Por Armando Martínez Leal
…en cualquier otra ocasión
no hubiéramos podido mostrarle ningún bárbaro
roban.. se trata sobre todo de parias
Coetzee
El pasado 22 de febrero se presentó el Informe 2016/17 Amnistía Internacional, el extenso y minucioso documento refleja la condición actual de los derechos humanos en el mundo. Los derechos humanos son aquellos derechos y prerrogativas fundamentales para el desarrollo de la vida humana. Los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes. Los derechos humanos son aquellos derechos que cada persona tiene frente al Estado, quien violenta los derechos humanos es el Estado, al no brindar educación, salud, vivienda, garantizar la alimentación, la justicia… hasta la cultura.
El Informe 2016/17 de Amnistía Internacional documenta la situación de los derechos humanos en el mundo durante 2016, se trata de un desglose en cinco regiones y el análisis individual de 159 países. El diagnóstico para el 2016 sobre los derechos humanos en el mundo es devastador, enfrentamos una crisis mundial de los Derechos Humanos. La humanidad está en un proceso de descomposición.
La desigualdad social es uno de los problemas centrales que confronta la humanidad, la globalización y el neoliberalismo muestran, en el diagnóstico de Amnistía Internacional su verdadero rostro, el sufrimiento de millones de mujeres y hombres, niñas y niños, ancianos. La idea de un mundo sin fronteras está profundamente cuestionada, las olas de migrantes y su pauperización, denota la imposibilidad de las naciones por asimilar a los Otros, conviven con ellos, con su mano de obra, con sus bestias, pero nada más, no hay posibilidad de ascensión social, la cual parece a todas luces cancelada; o bien, una experiencia humana muerta, el que nace pobre morirá en la miseria.
Las más de 300 páginas del Informe 2016/17 de Amnistía Internacional son un testimonio de lo que significa pervivir en el siglo XXI. Es cierto hay avances en algunos ámbitos en la protección y garantía de los derechos humanos, como lo señala AI, pero la constante es la violación sistemática de los derechos humanos.
El Informe 2016/17 de Amnistía Internacional demuestra como los límites de lo permisible se han modificado, estamos frente a un proceso de deshumanización, millones de personas sobreviven sin garantías de sus derechos humanos, confrontan la violencia, el sufrimiento y la miseria de manera sistemática, lo mismo en Alepo que en Veracruz, Zimbabwe, Bangkok o San Luis Missouri. Según señala el Secretario General de AI, Salil Shetty el mundo se ha vuelto un lugar más sombrío e inestable.
La centuria anuncia tiempos de oscuridad, con el triunfo de la derecha: el Brexit, la llegada al poder del fascista americano… el conservadurismo se cobija en una retórica que apuesta por la eliminación del Otro, la reacción se alimenta del miedo finisecular para a través de un discurso violento romper las colectividades. El siglo XXI se parapetaba bajo la idea del multiculturalismo, a todas luces se trataba de una falsa premisa ya que la integración nunca existió, emerge como fantasma la desigualdad social, que en los hechos se vuelve un racismo social, son los “extraños”, emigrantes los pobres analfabetas, lo que no tienen cabida en el espacio colectivo del neoliberalismo.
La política se ha vuelto el espacio de las mentiras, los llamados políticos populistas engañan sistemáticamente a las masas de votantes, ciudadanos molestos que bajo una racionalidad ramplona, llevan al poder a racistas, votantes que prefieren aceptar la mentira en lugar de hacer el esfuerzo por encontrar otro tipo de salidas frente a su vida cotidiana.
Para AI el legado del primer presidente afroamericano, Barack Obama, es extremadamente problemático, el demócrata fracasó como político, pareciera ser que su llegada al poder fue una falsa esperanza, ya que cumplió muy pocas de sus promesas, a ello hay que sumarle la violación de los derechos humanos, un punto que resalta el informe, es como las agencias norteamericanas (CIA, FBI, NSA o DEA) se dedicaron a vigilar masivamente a los ciudadanos del mundo. Obama en los hechos, le declaró la guerra a los ciudadanos del mundo, espiándolos, convirtiéndolos en presuntos enemigos del status quo, como reveló Citizenfour: Edward Snowden.
En el 2018 la Declaración Universal de los Derechos Humanos cumplirá su septuagésimo aniversario, sin embargo el acuerdo que dio origen a ese pacto colectivo y transnacional está en peligro, ya que un número importante de Estados no les interesa garantizar su ejercicio, velar por su viabilidad. Los Derechos Humanos estorban, como estorba el Estado.
El ignorante fascista americano le pide hoy a la sociedad japonesa que inicie un proceso de rearme atómico; el ignorante le pide al pueblo nipón que olvide sus muertos: Hiroshima y Nagasaki, que desconozca al Little Boy y Fat Man, que niegue a sus muertos, a los 120 mil humanos que fueron masacrados entre el 6 y 9 de agosto de 1945.
1948 es el año en que la Declaración Universal de los Derechos Humanos intentó conjurar la sangrienta experiencia que significó para la humanidad la Segunda guerra mundial. En 1948 la humanidad apostaba por la libertad, la igualdad, la fraternidad, la justicia y la paz como valores inalienables. En 1948 la Declaración garantizaba que la libertad, la justicia y la paz tendrían como base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.
