Por Guillermo Torres Carreño
Lo que en un inicio eran grupos de animación deportiva en la UNAM, en su liga de fútbol americano, el final resultaron ser la manera perfecta para infiltrar ojos y oídos gubernamentales en los colectivos de estudiantes universitarios.
Cuando estos grupos de “inteligencia” se perfilan como tal, involucran estudiantes con formación atlética y deportiva; posteriormente complementan estos grupos de choque con delincuentes del fuero común, de las afueras de aquella Ciudad de México de los años cuarenta y cincuenta.
Como todo en el país ha sufrido una degradación y una decadente desconfiguración, y todo aquello que de por sí ya resultaba subjetivo y tendencioso, para finales de los años sesenta el papel que los grupos porriles de la UNAM ya asumían para entonces. El tema era delicado y por demás serio.
Fueron los artífices y Caballo de Troya del régimen del PRI, encabezado por Gustavo Díaz Ordaz, como empleado de la CIA, para permear el movimiento estudiantil de 1968. A menos de diez años del triunfo de la Revolución Cubana, soplaban aires de conciencia y libertad en América Latina.
Si ahora resulta peligroso el pensamiento alternativo y anti sistémico, en aquella época resultaba aún más complicado el tema. Entonces se consolida no solamente como su grupo de choque sino como semillero de la clase política reaccionaria y conservadora.
En efecto, los porros se constituyen como una institución clandestinade corte fascista y reaccionario, fundada, auspiciada y subvencionada por el régimen para hacer de halcón y ejecutor represivo de toda movilización ciudadana legítima, pacífica y de corte popular progresista.
En algunas épocas, sin mayor utilización de estos grupos por parte de las autoridades universitarias, aunque con exponentes del régimen en la Rectoría, después volvía a tomar color esta situación.
Al transcurrir de los años y con la degradación social, política, económica y cultural de México de la mano del salinismo neoliberal, el deterioro de la vida en este país se convirtió en decrépitas bandas de extorsión protegidas oficialmente, y en infractores de otros ilícitos, que seguramente Miguel Ángel Mancera tiene muy bien ubicados.
Esos grupos no fueron la excepción de lo que se ventila del reciente ataque, el pasado lunes 3 de septiembre, contra estudiantes del CCH Azcapotzalco, que acudían a Rectoría de manera pacífica a entregar un pliego petitorio para reivindicar sus derechos, cuando fueron atacados en la plaza, a un costado del edificio de Rectoría, por diversas agrupaciones de porros, con un dolo y una saña, con un resentimiento guardado por razones que solamente estos delincuentes, del régimen peñista y mancerista, saben.
Esa actitud de tenerlo todo comprado, a la vista del personal de seguridad de Ciudad Universitaria, del coordinador del mismo, y ante los ojos de mucha gente que en Rectoría miraban a través de las ventanas.
Nadie hizo absolutamente nada. El personal de la UNAM, de manera un tanto cuanto familiar y cordial, intercambiaban palabras con losdealers del terror, que dicho sea de paso, usted los analiza un poco y se les ve el sello de los fanáticos del extinto y autodenominado sol azteca, lo mismo sus pseudo anarquistas infiltrados para reventar manifestaciones pacíficas, e incluso personal del Ejército vestidos de civiles.
También ese olorcillo rancio a ghetto, a halcones, a esas tiendas miniatura que según Miguel Ángel Mancera nunca permearon de manera grave la Ciudad de México. Lo cierto es que curiosamente en Ciudad Universitaria, desde hace tiempo, ha sido un punto crítico que, según fuentes periodísticas, tienen sus centros de operaciones en Santo Domingo, Coyoacán.
No es casual que sea en la demarcación en la que la gente de Mauricio Toledo atacó a sillazos a asistentes de un mitin de un partido político opositor, en enero de este año. Dicho sea de paso que, se ventila que la orden de atacar a los estudiantes de la UNAM, fue el PRI local en la capital del país y Víctor Hugo Lobo, otro exponente del régimen fascistoide y extorsionador del doctor Mancera, tenga ese mismo esquema.
Su decadente base igual opera en periodos electorales en contra de la ciudadanía y sus opositores políticos, coartando las garantías ciudadanas, con el consentimiento tanto del régimen mancerista, como de Enrique Peña Nieto.
Si continuamos con el análisis del modus operandi de estos próceres de la decadencia humana, es importante considerar también que en Iztacalco estuvo ocurriendo lo propio de la mano de los Abarca de Iztacalco, la pareja virreinal compuesta por Elizabeth Mateos y Carlos Estrada.
Estas demarcaciones, junto con Venustiano Carranza, han marcado quizá la diferencia. Con respecto a otras corrientes, con una línea muy clara de cooptación de toda una red de complicidades y encubrimientos en toda su base social, para legitimar políticamente el crimen y la ignorancia de estos exponentes de la enajenación.
Pero ¿a quién le puede interesar ese intento de inestabilidad social en este periodo de transición de régimen?, en medio de la llegada de la izquierda a la Presidencia de la República, con mayoría en los congresos locales y federales. Así como la Jefatura de Gobierno y once alcaldías.
Una posible lectura es afectar y endosarle este reprobable hecho a Enrique Peña Nieto, de paso claro, y en una de esas calculan provocar a las bases de la izquierda, a 50 años del 68, buscaban engarzar emociones y dolor histórico. De paso, amedrentar a los estudiantes universitarios.
Lo cierto es que resultó el efecto contrario. La comunidad universitaria se unió en una sola voz, cosa que sería sano aprovechen para que, en ese movimiento que refresca, organicen sus demandas participativas en la Cuarta Transformación de la República.
Fuera Porros de la UNAM. Por mi Raza Hablará el Espíritu.