura de Walter Benjamin, el acercamiento a su existencia a través de su basta obra; de las biografías que en ese momento había sobre él y la bibliografía en torno a su devenir en el mundo, me llevaron a un punto, donde mi vida estuvo dominada durante más de una década por sus letras, ideas, la ética de su existencia y sus contradicciones.

En aquellos años la recepción de la obra de Walter Benjamin no era de la dimensión de lo que es en la actualidad. Recuerdo que producto de mis investigaciones y de la construcción del estado del arte, encontré que había menos de una docena de trabajos recepcionales en el banco de tesis de la UNAM, sobre el autor de: “La obra de arte en la época de reproductibilidad técnica”, los libros entorno a su obra en español no eran más de 250.

A Walter Benjamin primordialmente se le define como filósofo, cuando, como bien señala Hannah Arendt en “Hombres en tiempos de oscuridad”, es un autor inclasificable. La dinámica del pensamiento que generó la Ilustración, donde la especialización, la creación de territorios y fronteras de los saberes, así como un esfuerzo por expulsar lo verdadero de aquello que era meramente especulativo, genera la “necesidad” de encasillar y por ende traicionar a Walter Benjamin.

En términos epistemológicos, el pensamiento benjaminiano pone inicialmente en tela de juicio la Verdad, como ese espacio absolutista, falsa certeza que la Modernidad se creó. Las primeras décadas de la centuria pasada estuvieron dominadas por un estadío de crítica, fueron intentos por desmontar el discurso racionalista; pero a diferencia de las respuestas que el Círculo de Viena encontró, Benjamin va al núcleo del primer excluido de la razón: Dios y lo sagrado.

En “Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres” (1917), aborda la idea de lo sagrado como elemento fundamental de lo humano, así como la imposibilidad de llegar a la verdad. El hombre vive en la Caída, debido a su expulsión del Paraíso, por haber comido del árbol del conocimiento, producto de ello vaga por el mundo buscando la completud.

La Verdad es una falsificación de la realidad, ya que la realidad está escindida. Por tanto, pretender encasillar a Benjamin en la categoría de filósofo; o el “Real Filósofo”, como le llama su “discípulo” mezquino: Theodor Wiesengrund Adorno, es pretender solventar la mediación, que el autor del Trauerspiel nunca buscó.

Han pasado 26 años de mi encuentro inicial con Walter Benjamin, de esa suerte de reto, fascinación, encantamiento, enamoramiento, absorción y hasta cierto distanciamiento.

El pasado junio la editorial Trotta publicó en español: “Los Benjamin: una familia alemana” del periodista Uwe-Karsten Heye; el libro es a todas luces novedoso, en principio porque en el centro de la investigación no está Walter Bendix Schönflies Benjamin, sino la historia de una familia; los ejes iniciales de la construcción del texto son los hermanos Walter, Georg y Dora.

El largo discurrir de Heye toma como hilo conductor la obra del autor de Das passagen werk, la alegoría del jorobadito esta constantemente presente en la existencia de los Benjamin, así como los textos y el lenguaje benjaminiano.

Los hermanos Benjamin fueron militantes de la izquierda: “los golpes decisivos se dan con la mano izquierda”, señaló Walter; estaban del lado de los desamparados, creían en la Revolución como medio de transformar la contemporaneidad, sus desigualdades e injusticias, “aquel justo instante en que los relojes se detienen”.

Su actuar en el mundo fue más que un ejercicio de militancia, recrearon su devenir desde una ética, diametralmente distinta a la predominante de la época, pero también que constituye la weltanschauung de la Contemporaneidad, esa que coloca en dos puntas del arco al Berlinés y a la Teoría Crítica.

En un extremo del arco está Walter Benjamin, en el otro: Theodor Wiesengrund Adorno y Max Horkheimer; para el primero había que ser radical en la teoría y en la praxis, no cabía la contraposición del “Hotel de lujo”; el tropo que utilizó Lukács en el encarnizado debate que sostuvo con “Adorno y sus chicos” que teorizaban desde “un hotel equipado, con toda clase de lujos, al borde de un abismo, de la vacuidad, del absurdo”. La reconstrucción histórica, que realiza Heye, de la vida de los Benjamin, hace evidente que su existencia no era insustancial, sino todo lo contrario.

Los tres hermanos confrontaron al nazismo, no sólo por su condición judía, sino fundamentalmente por sus ideas políticas, Georg y Dora fueron militantes por un tiempo del Sozialdemokratische Partei Deutschlands (SPD) y siguieron a Rosa Luxemburg, en la fundación de la Liga Espartaquista, −que fue el antecedente del Kommunistische Partei Deutschlands (KPD, Partido Comunista de Alemania)−.

Georg fue el primero de los tres hermanos en caer bajo las garras del nazismo; Dora y Benjamin huyeron de Berlín en 1933, para refugiarse en París, ambos estuvieron en campos de internamiento de los cuales pudieron librarse; sin embargo, Georg no corrió con suerte.

La reconstrucción de estas tres vidas refleja el devenir, como mónada, de la CIVILIZACIÓN, no sólo el horizonte de Alemania, sino la imposibilidad, negación, que hemos confrontado para entender la Segunda Guerra Mundial, más allá del Holocausto judío.

Murieron más de 90 millones de mujeres, varones, niños, ancianos… murieron comunistas, gitanos, homosexuales, judíos… murieron millones de europeos, unos porque fueron directamente perseguidos por el nazismo, otros porque se resistieron a él… otros más en el combate.

El predominio del paradigma judío para entender el fenómeno del fascismo ha impedido a los pueblos entender la Segunda guerra y el holocausto como un fenómeno donde la humanidad es absolutamente responsable.

No se trata de negar la responsabilidad del nazismo, fascismo, la falange… las derechas del mundo se unificaron en aquellos instantes en que las papas están a punto de quemarse. Los colectivos resistieron, pero también participaron en la eliminación del Otro: las redadas del Velódromo de Invierno (16 y 17 de julio de 1942), siguen siendo parte de ese pasado silenciado.

Es cierto que cuando hubo que hacer justicia frente a los crímenes de guerra, los aliados se vieron imposibilitados, ya que tenían que juzgar a casi el 90 por ciento de la Alemania post nazi. En la reconstrucción de la historia europea y de la civilización, Heye, a través de su texto: “Los Benjamin: una familia alemana”, nos permite adentrarnos en la terrible y ominosa historia de la posguerra.

La Alemania Occidental se volvió cómplice del nazismo y evitó juzgar a los asesinos sobrevivientes; no así, la Alemania Democrática, que inició procesos donde enjuició a los nazis que quedaron en el lado comunista. Hilde Benjamin −Hilde la sanguinaria, Hilde la roja−, esposa de Georg, se convirtió en la jueza suprema, que combatió al olvido que se había impuesto después de los procesos de Núremberg.

Los Benjamin: una familia alemana” es un acercamiento a la vida de una familia: los Benjamin, es la historia de tres hermanos que decidieron dejar el mundo mejor de lo que lo habían recibido, cada uno de los hermanos Benjamin dio su batalla desde diversas trincheras, heredaron a nuestra Contemporaneidad una posibilidad de SER. Su huella es imborrable.

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