Manejo de los medios de comunicación masiva en México

Por Guillermo Torres

En este apartado se pretende abordar la parte legislativa de los medios de comunicación, así como un panorama general sobre algunos puntos de los medios como la televisión, la radio y la prensa.

Ideología y mediación: un acercamiento a la relación de los medios
de comunicación masiva, sistema político y democracia en México

La realidad, dicen algunos autores, entre ellos Chomsky (1992), de tan compleja parece ilusoria. Aparente o virtual, dicen otros. Es decir que los medios de comunicación masiva «tienden trampas» a la capacidad de los habitantes de casi todo el mundo para escudriñar sus verdaderas limitaciones.

Estas son sólo algunas razones por las cuales se puede desconfiar de la transición vista como la alternancia. Este mínimo concepto de democracia fue acuñado por los politólogos liberales y tuvo que ver en su momento con hacer gobierno de derechos humanos básicos (Philips, 1996).

La ciencia política, como ha insistido por ejemplo Crespo (1998) parece continuar con ese enfoque. Hoy desde algunos grupos humanos tradicionalmente marginados como el género femenino, la sociología exige el replanteamiento de este concepto (Philips, 1996; Lipman-Blumen, 1984).

Aunque el tema de la democracia es una preocupación añeja entre estudiantes de los MCM, falta aún por hacer en la visión de este horizonte. Éste es el punto de partida del presente texto: sumarse, así sea modestamente, a la exigencia porque la democracia se plantee, en este México emergente, de manera total, en todas formas, espacios y niveles. Sin adjetivos.

IDEOLOGÍA Y PODER

Al observar las relaciones sociales y de dominación asumo que la mediación, en particular las de los medios de comunicación masiva (MCM), se encuentra afectada por la ideología dominante que impide el tránsito real hacia la democracia.

El poder es entendido como aquella capacidad de doblegar la voluntad de los demás, para lograr poder el hombre ha esgrimido toda clase de armas: económicas, políticas, militares, informativas.

Las personas se asocian en organizaciones que se denominan actores sociales. Estos grupos humanos llevan acciones colectivas al interior de un sistema. Es importante identificar las relaciones de fuerza entre ellos, de los cuales existen cuatro grandes familias: el Estado, el saber, los medios de producción, la sociedad civil.

Nuestro trabajo se ubica en el marco del sistema político mexicano, estudiando como actor social al subsistema de los medios de comunicación, cada sistema político da forma y sentido a su subsistema de medios. Los MCM son medios de producción, entendiendo que estos pueden ser a) de capital y b) simbólica, los cuales son complementarios, pues sólo con la razón de ser instrumental de los segundos es posible la permanencia de los primeros y con ello del sistema político y económico vigentes.

Al vaciar de contenido político la actividad que desarrollan las organizaciones político – sociales, éstas se transforman en unidades destinadas a solventar problemas prácticos derivados del propio ajuste y adecuación de sus intereses en el interior del sistema.

La política convertida en una opción de mercado, hace posible su aprendizaje como un lenguaje técnico  – instrumental al cual se accede por la vía de centros especializados en su enseñanza. La formación de políticos queda en manos de las universidades e institutos de administración pública que ofertan carreras para permitir el acceso posterior al ejercicio de la política práctica.

Aceptar que el principio de explicación del hombre político se ha roto en beneficio de una casualidad de origen sistémico no conlleva a admitir el fin de la política ni menos aún renunciar a la lucha democrática. Enunciar el problema no implica su aceptación.[1]

Los hombres obran siempre tratando de defender sus intereses particulares. La acción humana no puede escaparse de las redes que le tiende el sistema en sus diferentes formas. La realidad no puede verse funcionando con una racionalidad perfecta, sino limitada, donde se puede considerar que el hombre recibe la influencia de su medio ambiente, de ahí que hoy en México la corrupción que emanó del sistema político que permitía un círculo vicioso de poder entre el PRI y el Presidente en turno, permeó a la sociedad en su conjunto hasta arraigarse culturalmente y hoy constituye el escollo más difícil hacia la democracia y con ello hacia la modernidad.

Existe, pues, una acción colectiva que es fundamental para la sociedad o para la vida. Este fenómeno es simplemente la acción organizada del hombre. No es un fenómeno natural espontáneo, sino un constructor social creado, inventado y diseñado por los actores sociales, el cual está contextualizado mediante formas de transmisión simbólica. Los actores sociales intercambian entre sí este tipo de significados creados, valorados y revalorados históricamente. En esta interacción devienen formas de conflicto.

Para determinar los actores sociales es preciso situarnos en un campo determinado y a un nivel específico. Los campos de interacción están casi siempre determinados por sus recursos o capital. Pueden estar formados sincrónica o diacrónicamente, con base en intereses económicos o simbólicos, regidos por toda una red de convenciones que organizan la vida social, tales como recursos, reglas y esquemas que diferencian a cada uno.

Cuando son conjuntos específicos y relativamente estables en reglas y recursos, los denominamos instituciones, junto con las relaciones establecidas por y dentro de ellas. Cuando éstas toman un papel activo se convierten en actores sociales. Thompson también establece que los campos de interacción y las instituciones están caracterizados por asimetrías y diferencias relativamente estables denominadas estructuras.[2]

Cuando un actor influye sobre otro, se desencadena una relación de fuerzas. Las confrontaciones se realizan, por lo general, entre más de dos actores, por lo que tanto uno como otro tienen «aliados». La historia parece haber probado que el poder reposaba en manos de los agredidos, quienes finalmente obtuvieron la victoria mediante un hábil manejo de la incertidumbre.

Esta lección no sido asimilada por los mexicanos, quienes al legitimar la democracia respaldada sólo en la alternancia y apoyar así a fuerzas políticas que ya forman parte del imaginario colectivo rebautizadas como el viejo PRI (PRD) y el neopri (PAN), corremos el riesgo de imposibilitar el acceso a su noción más amplia.

