Por Alejandra Zúñiga Sánchez
En una encuesta que se realizó el año pasado, diez de cada diez jóvenes de la Ciudad de México sostuvieron que les gustaría ganar 21 millones de dólares por temporada, como lo hace el primera base de los Dodgers de Los Ángeles, Adrián González, quien es el deportista mejor pagado en la historia de México.
Sin embargo, sólo dos de cada diez encuestados saben quién es González, además de que desconocen dónde podrían practicar beisbol en la Ciudad de México, lo que es un reflejo de lo desprotegido que está el rey de los deportes en la capital a pesar de concentrar a la mayor población del país, con ocho millones 851 mil 080 de habitantes.
No sólo es la baja producción de peloteros capitalinos lo que alarma, puesto que sólo seis han llegado a las Grandes Ligas, sino la evidencia de la falta de apoyo hacia a este deporte que, conforme pasan los años, pierde campos de juego a manos de las ligas de futbol, las cuales logran mayor beneficio económico con la implementación de canchas.
En 2014, la Federación Mexicana de Beisbol (Femebe) registró la desaparición de cinco terrenos de juego que se encontraban en deportivos ejidales y que fueron sustituidos por campos sintéticos, donde ahora se efectúan partidos de futbol o de “tochito bandera”.
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En Avenida Ticomán, cerca de la colonia Lindavista, se encontraba uno de estos diamantes que fue transformado en un rectángulo de plástico para lograr mayor rentabilidad.
De acuerdo con los administradores, “las canchas se utilizan a partir de las 5 de la tarde de lunes a viernes y desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche en fines de semana. Por cada partido de 40 minutos se cobran 900 pesos entre los dos equipos, mientras que con el campo de beisbol sólo ganábamos 700 pesos por un juego que, a veces, llega a durar hasta tres horas”, afirmó Lorenzo Martínez, ejidatario de Ticomán.
Como este campo, varios más se han sumado a la lista de afectados, ya sea por desinterés de la niñez y de la juventud o por problemas de tinte político, como lo que sucede en la Liga Petrolera, la cual agrupa equipos en siete diferentes categorías y que actualmente se encuentra en un litigio por la administración de los campos.
La Liga Petrolera es la única del Distrito Federal que forma parte del sistema de Ligas Pequeñas que compiten en el programa de Williamsport, el cual está vetado por el presidente de la Femebe, Alonso Pérez, ya que mantiene problemas con José Maiz, directivo en México de Williamsport, el cual es un sistema que realiza la “Serie Mundial de Pequeñas Ligas” y en el que este año el equipo representante de Mexicali fue subcampeón internacional.
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Para Rodrigo López, ex pitcher de 11 temporadas en Grandes Ligas, el problema de la Ciudad de México se centra en la falta de espacios que hay para la práctica del juego de pelota y la poca difusión que existe.
“Yo soy de Tlalnepantla y jugaba en la Liga Olmeca que está por Barranca del Muerto. Eran muchas horas las que tenía que pasar en autobuses o coches para llegar a mis entrenamientos o partidos. Sé que posiblemente la Liga Petrolera, que está en Azcapotzalco, era la que me quedaba más cerca pero en ese momento no tenía el nivel que yo quería para poder desarrollarme”, comentó López, quien jugó para los Padres de San Diego, Orioles de Baltimore, Cubs de Chicago, entre otras novenas de la gran carpa, donde obtuvo 11 millones de dólares.
Con 27 elementos, Sonora es el estado que más mexicanos ha aportado en Grandes Ligas, lo que Rodrigo López analiza como algo cultural de la región norteña, pues Sinaloa ha exportado 18 peloteros y Baja California 15.
“En el norte del país uno pensaría que sólo se juega beisbol, pero no, allá hay mucho boxeo y futbol, lo que sucede es que el beisbol está arraigado y no se pierde por más de que el deporte favorito sea otro”, explicó el serpentinero, que en la Liga Mexicana del Pacífico formó parte de los Tomateros de Culiacán por más de una década.
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Sin niños que practiquen de forma masiva el beisbol en la Ciudad de México, las Grandes Ligas se ven lejanas para los capitalinos, pues además de la escasez de lugares para practicar, se tienen que sobrepasar las barreras de la Liga Mexicana de Beisbol (LMB), que mediante “un pacto de caballeros” prácticamente amarra a todos los jugadores, ya que el joven que se va a Estados Unidos a probarse sin haber sido negociado por un equipo de la LMB, no puede ser contratado a su regreso.
Para el especialista es temas contractuales de béisbol, Arturo Marcano, la problemática de México se sitúa en que la mayoría de los juveniles no son agentes libres y desde los 16 años responden al contrato con algún conjunto de la pelota veraniega de nuestro país, situación que dificulta la exportación de tricolores al mejor beisbol del mundo.
“La transferencia de pelotero no depende tanto de la cantidad de firmados, si no que si le conviene o no a la gerencia del equipo traspasarlo por la coincidencia de calendario que tienen ambas ligas”, señaló el venezolano, quien destacó que “en México no se puede invertir para mejorar el béisbol. Las Grandes Ligas no tienen libertad en el país, lo que produce menos firmas de peloteros”.
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En América Latina, en específico en Venezuela y República Dominicana, el sistema que se aplica es que los jugadores son agentes libres, lo que significa que pueden ir a firmar y jugar en cualquier momento para cualquier equipo, razón por la cual los países mencionados llegan a colocar alrededor de 600 jugadores en la carpeta de los conjuntos ligamayoristas al año, lo que en consecuencia da un mayor número de peloteros en los roster del primer equipo.
El desconocimiento del deporte, la mala administración de las Ligas como de la Federación, son factores que han provocado que tan sólo cuatro peloteros del Distrito Federal: José Tolentino (1991- Astros de Houston), Carlos Rodríguez (1991-1995 Medias Rojas de Boston/Yanquis de Nueva York), Guillermo Luna (1954- Cardenales de San Luis) y Alfonso Jiménez (1983-1988 Mellizos de Minnesota/Indios de Cleveland/Piratas de Pittsburgh), y dos del Estado de México: Noé Múñoz (1995 Dodgers) y Rodrigo López (2000-2012) hayan llegado a pisar los diamantes de las Grandes Ligas.