Pensar el mal… la anomalía del crimen

 

Por: Armando Martínez Leal

@armandoleal71

Para Coyohua… pensando en lo hermoso

Dostoievski en una ocasión cuenta

que en Siberia,

entre docenas de asesinos,

violadores y ladrones,

nunca conoció a un solo hombre

que admitiera haber obrado mal.

Hannah Arendt

La anomalía del crimen no debe pensarse necesariamente como la anomia del orden existente, sino en su contracara, como aquello que la racionalidad actual ha gestado. El crimen ha dejado de ser extraño para convertirse en la cuenta corriente del estado de la cuestión. El mal en ese sentido no es el paroxismo de nuestro devenir, sino la norma que rige la normalidad. Walter Benjamin sostiene que hay algo anómalo en la orden existente, en esa regla que rige el presente, eso que se ha denominado realidad.

Recientemente se ha suscitado una ola de indignación y condena… que va desde lo ocurrido en el estado de Culiacán hasta los homicidios de 9 personas, mujeres, niños, miembros de la familia LeBarón quien por segunda ocasión experimenta la barbarie; el relato de la escena podría calificarse de dantesco, pero el célebre Alighieri nunca hubiera imaginado el fausto escenario que el México actual confronta.

En la guerra que el espurio Calderón declaró hace más de una década han fallecido más de 270 mil mexicanas y mexicanos, según la orgía de las cifras están desaparecidos más de 55 mil mujeres, varones, niñas, niños… jóvenes. Durante trece años, dos gobiernos neoliberales y uno de izquierda, los mexicanos han experimentado una suerte de normalidad de la barbarie, la extrañeza frente al crimen se diluyó.

En principio porque el espurio Carderón intentaba obtener legitimidad vía la acción militar. La violencia como una forma de mantener el poder, por ello, desató no sólo una guerra cuerpo a cuerpo, sino ésta fue acompañada de una estrategia propagandística donde se criminalizó a la sociedad, acusándola sin prueba alguna de ser partícipe del crimen organizado, todos los caídos y sus familias fueron acusados sin evidencia o juicio alguno. La tribuna por excelencia fue el linchamiento mediático, el ciudadano es en la racionalidad neoliberal un delincuente. Por otro lado, cuando se demostraba que el ciudadano no era enemigo del Estado, se le categorizó como “daño colateral”.

Peña Nieto actuó de la misma manera, criminalizó a las víctimas, como mónada están los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, desaparecidos la noche del 26 de septiembre de 2014, a la postre la desaparición forzada de los estudiantes significó un misil para el gobierno neoliberal peñista, en principio porque igual que el calderonismo intentó criminalizar a los normalistas, después construyó un montaje que pretendía ocultar la verdad de los hechos ocurridos aquella madrugada, donde muy probablemente se tocan los intereses de la narcopolítica.

Pensar el mal, pensar en ¿cómo se ha llegado a tolerar y normalizar la eliminación de cientos de miles de mexicanos?. Pensar el mal, no desde la perspectiva de lo demónico, sino como el drama de la “libertad”. Hannan Arendt a propósito del juicio de Eichmann señalaba la necesidad y urgencia de entender dichos fenómenos. Entender el mal desde la perspectiva de la crisis moral que develan los acontecimientos. Es decir, el mal se manifiesta no como el horror de la eliminación del Otro; sino como la manifestación de individuos comunes que han renunciado a pensar, distinguir entre el bien y el mal, entre lo permisible y lo inaceptable. Pero también cómo una sociedad ha perdido su capacidad de extrañeza frente a los cientos de miles de muertos y desaparecidos.

Para Walter Benjamin, se trata de nuestra pérdida de capacidad de asombro, de esa distancia que distingue la anormalidad de la normalidad, aquello que se inserta en la vida cotidiana y desafortunadamente ya no sorprende. No hay asombro frente a la muerte, no hay asombro frente a la masacre… México se ha convertido en una gran fosa donde van a parar los miles de “daños colaterales”, que bajo la racionalidad neoliberal calderonista-peñista perdieron su condición humana.

