Foto y texto: J. Tonatiuh Pérez Cisneros
El mito dice que los talleres del Metro Rosario están construidos sobre un panteón, otro dice que era el casco de una hacienda, en fin, son muchas las historias que emergen de los talleres de la Línea 6 y 7 del Metro de la Ciudad de México.
Hoy es un taller que está en el olvido. Los pocos trabajadores que laboran ahí se pierden entre los trenes abandonados por falta de presupuesto para sacarlos de la omisión burocrática y del canibalismo obligado para la supervivencia de los trenes.
Rodolfo Caballero Morales, trabajador del área de jardinería de CEPYMAG, nos platica su experiencia en los talleres de Rosario, experiencia que hasta hoy no da crédito de lo sucedido, de lo acontecido.
Rodolfo es una persona de talla media, robusto. Sus brazos están cubiertos de tatuajes y trae un costal lleno de historias. La primera historia que nos va a platicar le ocurrió en la zona de vías de pruebas de Talleres el Rosario.
Un árbol, un Pirul, para ser más precisos, invadía el paso de los trenes en la zona de pruebas. Al área de mantenimiento pidió que lo podaran porque obstruía la visibilidad de la vía.
Morales Caballero se presentó con la cuadrilla de jardineros. Analizaron la situación y decidieron quitar el árbol, talarlo. Para su sorpresa, en la primera ocasión las sierras no funcionaron. Por el tamaño de árbol era imposible tirarlo con otro tipo de herramienta, hachas, sierras, etc.
En una segunda ocasión, antes de partir a Rosario, checaron las sierras y todas funcionaban. Gasolina al tope, aceitadas, todo listo para tirar el Pirul.
Después de 45 minutos de sortear el tráfico matinal llegaron con el reto de quitar el objeto que obstruye la visibilidad. Bajaron las cuerdas, amarraron el árbol. Las sierras, que una vez más no funcionaban, después de varios intentos, logra funcionar.
En el momento de tratar de introducir la sierra a la base del árbol, por increíble que parezca, no le hizo daño, como si el árbol se defendiera de la agresión. Una vez más y la sierra sale rebotada hacia la pierna del trabajador, causándole daño.
Por el incidente, los trabajos se interrumpen. Valoran a su compañero. Un rozón en la pierna que amerita unas puntadas. Una vez más el árbol quedó ileso y se mantiene de pie.
Unas semanas más tarde vuelven con su más acérrimo rival: el Pirul que defiende su existencia a un costado de la vía de pruebas de los Talleres del Rosario. Por tercera ocasión las sierras se negaron a funcionar. Muchos intentos encendían pero al llegar a la base del árbol se apagaban de manera espontánea. No más. Se rinden y deciden retirase. El Pirul ganó la batalla por la existencia.
Pero hay testigos que dicen que el ganador no fue el Pirul, sino quien lo habita por las noches y le sirve de escondite… y de árbol de descanso. Unos han visto lo que se posa por las noches en el Pirul, dicen que es…