De otro lado, el estadio político actual, lleno de incertidumbre, podría ser suficiente para un redescubrimiento de la sociedad consigo misma, situación que tiene altas posibilidades de no manejarse con habilidad, pues no existe antecedente en la historia reciente, salvo las movilizaciones ciudadanas prodamnificados en el Distrito Federal, Acapulco o Chiapas que, sin embargo, cuando se politizan han sido pronto absorbidas por el sistema vía PRD o cualquier otra entidad.

En cualquier interrelación de actores está presente la imagen bélica, pues las acciones colectivas dan lugar a posicionamientos similares a los de una partida de ajedrez.

La medición de fuerzas entre los campos, instituciones y actores sociales da lugar a relaciones de poder: “cuando las relaciones de poder establecidas son sistemáticamente asimétricas, la situación se puede describir como de dominación cuando los individuos o grupos de individuos particulares detentan el poder de una manera durable que excluye y hasta cierto grado significativo se mantiene inaccesible, a otros individuos o grupos de individuos, sin considerar las bases sobre las que se lleva a cabo tal exclusión.

En tales casos podemos hablar de individuos o grupos dominantes y subordinados, así como de aquellos individuos o grupos que ocupan posiciones intermedias en un campo, en virtud del acceso parcial que tienen a los recursos.[3]

Los actores, que son un grupo en ejercicio de su libertad, no siempre obran como deberían hacerlo, asegura Gil Bolívar (1995), es decir, anteponiendo el bien general sobre el bien particular. Con Michel Godet denomina objetivos de los actores los que corresponden al deber ser y objetivos asociados los que se refieren al ser.

Estos objetivos que casi siempre tienen como finalidad el poder, no son explícitos en su mayoría, sino que constituyen una agenda secreta que puede sin embargo explicitarse en el análisis de las acciones de los actores. Al referirse concretamente a los medios de comunicación, enuncian que de su contenido podemos inferir muchos de los factores que lo forman, es decir, su proceso de producción y el marco social en el que éste se da, así como el tipo de sociedad que produjo el sistema político y por ende, el subsistema de MCM.

Los objetivos asociados de los MCM, en cuanto actores políticos, tendrían que ver con conceptos como el derecho a ser informado objetiva, veraz, oportuna y diversamente. El análisis de contenido sobre esta línea parece demostrar que frecuentemente no han actuado de esa forma.[4]

Las estructuras sociales evidencian relaciones de dominación cuya sistematización es posible debido al uso de los medios de comunicación como vehículos óptimos de formas simbólicas que construyen un significado posibilitando la hegemonía de un grupo humano, en el caso de México originado en la clase revolucionaria.

Este concepto es utilizado en este trabajo en el sentido que Mattelart le da a la capacidad que tiene un grupo social de ejercer la dirección intelectual y moral sobre la sociedad, su capacidad de construir en torno a su proyecto un nuevo sistema de alianzas sociales, un nuevo «bloque histórico». La noción de hegemonía desplaza a la de clase dominante, cuyo poder residiría por completo en su capacidad para controlar las fuentes del poder económico.

Queda claro que esta noción de grupo hegemónico se correlaciona con el de ideología, fungiendo en algunas ocasiones como variable dependiente pero en muy pocos casos como variable independiente, toda vez que el desplazamiento de un grupo hegemónico puede lograrse al margen del desplazamiento del marco ideológico, como es posible esté ocurriendo en el caso mexicano.

Llegado a este punto es útil mencionar los virajes que el proyecto político heredado de la Revolución Mexicana tuvo como consecuencia del cambio de los actores del poder, lo que se puede denominar como sus dos muertes, para entender los cambios que el sistema político mexicano tuvo que sufrir como consecuencia de crisis generadas desde la globalización y así comprender la negación que se hace de su muerte real.

Justo después de la Segunda Guerra Mundial, la élite política de México derrochaba optimismo y seguridad en sí misma bajo el liderazgo del Cachorro de la Revolución, Miguel Alemán Valdés. Las condiciones de crisis para la producción mundial y la necesidad de un reaprovisionamiento en el orbe tras el enorme costo de la guerra hicieron que los países de tercer mundo y particularmente México vivieran un florecimiento a partir de su papel como abastecedores internacionales de cualquier tipo de productos.

Esto fortificó la política nacional de sustitución de importaciones y se personificó, como casi siempre en la historia nacional, en sus gobernantes, iniciando por Alemán.

Heredero formal de la Revolución (su padre fue uno de los pocos hombres que lucharon creyendo en la pureza de la guerra civil), es el primer Presidente civil, lo que produce una de las primeras crisis del modelo, pues no sólo rompe con la tradición del poder en la milicia, sino también con los objetivos de justicia social que dieron origen al proyecto armado, lo que Cosío denominó en un ya clásico ensayo escrito en 1947 bajo el título La Crisis de México, como la Primera Muerte de la Revolución Mexicana, significativo por su gran visión prospectiva, crítica de un gobierno que gozó de gran popularidad en los MCM de su tiempo.

La segunda muerte de la Revolución Mexicana, agrega por su parte Meyer (1992, p. 11), llegó cuando se hizo innecesario insistir en la tercera vía porque la bipolaridad de la Guerra Fría había desaparecido al perder el socialismo real su batalla frente al capitalismo neoliberal.

Caracterizan a esta etapa, que no concluye aún, una nueva alternancia en los actores, pasando el poder de manos de los cachorros de la Revolución a los tecnócratas.

Una versión de su final probablemente hubiera ocurrido si en el proceso electoral del año 2000 se hubiesen enfrentado los júniores presidenciales Cuauhtémoc Cárdenas y Miguel Alemán Velasco, quienes personifican la lucha de los padres o si se quiere, el encuentro de las dos primeras etapas del proyecto político que sucede al armado.

Esto hubiera dado a luz, según algunos, a una nueva era representada en la legitimidad del voto. Esto no ilustra sino el triunfo radical de la élite gobernante, al margen de lo que podría representar una ciudadanización de los comicios con figuras con algún otro mérito cívico que el de heredar una casta divina.

Esta etapa además está marcada por el esfuerzo gubernamental por sumar a México a la globalización mundial, que con Mattelart se dice que tiene sus cabezas en las nuevas grandes unidades económicas, cuya única vocación cívica, proclamada con gran esfuerzo de estrategias de creación de imagen, no puede hacer olvidar la ley que las establece: la búsqueda del beneficio y el interés exclusivo por los sectores sociales solventes.

