Por: Armando Martínez Leal
Comprender qué significa lo atroz,
no negar su existencia,
afrontar sin prejuicios la REALIDAD.
Hannah Arendt
Un debate latente en la plaza pública es el papel que juegan los medios de comunicación y los comunicólogos en la construcción de la democracia mexicana. En la larga oscura noche autoritaria mexicana, los medios fueron un instrumento fundamental en la conservación del status quo. El movimiento estudiantil de 1968 y aquella terrible noche donde el Estado mexicano decidió reprimir brutalmente al movimiento puede ser un punto de partida en el acercamiento al análisis de los medios de comunicación y la democracia mexicana.
Hegemónicamente, los medios masivos de comunicación evitaron informar verazmente la rebelión estudiantil de 1968; fueron cómplices de aquella matanza al pretender reducirla a una confrontación entre estudiantes y miembros de las fuerzas armadas. La reconstrucción histórica de los hechos ha arrojado luces distintas que permiten entender la verdadera naturaleza de aquella masacre. El movimiento estudiantil de 1968 es una deuda pendiente de los medios y la prensa mexicana; por ejemplo, no han podido informar cabalmente la cifra exacta de caídos en la Plaza de las Tres Culturas.
Medio siglo después la deuda sigue ahí; sin embargo, esta se incrementa exponencialmente, durante esos cincuenta años el periodismo en México ha dado muestras de su falta de profesionalismo y fundamentalmente de ética. Es cierto hay sus honrosas excepciones, está ahí el trabajo de Manuel Buendía, Julio Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa, Manuel Becerra, Carmen Aristegui, Anabel Hernández, Lidia Cacho, Ana Lilia Pérez… sin embargo, la lista no es suficiente, la excepción no hace la regla.
En contracara de este fenómeno está la historia predominante de los Jacobo Zabludovsky, Carlos Marin, Carlos Loret de Mola, Joaquín López-Dóriga, José Cárdenas, Jorge Fernández Menéndez… y ese largo etcétera que domina el discurrir de los medios de comunicación mexicano. La cancelación del contrato del “periodista” Carlos Loret de Mola por parte de Televisa sacó a la luz un jugoso contrato de 1 millón ochocientos mil pesos mensuales que recibía de la empresa; los ingresos de Loret de Mola no se reducen a esta cantidad mensual, hay que agregar en el análisis el pago por su columna diaria en El Universal, por su programa en W radio, así como diversos contratos de los que su cónyuge Berenice Coronado recibió durante el sexenio de Peña Nieto.
De acuerdo al portal laboral Indeed el salario promedio de un periodista en México es de 6 mil cuatrocientos sesenta y un pesos mensuales; de acuerdo a datos del Observatorio Laboral, que retoma datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) el ingreso promedio mensual de un periodista es de 11,021 pesos; ambos datos contrastan con la otra punta del arco que implican los salarios de los “periodistas” como Loret de Mola. La desigualdad salarial de los periodistas de a pie frente a las estrellas mediáticas plantea enormes retos de la condición de los medios de comunicación mexicanos.
Es cierto, la desigualdad salarial que se vive en la prensa y en los medios masivos de comunicación no es extraordinaria a la situación que confrontan el resto de los profesionistas mexicanos, pero llama poderosamente la atención la complicidad de la prensa por mantener el status quo, el cual en absoluto los favorece. Esta desigualdad salarial también es un elemento que contribuye a la prostitución de la prensa mexicana. El contrato de Loret de Mola no fue cancelado por la falta de credibilidad del “periodista” sino por el alto costo que implicaba su salario. Televisa sacrificó a un creador de montajes e inventor de noticias, por una “periodista” de la misma espacie, aquella que ferozmente reportó la existencia de Frida Sofía, la cual se supo por una develación de la periodista Carmen Aristegui se trataba de un montaje.
Danielle Dithurbide se consuma en la larga tradición de Televisa y los medios masivos de comunicación mexicanos en la realización de montajes, en inventar la noticia; la gran diferencia será que el contrato de esta manipuladora probablemente no le costará a Televisa la multimillonaria cantidad que Loret de Mola implicaba. Televisa no quiere transformar su imagen, quedar bien con el actual gobierno encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, simplemente está tomando una decisión económica frente a su debacle. Televisa como muchos medios de comunicación desprecian profundamente a sus audiencias, para ellos el ciudadano mexicano es jodido, no sólo por su condición económica sino por el profundo desprecio de clase que subyace de la argumentación. Así, las audiencias mexicanas, los lectores, televidentes, radioescuchas son reducidos a su condición de consumidores; pero no se trata de un consumidor sofisticado, sino jodido, al cual es muy fácil de manipular.
Los medios masivos de comunicación en México desprecian profundamente a sus audiencias, los dueños de los medios son parte de las exclusivas listas de los más ricos del mundo (Forbes), su negocio no es necesariamente hacer comunicación, periodismo, sino; hacer dinero, Loret de Mola no informa, vende espectáculos que tienden a manipular la realidad mexicana. Loret de Mola no es periodista sino una criatura televisiva que fue tragada y desechada por ese monstruo comedor de desechos llamado Televisa.
