Violencia institucional y despojo a comunidades, clave para entender al “México embozado”: Laura Castellanos

Por Rivelino Rueda

Arturo Cano, periodista de La Jornada, deja de lado el comentario chusco, ese que provoca la irremediable risa de los presentes, respecto al “calcetín” que cubre el rostro de subcomandante Marcos, hoy Galeano, o al paliacate negro en el rostro de los grupos anarquistas.

Es la parte final de su participación en la presentación del libro Crónica de un país embozado 1994-2018 (Ediciones Era), y quizá realiza una de las más acertadas descripciones de su autora, la periodista Laura Castellanos, pero también de su nueva publicación.

“Se trata del registro acucioso y bien contado de una periodista comprometida, pero no militante, como la periodista que ha aprendido muy bien la lección del maestro (Ryszard) Kapuściński, que decía que el periodismo es el oficio que debe abrevar de otras disciplinas, que debe abrevar de la historia, de la ciencia política, de la antropología, y yo creo que Laura lo consiguió muy bien en este su nuevo libro”.

Laura Castellanos, con esa tesitura de voz que la caracteriza, pausada pero firme, aleccionadora, como la maestra que es de nuevas generaciones de periodistas, le pone nombre y apellido a los destinarios de su nuevo libro, a quien dedicó estas páginas cargadas de historia: a losmillennial, a la generación post Ayotzinapa.

“¿Cómo le explicamos a las nuevas generaciones sobre lo que ha pasado en los últimos 25 años, de esta violencia institucional, de esta violencia estructural? Me parece importantísimo que se conozca dónde estamos parados y saber de dónde venimos, de qué México venimos, porque sólo así podremos saber a qué México nos estamos dirigiendo si es que no hacemos los cambios estructurales que apremian”.

La periodista recrea ambientes y ubica en territorios. Habla como si se repitieran en su memoria las resonancias de los testimonios recabados, del trabajo de campo, del eterno andar del reportero; de los documentos y de la investigación a tope. Habla como si hablara con el indígena, con el anarquista, con el guerrillero, con el “machetero” de Atenco, con la mujer en rebeldía por el despojo de su tierra, con el policía comunitario, con el campesino, con la autodefensa michoacana.

Recapitula entre los libros de José Revueltas, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Jorge Ibargüengoitia, Friedrich Katz, Juan Villoro, José Emilio Pacheco, Bárbara Jacobs, David Huerta, Héctor Manjarrez, T.S. Elliot, Augusto Monterroso, Guillermo Sheridan, Adolfo Gilly, Nellie Campobello, Miguel León Portilla, Bolívar Echeverría, Carlos Fuentes, Juan Gelman, Vicente Rojo.

“Si en 2001 se hubieran aprobado los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, no tendíamos en este momento en el país más de 25 mil concesiones mineras por 50 años, renovables a 50 años más, es decir, cuando una empresa logra una concesión minera, o una empresa extranjera, o una corporación multinacional, puede tener la concesión de un territorio por un siglo, y durante ese siglo se apropia de todo”.

Y ahí está la clave de este México embozado. Laura Castellanos narra con precisión esa ancestral historia de despojos a comunidades que, en el mediano y largo plazo, serán el “foco” de nuevos Méxicos embozados.

“(Esas multinacionales) cercan ese terreno; puede explotarlo o no a su gusto; puede utilizar tóxicos o no, aunque nos digan que hay una legislación de impacto ambiental que lo impide. En este país hay comunidades desgarradas, destrozadas por mineras. Y ese tipo de violencia institucional es lo que yo he visto que ha ido generando, en el caso rural, como el de las autodefensas, o una multiplicación de policías comunitarias, pero que al mismo tiempo ha hecho permanente y vigente la lucha del zapatismo en la defensa del territorio”.

Y como una herida sin cerrar, como una memoria más vigente que nunca, Laura Castellanos anota que en su último libro fue indispensable hacer una recapitulación, del presente hacia el pasado, de Ayotzinapa con la represión vivida en las décadas de los sesenta y setenta en Guerrero.

La periodista –también autora de los libros: México Armado 1943-1981(Ediciones Era 2007); Corte de caja, entrevista con el subcomandante Marcos, y de las crónicas literarias Ovnis: historia y pasiones de los avistamientos en México(2009) y 2012 las profecías del fin del mundo (2011)–  sostiene que “si no comprendemos qué fue lo que ocurrió en estas décadas, que marcaron y que resquebrajaron al país, no podemos comprender por qué en la actualidad vivimos en una ‘República de fosas’, de más de 36 mil casos de desaparición, de más de 200 mil casos de asesinatos”.

Alberto Híjar toma la palabra y el auditorio enmudece. Sus palabras hipnotizan al respetable y pareciera que se palpan, que se pueden agarrar con las manos, la dosis de confianza que va inyectando el teórico marxista con su mensaje.

Su emoción es contagiosa, se trasmina por los muros viejos de la casona estilo porfirista de la Colonia Roma, por los ventanales y puertas de madera, por los anaqueles repletos de libros, por bancas y por rincones añejos, sobre todo cuando reconoce en Crónica de un país embozado 1994-2018 su carácter testimonial.

“Laura no sólo arriesga su vida poniendo una manta en las jetas de las guardias presidenciales, sino haciendo entrevista a todo aquel que se deje, siendo guerrillero activo, siendo autodefensa o siendo anarquista. Esta manera de hacer periodismo es excepcional, sobre todo ante la proliferación de expertos y de voceros autorizados que son los que supuestamente deberían estar, dicen estar, aunque no sea cierto”.

El también reconocido crítico de arte mexicano pone como ejemplo el apartado dedicado a los grupos anarquistas, y comenta que la periodista “no cae en la trampa de descalificarlos de una manera absoluta”.

“A Laura le preocupa encontrar las raíces de la rabia, del odio, de toda esta dialéctica negativa que los hubiera hecho discípulos de Teodoro Adorno, que también escribió sobre estos temas, y Laura cita que a estos grupos hay que tomarlos en cuenta, que son producto de la violencia, de los crímenes de Estado, etcétera, etcétera”.

Alberto Híjar remacha su mensaje con una cita contundente sobre el libro, sobre la periodista, sobre la larga marcha del México del último cuarto de siglo, de un país embozado:

“A lo que contribuye Laura con este libro es a que no haya una sola historia, la de nosotros, sino que haya una historia totalizada que se totaliza, lo mismo en los crímenes de Estado, que en los grupos guerrilleros, que en los grupos anarquistas. En ningún momento adelanta vísperas, en ningún momento dice lo que va a pasar, sino que narra”.

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