La muerte de más de 270 mil mexicanos en la guerra contra el crimen organizado no ha sido explicada, no se sabe ¿por qué murieron?, hay un limbo moral a su alrededor. Hay un limbo legal en torno a ellos. Hay un limbo histórico, que a la postre es una enorme deuda que es necesario entender, sino, el futuro colectivo de México es a todas luces inviable. Hay un limbo simbólico alrededor de los miles de muertos, que de facto son omitidos en la construcción de la vida cotidiana.

Calderón y Peña, como Hitler implementaron una racionalidad donde el Otro era un enemigo, al cual debía ser eliminado. Anulación… de tu madre, tu padre, hermana, hermano, primo, el vecino… el comunista, judío, gitano, homosexual… Exterminio. Calderón y Peña, como Hitler implementaron una racionalidad donde docenas de miles de mexicanos eran sacrificables; detrás del discurso neoliberal, está el proyecto nazi de nación. Desde la reconversión industrial (1976) el capitalismo, en su fase actual, ya no necesita de mano de obra alguna, gran parte de los billones de habitantes del mundo son sacrificables. ¡Eliminación!; porque para producir mercancías hoy tiene a la máquina, porque gran parte de esa población no tiene para consumir las mercancías que produce la máquina.

El estadío actual de la civilización produce desechos, eso que llamamos progreso ha convertido a docenas de millones de humanos en sacrificables. Las pilas de cadáveres de Auschwitz… lo jabones humanos, son la antesala de nuestra experiencia pretérita. Los nazis utilizaron el desarrollo tecnológico para la industria de la muerte; la barbarie mexicana narra la racionalidad técnica para la eliminación de cadáveres. Los humanos han perdido su condición humana terminan en una fosa común, deshechos en ácidos, quemados, tajados, dejados como la evidencia de la barbarie, como la terrible advertencia entre la resistencia y la cooperación. ¡Sobrevives o mueres!

Las miradas se posan en otro sitio… resistir, cooperar, sobrevivir, el dilema moral que enfrentamos, la aporía colectiva es estar dispuestos a renunciar a nuestra condición humana. La sociedad mexicana se ha declarado así misma enemiga, el triunfo de la ideología neoliberal, no sólo está en haber generado que más de la mitad de los mexicanos vivan en la extrema pobreza, sino el que su discurso individualista haya permeado de tal forma que hoy los lazos comunitarios estén rotos. En una punta del arco, mi amigo puede ser en cualquier instante mi enemigo, el cual no es sujeto de solidaridad y mucho menos de empatía. En el otro extremo, ese Otro que muy probablemente sea mi enemigo no es un sujeto amoroso, no es un humano al cual se le pueda brindar amor y, en este punto mi capacidad solidaria, empática, amorosa se rompe y diluye.

Mi amigo ya no necesariamente es mi hermano, sino mi posible enemigo. La vida familiar, la vida civil se ha roto; no hay salvaguarda alguna, el camino de la violencia es pues el centro de la renuncia. La renuncia de los seres humanos que rehúsan a ser personas. La humanidad no reside en la capacidad adquisitiva del otro sino en las políticas de la amistad (Derrida), en el diálogo fraterno entre el uno y el otro. La contemporaneidad vive una profunda crisis, donde la fase actual del capitalismo y el proyecto civilizatorio son responsables; pero también, el devenir humano, depende fundamentalmente del humano en sí. No hay un destino manifiesto hacia la catástrofe, sino el punto de quiebre hacia la esperanza.

Se está frente a una disyuntiva. Es necesario entender que el pensamiento es ese diálogo silencioso entre yo y yo mismo, que el pensamiento tiene una responsabilidad vital para que germine un nuevo proyecto civilizatorio. México puede ser entendido como ese laboratorio, donde experimentalmente se han manifestado las dos caras de ese fenómeno, por un lado, la renuncia a nuestras cualidades humanas y por el otro, la apuesta por una nueva colectividad. El camino sin duda alguna es sinuoso, la pendiente parece ser la misma que Sísifo caminó, probablemente la enorme piedra pueda caer de la misma forma y es necesario volver andar el camino, pero ese es justamente el camino de la esperanza, como lo señalaba Albert Camus.

