Por Yeseline Trejo Miranda
Dicen que la familia es el punto de partida de todo. No todos tienen la oportunidad de tener en su vida a gente tan maravillosa. La familia es amor, unión y en muchos sentidos es una chispa de alegría.
La sonrisa en cada uno de sus rostros refleja tantos momentos felices, momentos únicos e irrepetibles.
A veces los mejores momentos suceden sin planearse y con las mejores personas. Por años han estado juntos, son familia de sangre, son personas de carne y hueso. Son personas comunes pero con historias extraordinarias.
Nadie se imagina qué tanto han vivido. Lo cierto es que se apoyan en las buenas y en las malas. Sus seres tienen una conexión increíble.
Uno de sus tantos momentos inesperados fue precisamente aquel domingo por la tarde. De la nada decidieron subir al Nevado de Toluca. Con chamarras, guantes, bufandas y actitud positiva iniciaron la caminata. Se adentraron en el camino de terracería y posteriormente se fueron internando por los caminos del bosque.
Entre quejidos y largas respiraciones seguían su paso hasta la cima. Después de una hora ya iban a la mitad del camino. A lo lejos se miraba aquel volcán cubierto de nieve. Tomaron un descanso para recuperar la respiración, capturaron algunas fotos familiares y del paisaje que tenían frente a sus ojos.
Pronto siguieron su camino pero con dos integrantes menos. Después de varios minutos, algunos resbalones en la nieve y respiraciones profundas. ¡Eureka! Entre nieve y nieve comenzaron a lanzarse bolas de aquel hielo frío. Entre resbalones y risas el momento merecía ser recordado.
A minutos de que cayera el atardecer, iniciaron la retirada. Mientras regresaban por aquel bosque frío, entre palabra y palabra decían que se debía acelerar el paso porque el anochecer estaba por comenzar.
Efectivamente, la noche los sorprendió. Sintieron cómo bajaba la temperatura y, del frío, a algunos les daban ganas de orinar. Una chica de 14 años comenzó a quejarse porque sus tenis le lastimaban, así que para no atrasar a los demás se los quitó y en calcetines siguió caminando.
Ya no se vía nada. No había más personas, eran los únicos que caminaban entre los árboles, tratando de encontrar el camino para poder bajar al sitio donde dejaron los automóviles.
Antes de pasar más tiempo a oscuras, prendieron las linternas que vienen integradas en los teléfonos celulares y con ellas iban alumbrando el camino; esta última frase puede escucharse divina “alumbrando el camino”, pero lo que es verdad es que no fue divino.
Ese momento se figuraba a una película de terror en donde sólo dos iban a sobrevivir, uno sería devorado por algún animal extraño, algunos se perderían y morirían de hambre, otros serían asesinados por personas hambrientas y otro sufriría un accidente.
Nada de lo anterior pasó. Sólo fueron historias que se iban imaginando mientras caminaban por donde llegaron.
El alivio inundó sus cuerpos cuando notaron que iban por el camino correcto. Aceleraron el paso ya que la pila de los celulares no resistiría más tiempo. Un claxon sonó. Las mamás que se habían regresado lo hacían sonar ya que vieron que a lo lejos unas luces se dirigían a ellas. Salieron del carro y fueron a ver si eran sus hijos y esposos, ya que habían intentado llamarles a los celulares para localizarlos pero fue inútil, no tenían señal.
En segundos lograron identificar sus siluetas. Todos se reencontraron y comenzaron a contar que lo más extremo de subir al Nevado fue bajar en plena noche, con frío e historias de muerte. A pesar de todo, la salida fue perfecta.
Todo estaba oscuro y eran las únicas familias que seguían ahí. Encendieron las luces de los coches y alguien dijo – Hay que tomarnos una foto.
El momento y la experiencia lo ameritaba, la foto del recuerdo. Así que se colocaron en medio de las luces de los carros, unos prendieron las lámparas de los celulares para alumbrar y que en la foto se vieran bien los rostros.
Entre carcajadas y después de varias fotografías. El teléfono celular pudo capturar la foto perfecta, de noche y con sonrisas de oreja a oreja. La familia sabía que ese momento se iba a quedar grabado para siempre.