Este nexo indisoluble que todos los partidos políticos en México han expresado con el esfuerzo a esta noción de globalización, es a la luz de este trabajo un fuerte motivo para pensar que la democracia aún está aún lejos de alcanzarse, pues como Chomsky ha analizado, en el esfuerzo por garantizar la vigencia de estas nuevas grandes unidades económicas, más poderosas que los Estados-Nación, este Sistema no vacila en flexibilizar sus normas al punto de quebrantar la libertad de mercado, argumento principal de su razón de ser.

Campos, actores e instituciones sociales obtienen significado sólo en un contexto construido social e históricamente[5], a la luz de la cultura que les da origen, es decir, del conjunto de creencias, costumbres, ideas y valores, así como los artefactos, objetos e instrumentos materiales, que adquieren sus individuos como miembros de una sociedad.

Es en este proceso, en el que las formas simbólicas funcionan como amalgama a través de las cuales actores, campos e instituciones sociales comparten la ideología, concebida en términos de las maneras en que el significado activado por las formas simbólicas sirve para establecer y sostener las relaciones de dominación, es decir, posibilitando la acción del grupo hegemónico.

Esto es substancial para intentar alguna descripción de la relación entre el sistema político y el subsistema de los medios de comunicación, a fin de comprender, específicamente en el caso de México, cómo la herencia cultural y su solidificación durante el pasado siglo ha permitido un autoritarismo que se refleja sobre todo en la gran masa social, en los campos sociales y en cualquier nivel de interacción doméstico (ej. el machismo) y me sugiere que, dado que la capacidad del cambio reside en los grupos dominados y estos en México no han modificado su planteamiento autoritario original, el cambio radical del sistema político mexicano por uno democrático no es aún concebible, debido a que, como antes apuntamos, la historia también ha demostrado que no es el grupo hegemónico el promotor del cambio en las estructuras sociales.

Al mismo tiempo, esta ideología formada en un marco cultural, gobierna la forma en que los medios de comunicación perciben el entorno y a ellos mismos, constituye su conjunto integrado de marcos de referencia a través de los cuales cada uno de los MCM mira al mundo y a los que todo el subsistema de los medios de comunicación ajusta sus acciones, convirtiéndolo al mismo tiempo en el principal medio de control ideológico.

La influencia de la ideología opera sobre patrones de contenido, trabajadores, procedimientos, organización y factores externos de los MCM, tales como fuentes y anunciantes, convirtiéndolos en mediadores de la realidad social en beneficio del grupo hegemónico, pero también mediatizándolos, de modo tal que sus valores y convicciones están sujetos al status quo por paradigmas establecidos mediante rutinas convencionalmente elaboradas y cotidianamente puestas a prueba.

En la segunda parte de este trabajo se intenta describir, otra vez brevemente, cómo se entiende que los MCM actúan como portadores de la ideología que posibilita esta acción mediatizando la realidad y construyendo la cultura, en donde el periodismo como formato representativo y formal de esa construcción de significado, mantiene a la vez una importancia sustancial.

Esto tiene como fin justificar por qué el análisis del contenido de los MCM en general y de periódicos en particular, pueden aportar datos substanciales sobre la cultura en la que está cimentado el sistema político mexicano, proceso que por su sólida conformación histórica es harto difícil de modificar radicalmente en el paso de pocos años, si bien este texto no aborda trabajo empírico sobre esta línea.

EL PAPEL DE TELEVISA

Como compañías mercantiles que son, las empresas informativas buscan obtener ganancias económicas, pero al mismo tiempo persiguen otra finalidad no menos  importante: el poder informativo que se deriva de su específica actividad empresarial.

La difusión de mensajes sobre hechos, ideas u opiniones, mediante textos escritos, la palabra hablada o con imágenes, y sirviéndose de medios o soportes de comunicación social, cuando está dirigida a gran número de personas comporta siempre una patente capacidad de influir. Esta potencia, que faculta para “influir”, y, sobre todo, del uso, recto o malicioso, que se haga de él.

Legal y moralmente, el poder de informar se legitima cuando actúa en régimen de libre mercado, concurriendo en competencia leal con otros poderes informativos igualmente legítimos, y cuando está sometido a la ley, a las normas morales y a l bien común. Su legitimidad radica en suma en el servicio que se presta a los ciudadanos y al bien general.

Ser titular del poder de informar en alguna de sus modalidades, no constituye franquía para aprovecharse de él de manera abusiva, pues está supeditado al respeto a los derechos y libertades fundamentales de la persona y a los intereses generales, en franca solidaridad por tanto, con quienes no poseen tal poder o pueden llegar a verse perjudicados por él.

De ahí que cuanto mayor sea la acumulación de poder para informar en pocas manos más necesario será contar con resortes legales, éticos y comerciales que lo encaucen y lo regulen, impidiendo o dificultando la práctica de abusos y extralimitaciones. Entre estos resortes hay uno que aunque no institucionalizado, me parece de gran importancia, la capacidad crítica de los destinatarios.

La educación entendida ya como pedagogía, como formación de futuros ciudadanos, ha tenido en diversos momentos históricos clarísimos ribetes propagandísticos. La escuela ha sido empleada por muchos regímenes políticos como vivero de futuros adeptos.

Lo cierto es que, incluso en los casos en que pudiera parecer más aséptica la educación es siempre una manipulación de la conciencia humana. En los regímenes democráticos, en la escuela se hace propaganda del sistema y en todos los países se fomenta un patriotismo más o menos mitigado.

La escuela forma a futuros ciudadanos y, para ello, ha de adaptarlos a los valores sociales vigentes en cada momento, proponerles modelos de conducta que nunca son incontaminados.

Históricamente los grupos de poder se han valido, entre otros medios, del mito para movilizar a la población según sus intereses y para crear una pantalla, una ilusión democrática que oculta otras realidades que, de ser conocidas por los ciudadanos, no resultarían de su agrado.