Entender que el pensamiento es ese diálogo silencioso entre yo y yo mismo, que hay una responsabilidad ético-moral de aquel que intenta entender, que hay un compromiso humano en entender. Entender porqué los criminales masacran, acribillan, creman, siegan, funden en ácidos… ¿pero quiénes son los criminales? esos don nadie que obedecen órdenes; esos don nadie que han renunciado a pensar, que se niegan a distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo permisible y lo imposible, entre lo hermoso y lo feo. La pregunta sigue en el aire, simplemente porque no satisface la posible respuesta.

Es necesario integrar las responsabilidades jurídicas, éticas, morales y políticas de los gobernantes ¿cuál es la responsabilidad de Calderón, como jefe del Estado mexicano?, ¿cuál es la de Peña?… la guerra contra el crimen organizado significó en los hechos una guerra de exterminio, la eliminación de pobres, de los más pobres; de mujeres, las cifras de los feminicidios se elevaron escandalosa y exponencialmente… la guerra contra el crimen organizado eliminó no solo a más de 270 mil mexicanos, sino también a sus familias, porque viven sin resolver la muerte. México no solo es un enorme cementerio clandestino, sino una nación muerta porque sus muertos siguen vivos, porque no se le ha hecho justicia.

La justicia pasa necesariamente por encontrar a los culpables, al que obedece órdenes y aquellos que desde sus lujosos asientos las dan… los Calderón, los Peña, los Salinas. Roberto Saviano en su célebre “Cero, Cero, Cero” narra el discurrir de la vieja Cosa Nostra a la mafia neoliberal; hay una ruptura en la criminalidad en todos los niveles, los viejos pactos de la Cosa Nostra se vieron trastocados por la ganancia absoluta; así Saviano se pregunta ¿cuál es la diferencia entre el dueño de Lehman Brothers y el narcotraficante de campo?, estirando la pregunta… ¿cuál es la diferencia entre el criminal Felipe Calderón y un miembro de los Z?, ninguna, el dueño de Lehman Brothers llevó a la catástrofe a la economía mundial, Felipe Calderón, no sólo robó millones de pesos del presupuesto público, sino que es enteramente responsable de los miles muertos. ¿Quiénes son los criminales?.

Las ganancias multimillonarias que produce el crimen organizado van a parar al sistema financiero mundial, lo solventan, mantienen la vorágine de la sed de ganancias de ese uno por ciento que acumula el 82 por ciento de la riqueza global. ¿Quiénes son los criminales? donde está la línea que distingue los crímenes del cartel Jalisco Nueva Generación y el robo a mansalva de la administración peñista. Rosario Robles robó enormes cantidades del presupuesto público, partidas destinadas a los programas de ayuda a los más pobres. La lista de crímenes de la administración neoliberal peñista es larga, casi inabarcable. ¿Quiénes son los criminales?.

Hay algo anómalo en la normalidad, es necesario revertir el orden existente, es necesario como dice Walter Benjamin, leer la historia a contrapelo, para dar cuenta de los caídos, de los vencidos y hacerles justicia. La crisis moral que vive México es colectiva, pero también pasa necesariamente por hacerle justicia a los muertos, a las muertas… y esa necesidad de justicia lleva a entender la responsabilidad de los gobiernos neoliberales en nuestro colapso moral.

No podemos banalizar el mal, no podemos renunciar a nuestra capacidad humana.  Hannah Arendt en: “Eichmann, en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal” señala, “La manifestación del viento del pensamiento no es el conocimiento, sino la capacidad de diferenciar el bien del mal, lo hermoso de lo feo.” El reto que es necesario asumir en esta inflexión es elegir el camino de lo hermoso.

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