Somos cuerpos que se desangran y carne que se pudre… Francis Bacon

Por: Armando Martínez Leal

@armandoleal71

Hoy pinto muy poco,

aunque sigo pintando en las mañanas

porque no puedo parar;

o pinto cuando estoy enamorado,

quizás, pero ahora ya es muy tarde.

Soy muy viejo.

Francis Bacon

Expulsado del hogar familiar por su padre, a los 16 años Francis Bacon vive una vida de “…bohemia, donde el alcohol y la prostitución” son parte de su presencia en el mundo, así lo señala Michael Peppiatt en: “Francis Bacon. Anatomía de un enigma” (1996). Bacon el perturbador e inquietante artista plástico prostituto. En los diálogos entre el fotógrafo y el pintor… Francis Giacobetti y Francis Bacon (1991-1992), el denominado artista figurativo idiosincrásico señala: debería haber sido, no sé, un estafador, un ladrón o una prostituta. Pero fue la vanidad lo que me hizo elegir la pintura, la vanidad y el destino.

El destino vanidoso se cernía sobre el dublinés, así en 1929 tuvo un encuentro que signará su existencia, Bacon señala: vi algunas piezas revolucionarias, “Le baiser” y “Les baigneuses” del pintor español Pablo Picasso, al que consideraba su padre, es la razón de que yo pinte. Ambas piezas están presentes como una gran obsesión en su obra; piensa en ellas como fuente de inspiración de “Tres figuras en la crucifixión”, el tríptico de 1944.

Retomando una antigua preocupación de las Vanguardias, Bacon quiere generar un efecto en el Otro, apuesta por una reacción simbólica, pero fundamentalmente emocional quiere evitar la intervención del cerebro. La apuesta estética de Bacon es construir un proceso donde del ojo se vaya directamente al estómago. En este sentido, la relación que debe establecerse con la obra de arte no es racional, interpretativa; sino fundamentalmente instintual.

Francis Bacon abreva de las Vanguardias, asume el reto. En principio, el proceso deconstructivo de la figura, la guerra contra el academicismo y el arte decorativo. El embate contra la Verdad, el arte no tenía porqué contener una representación de la realidad según un canon; muy probablemente esa representación de la verdadera realidad no era más que un fragmento de ella, una cara que oscurece a la otra, la niega. La realidad de lo irracional, la locura, la demencia y la imaginación. ¿Qué somos? carne que se pudre. Ahí donde vida y muerte se eclipsan en un trazo, movimientos del pincel, de brocha… intervención de la mano… la locura de…

Bacon le responde a Giacobetti sobre su PADRE: Picasso perteneció a esa casta de genios que incluye a Rembrandt, Miguel Ángel, Van Gogh y, sobre todo, Velázquez. Velázquez encontró el equilibrio perfecto entre la ilustración ideal que debía producir y la emoción abrumadora que suscitaba en el espectador. No fue sólo el de la corte española, fue también el psicoanalista del alma humana de la corte española. En cada uno de sus retratos se encuentra la vida y la muerte de sus personajes.

La plástica está poseída por personajes, soldados anónimos o entes célebres, pero en su forma está contenida la vida y la muerte; no estamos a salvo, no están a salvo. La muerte tiene un carácter de monstruosidad, de fealdad. La plástica figurativa idiosincrásica de Bacon está poseída por ese elemento negado, no hay preciosismo. Es una estética que se niega a ser decorativa.

Su negación, acto enteramente político, afirmación que probablemente a Bacon le hubiese puesto iracundo, no reside necesariamente en la forma, aunque ante la mirada actual, es su forma la que agrada; sino en lo que contiene. Bacon señala a propósito de Velázquez, que su obra producía una emoción abrumadora; es decir, la relación que el artista establece con el espectador es enteramente emocional, quiere provocar al Otro. Quien observa la obra de arte no puede ser un ente pasivo, al cual hay que distraer o aliviar: ¡No! hay que provocarle, es necesario que vomite.