Tras mencionar lo anterior, a continuación se presenta una parte de la supuesta misión y filosofía de esta empresa mexicana, para determinar si en realidad cumple con sus objetivos.

Para ello los ciudadanos empiezan a ser más conscientes de su papel en el proceso de la comunicación colectiva, en el que incluso por razones técnicas y comerciales, como enseguida veremos, están llamados a tener efectivamente un mayor protagonismo.

La oferta televisiva en México

La enorme incidencia de este medio en los hogares mexicanos no basta para que sea exitoso en el desarrollo de mecanismos de gobernabilidad.

Antes fue necesario conjuntar en la televisión todas o casi todas las premisas de las políticas neoliberales, a fin de asegurar una plataforma estable para la gobernabilidad: privatizaciones; modernización y globalización de sus discursos; fortalecimiento de los oligopolios; una nueva lectura de la normatividad; aparente despolitización; promoción de nuevos valores sociales; los individuos como centro de recepción.

Existen por lo menos seis factores que se articulan en la relación televisión – gobernabilidad:

  1. El mapa televisivo configurado a partir de las políticas neoliberales.
  2. La relación de identidad en materia de intereses políticos y económicos existente entre los dueños de los canales y sistemas de TV con los grupos en el poder.
  3. La desregulación en materia televisiva, entendiendo por ello la flexibilización de la que ha sido objeto la legislación sobre medios en todos sus aspectos.
  4. La oferta de programación, cada vez más inclinada hacia una televisión de entretenimiento y comercial que promueve nuevos valores sociales, en detrimento de una TV crítica, plural,  participativa y cultural.
  5. Aislamiento, falta de participación y ruptura de la interacción en la recepción que se da al interior de la familia.
  6. El fortalecimiento de una televisión fragmentada que permite un mejor control de los grupos, tratando sus demandas como parcialidades.

Otorgar satisfacciones a la audiencia a través de la ficción o de la compra de objetos materiales, parecen ser las ilusiones necesarias más empleadas hoy en día por la televisión mexicana.

En cuanto a la información, si bien es cierto que ocupa un lugar destacado dentro de la programación, también es cierto que se configura como otra “ilusión necesaria”: la de creer que se está informando.

En realidad se sabe que la mayor parte de las noticias provienen de las grandes agencias transnacionales pasan por un proceso interpretativo que responde a los intereses de los dueños de los medios o bien se dirigen a los públicos “globalizados”, con un perfil muy difuso.

En este sentido, recordemos al sistema de noticias ECO de Televisa que durante casi todo el día ofrece información, pero, en general, difunde noticias referidas a otros países. ECO y la CNN representan un buen ejemplo de la tendencia globalizadora en materia de programación: mensajes polisémicos, que hablan muy poco de la realidad inmediata del receptor, pero que simulan abrir esa enorme ventana al mundo que es la pantalla casera.

Aun cuando no existen datos precisos, es posible afirmar que un alto porcentaje de hogares mexicanos disponen de más de un televisor, sobre todo los de las clases medias y altas. Las nuevas tecnologías multiplican los modos de recepción y han permitido una mayor oferta de canales.

Además, la producción constante de nuevos productos técnicos ha llevado al abaratamiento de los mismos. En el Distrito Federal a estos aspectos se suman sus particulares condiciones urbanas: inseguridad, grandes distancias, transporte deficiente, exceso de trabajo, que han llevado a la gente a entregar su tiempo libre a la televisión.

Siempre se ha sostenido que la televisión rompe la comunicación familiar, produciendo un silencio hipnótico de toda la familia ante el televisor. Ahora el aislamiento en la recepción se ha agudizado por la existencia de varios televisores en habitaciones distintas que permiten prescindir de la negociación familiar, hasta hace un tiempo indispensable, sobre qué programa se verá.

Si, como se afirmaba, el neoliberalismo desplaza su centro de atención de las clases sociales hacia la familia y el individuo, encontramos al final que la cadena social incomunicación e individualismo, dos condiciones que conspiran contra la participación con sentido decisorio que define a la democracia.

Finalmente, la televisión restringida o de paga ha crecido de manera significativa con las políticas neoliberales, convirtiéndose en un poderoso instrumento para dar respuestas fragmentadas a grupos también fragmentados.

Se sabe que existe una élite instruida que participa en la vida social en calidad de gestores. Ellos son quienes tienen capacidad de manifestarse y desempeñan un papel decisional.

El consentimiento de este grupo social es crucial, por lo que los grupos en el poder emplean buena parte de sus esfuerzos para adoctrinarlos, convenciéndolos de sus acciones. Ellos son quienes pueden  matizar la información maniatada por las empresas televisivas con otras fuentes de información, tanto mediáticas como académicas o de reflexión grupal.

En cambio el resto de la sociedad, cuyo papel, es ejecutar ordenes o repetir lo que se les ha dicho, se sume en la maraña informativa de la televisión tanto privada como estatal.

Así como los medios masivos de comunicación pueden ser estudiados desde múltiples acercamientos, la búsqueda de un uso más democratizador de ellos, es también un camino de muchas vías y accesos.

Una nueva legislación que abarque tanto los sistemas de propiedad como la producción y recepción de los mensajes televisivos; apertura de la TV a nuevos grupos productores (los independientes, por ejemplo); apoyo y fortalecimiento de las producciones que preserven la cultura e identidad nacionales; son apenas algunas de las posibilidades que pueden explorarse para llegar a contar en México con una televisión más democrática.

Para desarticular el pensar debe modificarse de manera completa el sentido del lenguaje, estableciéndose una relación sincrónica entre lo que comunica el sistema y lo asumido por el interlocutor.

En la separación entre la realidad de las leyes sancionadas de la cultura y la existencia subjetiva, aislada así de cualquier referencia objetiva o quizás asediada por ella, se manifiesta la profundidad de la crisis actual de la cultura, como crisis de sus formas.[6]

No hace falta pensar, lo señala la prensa, la televisión o la radio. Aparece en el lenguaje del cine, el video, la realidad virtual y se plantea en las aulas. La opinión pública ya ha sido informada y decidió “libremente”. No cuestione o critique, otros lo han hecho y mejor que usted, son los nuevos pensadores y comunicólogos.

