Por Rivelino Rueda
Foto: Edgar López
Una nueva imagen sacude las consciencias de todos. No se trata de policías veracruzanos “levantando” jóvenes para su posterior desaparición. No son casi veinte personas narrando cómo les dijeron sus secuestradores, un grupo de sicarios, que los iban a matar. No es un niño de menos de un año con el tiro de gracia en la cabeza, en medio de los cuerpos ensangrentados de sus padres.
La imagen es espeluznante por donde se le observe. Los cadáveres yacen en el asfalto a las puertas de lo que fueron sus casas o comercios. La mayoría de esos amasijos humeantes están calcinados.
Las chozas de palma y las escasas construcciones de ladrillo están de rodillas hacia la calle o las brechas de ese pueblo nigeriano, Maiduguri. Incendios aquí y allá. Lo que parecen ser guardias militares y civiles observan impávidos.
El horror se percibe milímetro a milímetro. Los primeros cables hablan de que niños fueron quemados vivos y que tres mujeres suicidas hicieron detonar sus explosivos para hacer más letal el ataque.
Boko Haram volvió a su carnicería, a lo que sabe hacer. El grupo terrorista nigeriano –integrado por yihadistas que buscan instaurar un estado islámico en esa nación africana— mostró de nuevo el lado más ruin de la raza humana, ese lado que quizá sólo es comparable con la cómoda posición humana de que “Nigeria está lejos”, “en México no pasan esas cosas” o, en el más lamentable de los casos, repitiendo el discurso oficial de que “Seguro andaban en malos pasos”.
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Nuestra capacidad de asombro por supuesto que rebasa fronteras, sobre todo esas, las fronteras internacionales.
Si se tratara de una frontera estatal, por ejemplo, la que separa a Morelos de Guerrero, o a Nuevo León de Tamaulipas, las cosas cambian. Aquí las cosas le ocurren a los que tienen la ocurrencia de disentir (de disentir en serio, no de disentir desde la comodidad de una curul, un escaño, una silla en palacio de gobierno o en la casa del ayuntamiento), esa palabra hoy tan cercana a actos del crimen organizado, según los nuevos diccionarios en materia de seguridad nacional.
En lo que va de gobierno de Enrique Peña Nieto se han cometido 57 mil homicidios, de acuerdo a cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Pregunta: ¿Estos casi 60 mil muertes violentas eran de personas que “andaban en malos pasos”?
Otra cifra. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) reportó, en su informe anual 2015, que en México se presentaron 423 casos de desapariciones: ¿Todas esas personas, incluso si fueran integrantes de grupos criminales, son acreedoras a una acción de ese tamaño?
Para muchos mexicanos hay un “sí” para ambas preguntas. Y esto es lógico, porque históricamente el discurso de los regímenes que combaten a un “enemigo”, interno o externo, es generar miedo; inducir a las grandes masas a coincidir que ese “enemigo” debe ser aniquilado (usted no pregunte, todos los enemigos son todos, y si ahí van disidentes, no importa, son enemigos), y repetir al unísono y hasta el cansancio “ustedes se lo buscaron porque andaban en malos pasos”.
Ahí están los ejemplos. Los 43 de Ayotzinapa, según la “verdad histórica” de la Procuraduría General de la República (PGR) estaban infiltrados por el grupo criminal Los Rojos.
Los cinco jóvenes de Tierra Blanca, así como las decenas de personas muertas y desaparecidas en Veracruz en los últimos años “andaban en malos pasos”, según el folclórico gobernador Javier Duarte.
En el crimen de la colonia Narvarte el gobierno de Miguel Ángel Mancera no ha desechado, como principal línea de investigación, un crimen por “excesos, drogas, putas, alcohol”.
En mayo de 2014, el grupo criminal Los Ardillos “levantó” a 30 personas en el municipio de Chilapa, Guerrero. A lo largo de cinco días ese grupo cerró todos los accesos al ayuntamiento, no dejó entrar ni salir a nadie y decretó un virtual “toque de queda”. El presidente municipal priista y el entonces gobernador interino perredista argumentaron que las personas desaparecidas tenían nexos con el grupo rival que disputa esa plaza, Los Rojos.
Los maestros que se oponen a la reforma educativa que están presos no son más que integrantes de la “delincuencia organizada” que “atentan contra la seguridad nacional”. Y así nos podemos ir…
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Es absurdo que Boko Haram cruce el Océano Atlántico y pretenda una escalada de violencia en México. Si acaso surge el rumor a muchos los agarrará mal parados, principalmente a aquellos que siempre voltean la mirada ante la realidad nacional. Los que entonan la voz y sueltan sin más que “andaban en malos pasos” o “se lo estaban buscando”.
Pero en el país la descomposición social no se detiene. Impactan más las fotografías que llegan de Nigeria que las que llegan de Guerrero, principalmente porque aquí ha funcionado ese macabro discurso que dice: “Echa todo al mismo costal, nadie se va a dar cuenta que eran disidentes”.