Sin embargo, la condición de la televisión mexicana no es excepcional, la misma racionalidad con la que los Azcárraga y Salinas Pliego tratan a las audiencias, permea en la prensa mexicana, ahí están los casos de las primeras planas de El Universal, El Reforma, La Razón y hasta la misma revista Proceso donde los lectores solemos leer escandalosos y jugosos encabezados que en nada se corresponden con la nota, esto en el mejor de los casos, en otros simplemente se distorsiona la realidad a favor de un supuesto ejercicio editorializante.
La tergiversación de la realidad mexicana ha dado como fruto que en los últimos años se debata sobre la objetividad de los periodistas y los medios. En dicho debate hay quien afirma que los periodistas no pueden ser objetivos, ya que son sujetos por tanto son subjetivos; esta línea discursiva apoya la idea de que los medios de comunicación, sus dueños y los periodistas –comunicólogos-, deben hacer pública sus posiciones políticas e ideológicas respecto de la realidad mexicana, lo cual puede contribuir al discusión pública, a la creación de una cultura democrática; lo cual pude ser cierto. Sin embargo, se deja de lado un debate fundamental los periodistas, los medios masivos de comunicación no pueden distorsionar la realidad, la veracidad es el eje motriz del periodismo y la comunicación, dicha máxima es innegociable.
Entre 1959 y 1966, el escritor Truman Capote dedicó todos sus esfuerzos en la elaboración de una novela-reportaje llamada: “A Sangre fría”, en las escuelas de comunicación y periodismo, dicho texto es básico para el entendimiento de uno de los géneros periodísticos: el reportaje. Esta novela es signe para entender la objetividad en la actividad del periodismo. En la biografía de Gerald Clarke: “Truman Capote. La biografía definitiva”, se exponen los entresijos de la investigación y redacción de la novela que catapultó a Capote, ahí se exhiben los problemas metodológicos (desde una perspectiva de investigación social, piénsese en Bourdieu) que confrontó. En principio Capote llegó a una comunidad rural donde su actitud no generaba confianza ante las posibles fuentes; por ello,echo mano de la escritora Harper Lee para que estableciera los primeros contactos con las fuentes, de ahí el arco de la investigación va hasta el momento que conoce a los asesinos del multihomicidio. En este punto la estrecha relación que el observador establece con su objeto de estudio llega a la dimensión del enamoramiento, Clarke dibuja a un perverso Capote que con tal de conseguir la nota hace creer a su fuente que esta enamorado de él, llegando incluso a mantener acercamientos homoeróritos con su fuente. El punto álgido de la historia es cómo al tratar de birlarse del asunto: Capote se hizo consciente de que estaba profundamente enamorado del asesino.
Capote rompió la barrera de la objetividad, con tal de poder reportar quién había asesinado a quién. Loret de Mola fue capaz en múltiples ocasiones de manipular la realidad, crear montajes, con tal de ganar la nota; sin embargo, ahí estaban presente los hechos, por la mente de Loret nunca se sabrá quién es la banda del Zodiaco, si existió o no. La motivación de Capote fue llegar a la verdad de lo ocurrido, la de Loret ganar dinero.
El periodista es un sujeto, parte de la sociedad, pero su actividad, fundamental en la creación del espacio público, debe regirse por una ética. No puede trastocar la realidad, forzarla al extremo que deje de ser lo que es, para convertirse en lo que el periodista quiere que sea. Otro elemento fundamental, tal vez más importante que el de la subjetividad, es aquel que refiere a la veracidad, los hechos no pueden ser una invención de los medios, la realidad está ahí, los medios la filtran (es cierto) ponen el énfasis en uno u otro hecho pero no inventan realidades.
La mañana del 3 de octubre de 1968, la televisión y la radio dieron como noticia principal el estado del tiempo, aquella noche una lluvia torrencial había intentado borrar las huellas de la masacre, la lluvia se tiño de sangre como la plaza de la Tres Culturas… ríos de sangre. Cincuenta años después no se sabe cuántos muertos hubo aquel día, ésto marca el inicio de la transición mexicana, se ha vuelto la huella indeleble de los medios masivos de comunicación mexicanos ypermea inconscientemente –tal vez–, en la actividad que realizan muchos periodistas y comunicólogos: negar la realidad y renunciar a su principal tarea, informar.
La prensa mexicana, los medios masivos de comunicación, los periodistas y comunicólogos tienen una enorme deuda con la sociedad. En los tiempos actuales se abre una excepcional posibilidad para discutirse, pensarse, replantearse. La comunicación, el periodismo del siglo XXI, ese que atesoran las nuevas y viejas audiencias es aquella que está dispuesta a mantener un diálogo tet a tet con sus audiencias. Hoy ya no cabe aquel simplista y autoritario enunciado: “si no le gusta que le cambie”. Los medios, los periodistas y comunicólogos deben de estar dispuestos a regir su actividad bajo códigos de ética… Código deontológico, donde el feedback sea un componente esencial.