Periodistas informados pero no formados, sociólogos sin sociología o historiadores que desconocen la historia; todos eso sí, creadores de opinión pública, editorialistas y divulgadores.

La aceptación a priori de la idea de progreso pretende anular las contradicciones existentes entre regiones geopolíticas y tiempos históricos y antagónicos, cuya relación sigue siendo de dependencia, dominio y explotación.

Pensar como un ente de razón conlleva determinaciones voluntarias contrarias al pensar desde el interés y los deseos.

Si a pesar de las múltiples razones que hoy nos motivan y exigen realizar una reflexión calmada y serena que ayude a pensar sobre la responsabilidad que, como género humano, tenemos ante los desastres provocados por la irresponsabilidad frente al futuro del mundo, y se continúa pensando programáticamente en una respuesta política fundamentada en el poder de la sinrazón, el sistema neo – oligárquico podrá seguir campando a sus anchas.[7]

Los desastres no son naturales, la contaminación, el cólera, la pobreza, la desnutrición, la extinción de especies, el paro, etc., son parte constituyente de un progreso sin sentido humano.

Si se puede matar, acallar, reprimir o marginar a quienes levantan la voz de alarma ante tanta injusticia, y se justifica como algo inherente a la acción misma del progreso, quiere decir que el ser humano está perdiendo sus facultades para enjuiciar y criticar, desde la razón, sus propios actos.

Sin embargo, al estado de conciencia y a la razón crítica no es posible anularlos por decreto. Detrás del enjuiciamiento de los actos voluntarios que terminan produciendo los desastres medioambientales, las muertes de hambre provocadas técnicamente, el comercio de órganos humanos.

En este sentido el zapatismo es una respuesta lúcida, una reacción a una acción continuada del sistema en detrimento del mundo. Es una pequeña parte de un todo más grande que indica que el mercado neoliberal que ha filtrado y está rayando en la falacia incluso en lo político y lo religioso, ha corrompido incluso la dignidad del ser humano como medio para generar beneficios económicos a grupos reducidos y abrir cada vez más la brecha social.

La cultura propia es el sustento de la identidad del grupo y la base indispensable  de su continuidad: por eso la necesidad de conservar a toda costa esos espacios de autonomía y por eso la importancia crucial de los mecanismos de resistencia.

La explotación de los recursos y el trabajo de los indios sigue siendo el motor fundamental de la imposición cultural que ejerce el México imaginario sobre el México profundo.

Las pinzas de la dominación aprietan en dos sentidos: no sólo explotan y empobrecen hasta la miseria a las comunidades, sino que simultáneamente niegan y constriñen sus capacidades para alcanzar su propio desarrollo en términos del proyecto civilizatorio mesoamericano.

En los últimos años se ha conformado un nuevo sector indio que, pese a sus diferencias internas, tiene en común poseer una larga experiencia urbana y una educación media o superior.

Son una nueva presencia en el escenario nacional; una presencia urbana y necesariamente política porque al afirmar su identidad india están reclamando el derecho a participar, en tanto indios, en la vida pública del país, más allá de las fronteras de la comunidad local, sin verse obligados a renegar de su origen ni de la cultura de la que proceden. Han abierto, por diversas vías, un nuevo frente de lucha.

Este es un logro trascendente porque coloca las reivindicaciones indias en el campo del debate nacional pero, por primera vez, ya no como un asunto que concierne sólo a los indios (como ha sido el debate sobre el indigenismo), sino ahora en boca de los propios indios capaces de establecer el diálogo en los términos y con el tipo de argumentación que son considerados legítimos en la sociedad dominante.

La trascendencia de esta nueva presencia no se invalida por el hecho de que, en algunos casos, los miembros de este frente prevariquen con su condición y aprovechen su ventaja.[8]

Analizar la función que cumple el sentido común en la formación de conocimiento y en la explicación científica es vital para reconocer los límites del pensamiento sistémico y a la vez aportar los elementos para la reconstrucción del pensamiento crítico.

En otros términos, el sentido común es parte constituyente de la condición humana, participando de forma activa en la creación y producción de conocimiento científico y saber teórico. No se puede separar el sentido común de la condición humana, ni menos aún eliminarlo de la cognición del mundo tal y como los homo sapiens sapiens lo experimentan.

En concordancia con ésta línea argumental podemos abstraer dos factores dos factores que son propios del sentido común y analizarlos mostrando la función que cumplen en la formación del conocimiento humano. Dichos factores son complementarios y responden a dos órdenes de explicación autónomos:

  1. Cualidad cognitiva de la mente – cerebro
  2. Conocimiento social específico de carácter práctico.

    En ambas perspectivas se puede advertir que el adjetivo “común” es la base para comprender el tipo de conocimiento producido. Sin embargo, antes de iniciar la explicación, debemos contraponer el sentido común al concepto de opinión pública común, aunque sólo sea para aclarar las diferencias de principio explicativo existentes entre ambos conceptos.[9]

    El sentido común, facultad de la mente – cerebro, está determinado por el tipo de conocimiento producido y la finalidad deseada. El sentido común obliga a realizar una acción deliberadamente capaz de diferenciarlo de la opinión común.[10]

    Antonio Gramsci, recuperando la definición aristotélica, señala lo pertinente de diferenciar el concepto de sentido común, utilizado como referente ideológico por las clases dominantes para proyectar su dominio hegemónico y su visión del mundo, del buen sentido.

    “Pues el buen sentido es una actitud de la conciencia, una superación de las pasiones bestiales y elementales por una concepción de la necesidad  que da la acción individual una dirección consciente.[11]

    Buen sentido y sentido común en Gramsci y Aristóteles son sinónimos y por ende sus explicaciones son complementarias a pesar de la distancia histórica que los separa, más de veinte siglos. Constituyen el principio de explicación de los actos sociales de la conciencia, cuyo fin es producir una experiencia social práctica contingente y continuamente transformadora de la realidad construida.

