¿La opción armada es la vía?

Por Rivelino Rueda

Faltaba un año para la elección presidencial de 2006 y Carlos Abascal Carranza se sentó en una mesa copada de reporteros de la fuente de la Secretaría de Gobernación: “Hay que detenerlo. Sí es un peligro para el país”.

Se refería al entonces jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, quien dos semanas atrás había reunido en una marcha a la movilización más nutrida de la que se tenga memoria, en contra de su desafuero.

“¡Hay que pararlo!”, lanzó el secretario de Gobernación, no como “dando línea”, sino como algo que salía por convicción y por lo que, decía, “amor a la patria”.

En septiembre de 2006, ya con las visibles asquerosidades que hace el cáncer, el señor José Carlos María Abascal Carranza comentó, literal, que el presidente electo en las pasadas elecciones presidenciales, que quedarán marcadas por el “haiga sido como haiga sido”, (Felipe Calderón) le había exigido “sacar a toda la gente” que estaba en el corredor Zócalo-Alameda-Paseo de la Reforma, protestando por el supuesto fraude electoral.

“No era mi jefe, ni siquiera alguien que ostentara un cargo. Nada estaba definido. Pero sí puse altos. Querían que corriera sangre y eso no lo iba a permitir. Yo era un empleado del presidente Vicente Fox y él estuvo de acuerdo. La respuesta fue un rotundo ‘no’ a Calderón”.

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Se cumplen 106 años del inicio de la Revolución Mexicana. Hoy muchos alaban a Francisco I. Madero por su vocación democrática, cuando fue precisamente él quien llamó a las armas luego de ver todas las vías cerradas para que otra opción accediera al poder tras 34 años de una dictadura férrea como la de Porfirio Díaz.

Todavía hay muchos que quieren reposicionar en la historia al general oaxaqueño, con argumentos como el de que fue el primero que le dio cohesión y unidad al país luego de interminables guerras intestinas e intervenciones extranjeras. Y sí, enfatizan que Porfirio Díaz fue el que llevó a México a su primera modernización.

Hace un siglo y hoy, llamar a las armas era visto como algo detestable y fuera de los estándares democráticos de la época. Hoy con solo levantar la voz y exigir el cumplimiento del marco legal es una afrenta para los gobiernos en turno, e incluso puede ser calificada de “terrorismo” por los grupos de poder.

Ahí está el caso de los 43 normalistas, que involucionó a México a mediados del Siglo XX, donde levantar la voz era signo de “desestabilización social”. Peor aún. Ahí está el caso de la Guardería ABC, donde todo el aparato del Estado le dio la vuelta para no hacer justicia y, además, se ha criminalizado a los padres de los niños y bebés muertos por no aceptar las reglas establecidas.

La respuesta siempre ha sido no a las armas, no al menos para cambiar de régimen. Las armas sólo pueden ser utilizadas para Iguala, Tanhuato, San Fernando, Tlatlaya, Atenco, Acteal… Sólo para que “grupos terroristas” no desestabilicen al país”.

Con Porfirio se dieron las grandes “migraciones forzadas” de indios yaquis de Sonora a Yucatán, para hacerlos trabajar como esclavos por su “osadía” de reclamar sus tierras. Las tiendas de raya, las haciendas, el “mátalos en caliente”, el para todos nada, todo para nosotros”, fueron las consignas de una dictadura que borró de las fas de la tierra todo lo relacionado con mugre, miseria, indios y opositores.

Llama la atención una fotografía que se distribuye en redes sociales (habrá que buscar la fuente) en donde se observa al avión presidencial de fondo y al menos 20 aviones particulares en pista, en el aeropuerto de Huatulco, Oaxaca, en la reunión de gobernadores (sin Javier Duarte, por cierto, todavía gobernador de Veracruz por las leyes mexicanas –las leyes del porfirismo serían fenomenales. “Ahí no había impunidad”–. No parece un reto, parece un desafío abierto.

Una vez más se reitera, como decía Kapuscinski en su libro “El Sha”:

“El poder es quien provoca las revoluciones (…) el estilo de vida y la manera de gobernar de los poderosos acaban convirtiéndose en una provocación. Esto sucede cuando en la élite se consolida la sensación de impunidad. Un escándalo tras otro, una injusticia tras otra quedan impunes. El pueblo permanece en silencio; se muestra paciente y cauteloso”.

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