Ya Nietzsche había planteado la relación de la creación como un acto de purga. El escritor debe arrojar sus demonios en el texto; el artista debe expulsar sus demonios en el lienzo, arcilla, en la partitura, en… pero en este momento, en la plástica de Picasso, Velázquez y… no sólo se trata de vomitar, sino expeler al observador, llevarlo a un extremo donde también vomite. Generar una emoción que lo convulse.

En el estadío de la obra de arte en su época de reproductibilidad técnica, el “artista” actual, está ocupado por su estetización preciosista, aunque su creación sea enteramente horrenda, simplemente porque le ocupa la forma y no el contenido. No provoca convulsión en el espectador, más bien trata de agradarle, convencerle de que tal vez su cuadro sea adecuado con su sala… o el estudio; o bien, recurre al efectismo, propio de la búsqueda de la forma por la forma, gesta algo ininteligible, una reproducción de su formación por el HORROR hollywoodense.

A propósito de la pregunta ¿Por qué pintas? ¿Para quién?, Bacon señala: Todos los artistas son vanos, añoran ser reconocidos y dejar algo para la posteridad. Quieren ser amados, y al mismo tiempo quieren ser libres. Pero nadie es libre. Este fragmento sobre una profunda respuesta devela ese aspecto crítico de Francis Bacon; por un lado, está esa imagen aguda, ácida, contestataria y provocativa; por otro, hay un aspecto profundo que le da coherencia a su propuesta; Bacon se sabe vano, desea el reconocimiento.

George Dyer uno de los amantes más importantes en la biografía de Francis Bacon, a quién retrató obsesivamente, que era 25 años más joven que él, se suicidó en 1971; justo dos días antes de su primera exposición parisina, aquella que catapultó a Francis Bacon, que lo llevó al reconocimiento; que marcó un antes y un después en su devenir como creador. Justo en ese instante su amante más amado se quitó la vida, inundó su cuerpo de barbitúricos. Bacon pasó del amor al encierro, del mayor de los reconocimientos a un desgarramiento interno que llevó aquella noche de la inauguración estoicamente, pero que lo acompañó hasta 1992, año en que murió.

Todos los artistas son vanos, añoran ser reconocidos, es como si aquella noche en que Dyer se mató, signara en ese acto la banalidad de Bacon, mientras era reconocido el amor de su vida se quitaba la vida; las dos caras de un solo acontecimiento. Vivir implica riesgo, sufrimiento. El artista conserva esa piel fina que hace que las experiencias comunes sean más dolorosas para él; esa conciencia la transforma en la obra. Eso es lo que contiene la obra, la experiencia de la fragilidad.

Sin embargo, el artista contemporáneo, poco sabe del dilema de existir; es más, no quiere saber de él, se niega a ser confrontado, por tanto, su producción es vacua. Cada estadío de la humanidad debe ser analizado a partir de su producción estética. ¡Ya dirá el mañana que somos hoy!, pero los síntomas de nuestra decadencia están ahí, en la orgía de las exposiciones locales de “arte” contemporáneo (MACO), donde la producción de seres es exhibida como si se tratara de zapatos o el desfile de un diseñador; poca distancia hay entre ambos eventos; el goce preciosista aniquila cualquier posibilidad de repensar desde esta trinchera la condición humana.

Negros, rojos, anaranjados… grises, una paleta sólida nos devela la condición humana desvalida… su figuración: los seres están mutilados, abiertos, expuestos vulnerablemente, en las más de 584 pinturas de Bacon se expresa la soledad, la violencia y la degradación. Es como si el artista vislumbrara nuestra catástrofe. Vio con agudeza lo que somos, aquello que nos hace ser humanos; se trata de la ruina humana esa que no pertenece a un tiempo específico. Somos soledad, somos violencia y somos degradación; somos carne que se pudre, somos cuerpos que se desangran.

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