“La seguridad en la colonia sólo llega en época de elecciones”

Por Héctor Antonio Meza

 

Foto: Eréndira Negrete

 

En la parte sur de la Ciudad de México se encuentra una colonia formada por gente culta, a la que todos le debemos algo desde chicos. Se trata de un grupo de maestros, de ahí su nombre: “Colonia Educación”. A lo largo de los años, las calles que la conforman habían sido tranquilas, pero eso cambiaría en los últimos meses.

 

En el centro de esta colonia se ubica una plancha de pavimento vacía, de la cual se ven los edificios y casas que componen la zona. Denotan estar desgastadas por el paso del tiempo.

 

Eran alrededor de las cuatro de la tarde. Un día soleado. En la calle sólo se escuchaba el paso de uno que otro coche, pero la tranquilidad se corrompió. Un ruido fuerte alteró el orden de la colonia. A un costado de la plancha hay un parque muy chico y dentro había familias que convivían sin contratiempos.

 

Eso alertó a todos. Los padres corrieron hacia los niños y los abrazaron. Luego decidieron abandonar el lugar. Las calles se vaciaron, pero de un lado de la plancha rumbo al mercado de la colonia se veía una camioneta salir del lugar a toda velocidad.

 

Como de costumbre la policía, jamás hacía aparición. Fue más rápida una ambulancia. Entonces varios curiosos fueron a ver lo que había sucedido. Enfrente del mercado se encuentra una escuela primaria y una tintorería a uno de sus costados.

 

A  la mitad de la calle yacía un cuerpo inerte. Se trataba de un cliente de no más de treinta años que había ido a recoger su ropa. Al acercarse uno más al cuerpo se podía ver que el hombre todavía tenía pulso, pero le habían disparado en la cabeza. De un momento a otro la ambulancia ya estaba recogiendo el cuerpo y la policía apenas hacía su aparición.

 

Mientras los oficiales intentaban acordonar la zona, a un costado de la banqueta había una mujer temblando de nervios y derramando lágrimas sobre su rostro. Se escuchaba que decía con una voz alterada que en cuanto el señor llegó para recoger su ropa entraron cuatro tipos armados, lo sacaron del local, le dispararon y se llevaron la camioneta.

 

Al pasar el tiempo la gente fue abandonando el lugar del incidente. La colonia Educación se caracteriza como “tranquila”, ya que la mayoría de sus habitantes están por encima de los sesenta años. Pocos son los jóvenes que la habitan.

 

Al caer la noche, la Colonia llega a parecer “boca de lobo”, pues carece de luminarias, inclusive para iluminar el pequeño parque que se encuentra. Esto genera mayor temor dentro de los vecinos.

 

Sólo en época de campañas electorales es cuando llega gente del gobierno con el candidato de su partido y “le hacen el favor” a los habitantes de instalar luminarias para que la gente se sienta más protegida en las noches.

 

Sin embargo, cada último día del mes los vecinos se reúnen en la noche en la plancha para atender las problemáticas de la colonia, entre las que destacaban la falta de luminarias, la falta de policías y la preocupante inseguridad.

 

Esto se debe a que en la última junta vecinal, una familia que vive a dos cuadras de la plancha había sufrido un asalto a su casa la noche anterior. Marcos había llegado alrededor de las once y media de la noche a su casa, que se encuentra a un costado de la iglesia.

 

Diez minutos después de su arribo tocaron a su casa y el señor salió a abrir el portón negro, extrañado, por ser ya tarde. Cuando la estaba abriendo, lo primero que recibió fue un empujón que lo tiró al piso de mosaicos de su cochera. Lo amordazaron y entraron tres tipos armados a la casa.

 

Marcos intentó gritar pero era demasiado tarde, pues lo habían amordazado muy bien. Las hijas, al percatarse del golpe de la puerta, activaron la alarma vecinal, pero no dio resultado, pues a pesar de que está programada para que la policía llegue en dos minutos, tardaron más que eso.

 

Mientras tanto, los ladrones entraron a la casa, amordazaron a las niñas y a la esposa en la sala y comenzaron a sacar cosas materiales de valor como una televisión de plasma, celulares, Ipads, entre otras cosas.

 

Los vecinos, el único apoyo que les lograron dar, fue el prender las luces de sus casas para alertar aún más a los delincuentes. El robo se efectuó en tan sólo tres minutos, sacando pertenencias, subiéndolas a una camioneta y retirándose del lugar.

 

La policía había llegado tarde otra vez. Tardaron alrededor de quince minutos en hacer su aparición. Llegaron cuatro patrullas al lugar. Entraron a la casa y calmaron a la familia, mientras Marcos daba la descripción de la complexión y algún rasgo físico de los individuos.

 

Ante este tipo de actos, al entrar por la colonia, por Canal de Miramontes, uno puede observar que algunas de las calles que son cerradas ya tienen una reja protegiendo la entrada, una que otra con algún vigilante.

 

Varios de los vecinos han optado por abrir locales, como tiendas, tortillerías, restaurantes de carnes al carbón, tacos y quesadillas, pero sin lugar a dudas de los más asaltados han sido las pequeñas cafeterías que llegan a abrir y que pocas han llegado para subsistir, pues han sido víctimas no de uno, ni de dos, si no más de tres asaltos.

 

Parece que se ha perdido el control de un pequeño sector de la ciudad. La Colonia Educación parece que ha quedado en el olvido de este inmenso monstruo, llamado con anterioridad Distrito Federal que, hoy en día, sólo privilegia a los sectores comerciales o burgueses. 

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