    Esta concepción, en orden sistémico, se transforma en un código referencial por medio del cual el operador sistémico demuestra el grado de adaptación al medio. El sentido común, transferido al sistema se convierte en un indicativo de acatamiento y subordinación.

    Por consiguiente, el operador sistémico absorbe y asimila en su acción social comunicativa el sentido común por el sistema.

    Tener sentido común es asumir una diversidad de comportamientos, cada uno de ellos adecuados a las lógicas diferenciadas de actuación que ofrece el sistema para movilizarse entre sus complejas redes.

    Al soslayarse los principios del sentido común en tanto parte constituyente de la condición social humana, éste se atomiza e individualiza, abriendo las puertas y transfiriendo su significado a un ámbito menos conflictivo y más controlable por el sistema. Su nuevo significado se homologa al concepto social de opinión pública común.

    La opinión pública común, suma estadística de individuos que contestan acerca de lo que se pregunta, es una realidad matemática, socialmente inexistente.

    Sin embargo, al convertir el sentido común en opinión pública, el operador sistémico se considera portador de sentido común en tanto su comportamiento responde a los valores medios configurados estadísticamente para cada caso concreto. Se consume sentido común.

    El operador sistémico, partícipe de la cultura local, partícipe de la cultura social – conformista, se siente seguro cuando observa que su comportamiento no se distingue del común de sus iguales sondeos de opinión pública lo ubican en la media nacional. El medio a la diferencia es lo que esconde la tranquilidad que otorga el sentirse parte activa del sistema.[12]

    El proceso de reversión de la cultura del conformismo no está al margen de desvelar y mantener, como parte de la condición humana, la conciencia y la cordura teórica y práctica que contiene el sentido común.

El pensamiento débil y la desarticulación del pensar

Sucede de esta forma, que el saber y la comunicación normales entran a formar parte de un juego especial, cuyas sencillísimas reglas podemos aprender rápidamente o, mejor, ya suponemos conocidas desde siempre. La potencia práctica de este juego se deriva de la extrema maniobrabilidad de las reglas, de su obvia facilidad para ser comunicadas.

El rechazo de la facultad de pensar, en tanto diferencia específica de la condición humana, reduce la vida de la persona a un comportamiento conductista donde prima la capacidad de sobrevivir en un mundo cerrado.

Mundo en el cual no se contempla la posibilidad de cambiar su dirección ni su horizonte histórico. El ser humano, transmutado en operador sistémico, se conforma con el destino que le es transmitido por las reglas del sistema.

La vida del operador sistémico transcurre entre la complacencia y el conformismo de no querer modificar la realidad. Sólo se debe acatar las reglas del juego, y en ellas se penaliza el pensar alternativo y crítico.

La represión, la autocensura, el miedo y la acción inquisitorial son formas históricas desde las cuales se ha ejercido este contrapoder.[13]

En materia de medios, proponer la participación plena de los preceptores en la toma de decisiones sobre sus contenidos, implica enfrentarse con una verdadera muralla de argumentaciones sobre la imposibilidad de emprender una tarea semejante.

No obstante, resulta curioso que la publicidad haya podido desarrollar mecanismos, no sólo sofisticados sino altamente confiables, para detectar segmentos de consumidores y por lo tanto diferentes tipos de públicos con sus particulares necesidades.

Es conveniente que además del control normativo y la apertura de la televisión a nuevos emisores, llegará el día en que la democracia con sentido decisorio que reclaman los medios abarcará también a su público. Para entonces será indispensable realizar estudios confiables que detecten las necesidades comunicacionales de los receptores y a partir de ellos responder con contenidos adecuados.

Sin embargo  la búsqueda debe ser todavía más profunda y también más integral: debe abarcar todas las instancias de la vida del ser humano para recuperar, en cada una de ellas, el verdadero sentido de lo democrático que implica participar y decidir.

DEBATES Y TELEVISIÓN, UNA NUEVA “PROPAGANDA” POLÍTICA

La democracia en las culturas contemporáneas invadidas por mensajes e imágenes, debe ser reconsiderada como un proyecto político en la construcción de escenarios alternativos de representación.

La subjetividad en la cobertura de campañas, el acceso de medios de comunicación en forma igualitaria y el debate político permanente entre los diferentes líderes de partidos, debe incorporarse a la práctica de los medios de comunicación.

En las sociedades contemporáneas donde los medios de comunicación ocupan una posición central, la comprensión de la política traspasa las fronteras de los estudios de ciencia política, comunicación y cultura.

Las democracias contemporáneas otorgan gran importancia al tema de las relaciones entre medios de comunicación y política. Aceptar, que la televisión incide en la conducta de los ciudadanos en campañas electorales es un reto y, además, una variable fundamental en el diseño de las campañas electorales.

Avanzar, hipótesis acerca de la influencia de los mensajes audiovisuales en la formación de opinión y en la creación de climas políticos en las diversas audiencias es una preocupación para los dirigentes políticos modernos, las autoridades de los medios de comunicación y la sociedad en general. La relación entre televisión y política forma parte de la agenda presente y del futuro.

Para finalizar, podría incluirse en las escrituras de la equidad en el acceso y ética profesional en el tratamiento de los hechos y las opiniones políticas, aún no son alcanzadas en los países latinoamericanos.

Sin embargo, se han acumulado experiencias al igual que en otros países, sobre la dimensión política del trabajo de la televisión, cuyos descubrimientos sobre prácticas recurrentes y mecanismos establecidos por los canales en su desempeño político pueden servir al diseño de nuevas formas de trabajo, donde sea respetada la libertad de expresión y la ética de la comunicación.

Los medios de comunicación según los partidos políticos

El PAN al hablar de medios, los define como “instituciones de interés público” confiriéndoles la “clara misión” de: “formar, educar, difundir, informar, fomentar y entretener a la sociedad mexicana”.

De una función reconocida por varios partidos en sus plataformas, tan amplia como es el servicio o el interés público, se desprenden de responsabilidades muy diferentes que podemos sintetizar en tres grandes rubros:

  • Preservación de la cultura e identidad nacionales
  • Promoción de la cultura política

Preservación de la cultura e identidad nacionales

La mayoría de los partidos tienen presente en su plataforma el papel que los medios de comunicación desempeñan en cuanto a la conformación, sustento o transformación de los valores y la cultura de la nación.