Sin embargo, como indica el Informe 2016/17 de Amnistía Internacional el estado de los derechos humanos en el mundo y en particular en América es extremadamente preocupante, hay una política metódica por silenciar las voces críticas. El homicidio de la lideresa indígena Berta Cáceres en Honduras el 2 de marzo fue un ejemplo de todos los peligros que arrostran quienes se enfrentan con valentía a poderosos intereses estatales y empresariales.
El Estado está cooptado por intereses particulares donde la existencia del individuo y las colectividades no importa en lo absoluto, el Estado ha decidido desentenderse de sus obligaciones ontológicas, la vida colectiva se ha vuelto extremadamente violenta, miles son asesinados impunemente, millones viven bajo la arbitrariedad de la delincuencia, así como la extrema desigualdad social que impera en el mundo. El racismo, la discriminación y la ausencia de un Estado de derecho se ha vuelto la experiencia común en el mundo.
El Estado del capitalismo financiero hace posible que se perpetúen las violaciones de derechos humanos, es cierto en las últimas décadas se han firmado acuerdos internacionales para garantizar los derechos humanos. La Unión Europea sujeta sus posible apoyos a la cláusula democrática y garantizar la protección de los derechos humanos, sin embargo, se ha encontrado la forma de birlarla.
En el siglo XXI, Amnistía Internacional ha documentado que en Brasil, México o Venezuela prevalece la tortura como el modo de operar de las policías y fuerzas armadas, independientemente de que dichos países han creado legislaciones contra de la tortura. La letanía de la muerte: asfixiarte, amenazarte de muerte, desaparecerte, electrocutarte, ejecutarte, aporrearte, violarte… la letanía de la muerte.
La desigualdad económica y la miseria en la que viven miles de centroamericanos ha vuelto al “Triángulo Norte” (Salvador, Guatemala y Honduras), en un área extremadamente violenta, miles de habitantes, niños, niñas, jóvenes se fugan de su tierra, no buscan el sueño americano, sino simplemente un lugar donde poder pervivir. El Estado renuncio a ser Estado, desde el Estado, por ello miles de centroamericanos prefieren ser parte de una banda delincuencial, no hay educación, si la hay es de pésima calidad; pero en el capitalismo financiero el individuo educado es inservible, prefiere al salvaje, al que asesina impunemente a mujeres y niñas, en octubre de 2016, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe reveló que en la región eran asesinadas diariamente 12 mujeres y niñas. Somos hordas luchando por la subsistencia. Somos hordas con teléfonos móviles. Somos hordas que ejercen libremente la violencia, que discriminan, somos hordas miserables, hordas que nos escabullimos de nuestra realidad, hordas que nos volvemos refugiados, hordas que mueren en manos de otra horda montados en la Bestia. Hordas que asesinan mujeres y niñas. Hordas que torturan, violan, asesinan… hordas.
El Informe 2016/17 de Amnistía Internacional demuestra que la situación en México es igualmente aterradora, con un Estado que niega celosamente la violación de los derechos humanos, auque el país sea una fosa común, aunque miles de cadáveres se descubran diariamente, aunque casi 30 mil personas estén desaparecidas, aunque 30 mil familias estén rotas, aunque más de 170 mil mujeres y hombres, niñas y niños, jóvenes y ancianos hayan muerto en los diez años de la guerra contra el crimen organizado que Felipe Calderón declaró con mentiras. Para el Estado mexicano no existen las críticas de la sociedad civil y de los organismos internacionales. Para el Estado mexicano la realidad no existe.
En esta violación sistemática de los derechos humanos el Estado mexicano está empecinado en una supuesta verdad histórica sobre lo acontecido la noche del 26 de septiembre de 2014, con la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, el gobierno priista de Peña Nieto, está empecinado en encubrir lo ocurrido, aunque científicamente el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos concluyó que resultaba científicamente imposible que hubieran ardido tantos cadáveres en las condiciones alegadas por la PGR. La desaparición forzada de los normalistas sigue en la impunidad.
Para Amnistía Internacional bajo la administración de Peña Nieto los homicidios se han incrementado, en 2016 se registró la fantasmagórica cifra de 36.056 mexicanos asesinados impunemente. A ello se le suma la actuación de las fuerzas armadas que actúan arbitrariamente Tanhuato, Michoacán; Nochixtlán, Oaxaca; y Tlatlaya, estado de México… son mónadas de la guerra letal que el Estado le ha declarado a la sociedad mexicana, donde los ciudadanos son ejecutados. En esa guerra letal la tortura ha regresado como herramienta de las fuerzas armadas, los ciudadanos sufren palizas, semiasfixia con bolsas de plástico, descargas eléctricas, violaciones y agresiones sexuales durante las operaciones policiales y militares. La violencia sexual como forma de tortura era habitual durante las detenciones de mujeres. La letanía de la muerte: asfixiarte, amenazarte de muerte, desaparecerte, electrocutarte, ejecutarte, aporrearte, violarte… la letanía de la muerte.
La violación de los derechos humanos se ha vuelto una práctica sistemática del Estado mexicano. El Estado mexicano en la práctica ha vuelto a sus ciudadanos bárbaros sacrificables, bestias que puedes violar, torturar y asesinar sin que nada pase, pero la sociedad mexicana ha aceptado gratuitamente su condición de horda, se acostumbró a la violencia, a los miles de muertos, a las fosas clandestinas. El Informe 2016/17 de Amnistía Internacional devela nuestra condición humana: somos bárbaros.