El doctor Alfredo Jalife-Rahme habla de la presencia global del GAFAT. Dichas siglas hacen alusión a la integración con las letras iniciales de cinco de los siete gigantes tecnológicos del mundo moderno, los cuales son: Google, Apple, Facebook, Amazon y Twitter; empresas de origen estadounidense por supuesto.
Es posible precisar que estas firmas integran en su conjunto un brazo geoestratégico, al paralelo de la importancia de la industria del petróleo, la dinámica del mercado financiero y bursátil, así como la nanotecnología y sus complejidades industriales, e incluso la Inteligencia artificial y sus aplicaciones comerciales.
Es ya la tecnología, y más, aquella concerniente a la interacción simple del ser humano (visto como simple consumidor pero vital punto revulsivo del mercado) con las nuevas disposiciones tecnológicas un asunto más allá de las teorías microeconómicas y las dinámicas convencionales del control de calidad.
Este enfoque, más allá de la versiones exageradas apegadas a la teoría de la conspiración y del control mundial, es una línea interesante que debiera desembocar en el desarrollo de estudios científicos especializados, pero también de análisis ciudadanos libres, que centren su atención en valorar como es que las redes sociales y las compras por internet traen consigo la posibilidad de impulsar, dinamizar y fortalecer el ciclo económico desde una perspectiva digital, de interacción en la red, y en el plano sociológico, antropológico y filosófico la pérdida de dimensionalidad humana en estas interacciones pero con la indispensable convicción humana de hacer posible estas nuevas lógicas. ¿Será que el ser humano también es un constructo complejo que además es cambiante?
El mercado es dinámico, y no sólo por la movilidad comercial y la reproducción simple y ampliada del capital, sino porque trae consigo cambios cabales en su disposición conceptual, en su consistencia teórica y en las formas de asimilarlo; y quizás este detalle no simplemente debiera analizarse como una forma más formal de adular sus bondades, a modo de perfiles “marshalianos” y de “equilibrio general de precios”, por el contrario, esta debiera ser una nueva oportunidad (desde el plano crítico, ético, filosófico y antropológico) de precisar, con mayores herramientas analíticas, mayores contradicciones que desde la inercia cíclica y el despojo de la relevancia humana, trae consigo esta nueva y progresiva forma de asimilar la razón de ser del capitalismo contemporáneo.
Además, visualizar el G.A.F.A.T y su enorme complejidad global, sirve para corroborar otros escenarios que tienen que ver con la interacción humana, más allá de la superposición del valor de uso y de cambio, por ejemplo, el hecho de saber que la disidencia perseguida, el descrédito social, los problemas emocionales del hombre, los registros de los organismos internacionales de inteligencia, entre otros, se pueden dar a partir de un registro computarizado de las preferencias virtuales que el propio hombre va teniendo y va dejando precedente en su trayectoria histórica de consumos, preferencias, likes, entre otros más tanto en las redes sociales como en los sistemas virtuales de compra, y un largo etcétera.
Aunado a esto, y por más insensato que teóricamente pudiera significar, estas empresas como cualquier otra, tienen una nacionalidad de origen, en este caso estadounidense, y esta es quizás una de las perspectivas que personalmente genera mayor interés de reflexión, ¿por qué?:
Primero, porque estas empresas representan o dimensionan el Producto Interno Bruto de Estados Unidos, y la contabilidad nacional por causa de ingresos, ventas, dinámica fiscal, volumen accionario y rentabilidad bursátil que se registra, mayoritariamente, en balances que desembocan en la contabilidad nacional de este país, y aunque su relevancia de estas marcas globales está diseminado en casi todo el planeta, al final de cuentas contribuyen a la dinámica interna del mercado estadounidense.
Segundo, y aquí sí apegado de forma parcial a la dinámica reflexiva (sin exageraciones de por medio) de las teorías del control mundial, y pensando también en términos de registro de preferencias, compras, intereses, búsquedas, perspectivas, ideas vertidas, mensajes impulsados, grupos formados, entre otros más, se permite volver más eficiente a su vez el registro magno de las medias, de las tendencias, de las preferencias macrosociales y colectivas en prospectiva internacional, de lo que el mundo (visto como gran colectivo de consumidores) quieren o desean en todos los planos y en todas las dimensiones, en función de los intereses para cumplir sus experiencias de manera feliz.
La conjunción de los dos planos anteriores le desemboca a las autoridades y los mandos políticos superiores de Estados Unidos una oportunidad estratégica para conservar por parte de este país circunstancias favorables inherentes al dominio internacional frente a la rivalidad ya progresiva contra China y Rusia (países por cierto que han interrumpido al interior de sus fronteras el funcionamiento de algunas firmas del complejo G.A.F.A.T).
Hay ocasiones que la trascendencia de estas grandes firmas estadounidenses de dimensión global, rebasa incluso las formalidades institucionales de las autoridades de Estados Unidos, y estos estoy seguro que estos son indicios de que el Estado (visto románticamente como un constructo político adherido al hombre moderno) tiene enfrente un desafío emergido desde el mercado. Para muestra ejemplar de este último párrafo se le recomienda al lector poder ver el documental de netflix “El gran hackeo – the great hack” y sacar sus propias conclusiones al respecto.