Parecería que la nuestra ya no es época de que los reclamos de preservación de la soberanía en relación con la cultura alcancen eco en la sociedad: los partidos implícitamente reconocen que si en algo es evidente la globalización es en los medios de comunicación masiva, en los que las fronteras son imposibles de mantener.

Pero, de todas formas prácticamente todas las plataformas señalan que es preciso, como mínimo, intentar “conservar la identidad nacional”, como propone el PAN que también coloca dentro de las funciones de los medios de comunicación la de “promover la identidad cultural”.

La sociedad mexicana se distingue también por una nueva cultura plural y abierta, que arraiga en la política y la economía, en la producción intelectual y artística, en la comunicación social y las relaciones entre la sociedad y el Estado.

Esta postura de aplausos y reconvención se torna más ambigua si se la contrasta con lo asentado más adelante, en cuanto a la “atención a la niñez e integración familiar” en donde se acusa a los medios de comunicación de haber “roto las barreras culturales”, presentando a la sociedad diversas maneras de integración social y familiar que en ocasiones generan expectativas o esquemas de vida distintos de nuestra realidad social”.

Aun así, en otros incisos de su plataforma se enuncian y luego se les da algún tipo de salida o solución en las “propuestas”, en este caso no se indica lo que podría realizarse en cuanto a los medios: la radio y sobre todo la televisión mexicanas, han sido complacientes en exceso con este el PRI, como para dentro del mismo se postulen por un cambio con su relación con los medios.

El PRD es el único partido que desea reforzar la rectoría del Estado en relación con la “difusión cultural”, a través de los medios, ya que propone “aumentar el gasto estatal”, al respecto, dentro de las medidas destinadas a “adoptar una nueva política cultural”.

Los otros partidos que tocan el tema perciben que la identidad cultural del mexicano es algo que debe ser preservado, pero no se comprometen en acciones que vayan más allá de las buenas intenciones, ni que impliquen un regreso en la tendencia a la privatización.

Promoción de la cultura política

Esta responsabilidad de los medios es aquella que recibe mayor atención en las plataformas, quizás porque impacta directamente sobre el actuar de los partidos. Todos ellos entran en el contenido democrático de la comunicación en la pluralidad, dando cada cual a ésta diferentes connotaciones.

Así, el PAN dedica uno de los incisos de su plataforma a la “libertad responsable de comunicación de los medios”, en el que enfatiza que la “libertad de expresión” debe ser reconocida, “protegida, respetada y garantizada”.

Para el PRD, “democratizar la comunicación social”, se encuentra entre sus propuestas básicas de llevar la democracia al Estado y a la sociedad”. Se enfatiza la necesidad de establecer reformas en la legislación y normas, de manera que “garanticen la libertad de expresión” en beneficio de la pluralidad política e ideológica”.

Aparte de su composición, la plataforma de este partido no incluye información acerca de la forma en que un consejo de este tipo puede estructurarse de manera que asegure y preserve la pluralidad y no se transforme en un filtro o en un sensor más, ya sea fuera o dentro del Estado.

Tampoco se aclarará suficientemente esto en el documento de apoyo, el Programa, el que da a ese Consejo un carácter de organismo oficial, aun si se lo ancla a la sociedad civil señalando que incluirá “a ciudadanos de reconocida calidad moral, así como el mayor número de sectores sociales”.

Faltaría también especificar si los códigos que se mencionan son aquellos de comportamiento ético, generados por los mismos profesionales para regir su actuar, o si se trata de otro tipo de normas, leyes o reglamentos, dictados por instancias públicas.

En lo que se refiere al PRI, los medios de comunicación social son reconocidos como de importancia “para conformar una cultura política democrática”. Se da por supuesto que “la sociedad mexicana” ya “encuentra en ellos espacios para expresar sus ideas y diversas opciones para satisfacer sus necesidades informativas”. Esto se enfatiza al agregar que la “opinión pública informada” se encuentra consolidada y “da sustento a nuestra transformación democrática”.

Poco sería necesario hacer, ya que el panorama comunicativo es tan saludable; sin embargo, se indica que se debe “pugnar” porque los medios de comunicación “se conviertan en un auténtico foro de expresión de la pluralidad de la opinión pública”. Todavía algo falta, entonces, por caminar “para consolidar una cultura democrática” aun si no se proponen líneas de acción ni se hace referencia a las disposiciones legales actuales.

Esta falta de propuestas no parece nacer del descuido, sino responder al deseo de mantener todo lo que sea posible las reglamentaciones, estructuras y mecanismos que contribuyeron a preservar a ese mismo partido en el poder.

Derechos ciudadanos y comunicación

En todas las definiciones de una comunicación democrática se halla presente, explícita o implícitamente, el derecho a la información, este uno más entre los jóvenes derechos constitucionales del mexicano, no ha sido aun reglamentado, y es imposible que la sociedad civil pueda vigilar o controlar su implantación.

De todas maneras, a pesar de que en pocas plataformas se especifica está necesitada reglamentación, en seis de ellas figura como un derecho fundamental.

Así, el Partido del Trabajo, el que sin conformar una fuerza de gran arrastre, obtuvo escaños en la Cámara de Diputados luego de definir la información como “arma poderosa que es utilizada según el interés particular de quien la controla”, acusa al Estado y los “grandes monopolio privados (nacionales e internacionales)” de ejercer ese control y de violar cotidianamente los derechos de información y de expresión”.

Se aúna entonces al tradicional derecho de estar informado, otro igualmente básico, el de poder expresarse, también asentado en el artículo 6 constitucional como “manifestación de ideas”. Llevar esto a la práctica supone la obligación de dar posibilidades a la sociedad de satisfacer su necesidad de comunicarse.

Lamentablemente no se da mayor explicación de cómo lograrlo, sólo se propone un mayor “espacio a todas las opiniones”, que reforzaría la idea de pluralidad antes comentada. Esta apertura daría validez al derecho de las “organizaciones sociales, laborales, educativas, políticas, etc.” De contar “con sus propios medios de información y comunicación masiva” que propone este mismo partido.

La participación ciudadana ha sido característica del zapatismo, para dar voz y difusión a colectivos que puedan expresar y conocer otros puntos de vista, intercambiar experiencias.

La necesidad de entender que el rechazo al orden neoliberal no sugiere espontáneamente la emergencia de alternativas democráticas forma parte de este proceso de recuperación crítica de la conciencia y la voluntad. La quiebra del pensamiento sistémico obliga a su inserción en dinámicas nacionales.

Algunos ejemplos pueden ayudar a visualizar lo señalado:

  1. La propuesta de transformación democrática articulada en el llamado de la sociedad, proveniente del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en México y,
  2. Las reivindicaciones y proposiciones presentadas por el movimiento de los sin Tierra en Brasil. En ambos casos dichas propuestas  están contenidas en el espacio de la construcción de una ciudadanía, y de una refundación democrática de lo nacional – estatal y lo nacional – popular.

No está por demás volver a subrayar: la lucha democrática pasa por reivindicar la ciudadanía plena. Los partidos políticos mexicanos han aplicado un concepto que en lugar de enfocarse a la comunicación política que genere reflexión en la opinión pública, han hecho una labor de marketing político electoral que dista mucho de lo que México necesita.

Las luchas de los pueblos indios, de “los sin tierra”, de los marginados, de los excluidos, de los parados, de las minorías étnicas configuran el mapa actual de la lucha por reconstruir en tiempos de pérdida de la centralidad de la política.

No se trata de lograr un reconocimiento formal de su existencia, en la actualidad los múltiples movimientos políticos y sociales, cuya demanda está en la constitución de ciudadanía plena, abre las puertas a una propuesta creadora capaz de contraponerse a la dinámica del social – conformismo. Su éxito dependerá de su inventiva para integrar y reconocer en la diversidad de existencias la riqueza del proyecto democrático del zapatismo. Éste es el gran reto.

La facilidad con que dichos argumentos han penetrado y están siendo aceptados como reguladores de la conducta social culminan potenciando los valores más retrógrados e involucionistas en el terreno político. Ello está permitiendo asentar los presupuestos de un sistema altamente represivo y totalitario.

Un sistema social pensado a partir de bases biológicas lleva a desestimar aquellas políticas y situaciones que son generadoras de desigualdad  y de explotación económica – social. Es responsabilidad personal adaptarse y luchar por mejores condiciones de existencia. La destrucción del zoon polítikon es premeditada. Se busca su encarcelamiento y posterio juicio que lo condene al infierno y las tinieblas.

Como se ha venido defendiendo a lo largo de este texto, el futuro no se puede quedar en manos – ni dejarse a merced – de los nuevos operadores sistémicos aduladores de un poscapitalismo salvaje y depredador. Nunca como hoy se necesita romper con el conformismo y la apatía social.

Los tiempos venideros ameritan una reflexión con un elevado sentido ético y de compromiso social contra la explotación. Será de esta posición teórica y crítica de donde se imponga un cambio social democrático o no será.[14]

El PRD ha propuesto en su momento crear un Consejo de Comunicación Social, que tenga relación con la Comisión Nacional de Derechos Humanos y las Comisiones Estatales para que se encarguen de investigar y denunciar las violaciones al derecho de respeto a la información.

Resulta relevante que se haya precisado la necesidad de crear una instancia plural, en la que se integren como elemento fundamental voceros de la sociedad civil.

Se le puede denominar, como propone el PRD “Consejo Nacional de Comunicación Social”; o admitir la propuesta del PDM de adicionarla a las atribuciones de la CNDH, enfatizando que es imperioso dotarla de autonomía en relación con el poder gubernamental. Esta separación del Estado, se puede suponer que implica una modificación de la estructura y funciones que en el presente posee esta comisión, otorgándole responsabilidades para velar por la preservación de todos los derechos humanos, en lugar de recibir únicamente las quejas de las violaciones cometidas por el sector público.

Un organismo de ese tipo podría abarcar los derechos de los receptores y vigilar que los medios cumplan su función social, y presente a la LFRTV y que prácticamente todos los partidos les adjudican.

El nuevo problema sería cuidar que este instrumento no se transforme en otro tipo de censura moralizante de indoctrinación ideológica ni de control político sino que se ancle en la población para servirla, que contribuya a la superación humana y no al atolondramiento y falsificación.


[1] Marcos Roitman Rosenmann. El pensamiento sistémico, los orígenes del social conformismo. Siglo XXI Editores. México DF 2003. p.72

[2] “Thompson, 1993:164. p.165

[3] Thompson, 1993. 167

[4]  (Cfr. Acosta Valverde y Parra Rosales, 1994; Aguayo Quezada y Acosta, 1997; Huerta Wong, 1998).

[5] Williams en Mattelart, 1997, p. 72

[6] Eduardo Subirats, El final de las vanguardias, Barcelona, Anthropos, 1989, p. 115.

[7] Marcos Roitman Rosenmann. El pensamiento sistémico, los orígenes del social conformismo. Siglo XXI Editores. México DF 2003.p.89

[8] BONFIL Batalla, Guillermo. México profundo, una civilización negada. Grijalbo. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México, D.F. 1990.p.p.260

[9] Marcos Roitman Rosenmann. El pensamiento sistémico, los orígenes del social conformismo. Siglo XXI Editores. México DF 2003.p.143

[10] El objetivo del sentido común está definido socialmente por deliberar en función del bien común.

[11] Antonio Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Buenos Aires, Nueva Visión, 1971, p. 26.

[12] Marcos Roitman Rosenmann. El pensamiento sistémico, los orígenes del social conformismo. Siglo XXI Editores. México DF 2003.p.64

[13] Marcos Roitman Rosenmann. El pensamiento sistémico, los orígenes del social conformismo. Siglo XXI Editores. México DF 2003.p.152

[14] Marcos Roitman Rosenmann. El pensamiento sistémico, los orígenes del social conformismo. Siglo XXI Editores. México DF 2003.p.42

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